Parejas perimetradas: cuando el amor no formalizado es ilegal
El incidente del señor de Murcia multado por la policía pone de relieve la indefensión de las uniones no registradas en España.
“Por ti me saltaría el cierre perimetral”, algo así le diría el vecino de Murcia que fue bajado del autobús y multado por la policía local de Alicante a principios de febrero por ir a visitar a su pareja. Ese hombre, del que se han mofado a través de los medios y reenviado hasta la saciedad en los grupos de WhatsApp, es un rebelde contemporáneo, el héroe de Altea, capaz de poner en evidencia con un billete de transporte público las limitaciones de un decreto de alarma de brocha gorda, ajeno a los vínculos amorosos que no pasan solo por un papel. No es un caso aislado.
Julián, nombre supuesto, forma parte de las miles de parejas que se han liado la manta a la cabeza y se arriesgan a transgredir cierres perimetrales. Entre semana se levanta a las 6:30 horas para repartir paquetes en San Fernando, Cádiz. Llega a casa después de las 16 horas, con las energías justas para pasear a su perro, una mezcla de mastín y labrador negro que rescató de un refugio.
Al llegar el viernes, lo sube al coche y recorre los más de 100 kilómetros que le separan hasta el pueblo de su chica, en Sevilla. “La primera vez iba muerto de miedo. Había preparado un papel mediante Photoshop por si me paraban, pero sabes que estás a lo que quiera la policía, que, en principio, lo que quiere es que te ajustes a los supuestos del decreto de alarma”. Mientras prolongan los cierres en Andalucía, han decidido arriesgarse a la sanción y pagar a medias los 600 euros de una multa que supondría un auténtico palo para su economía.
A todas estas uniones estables, que carecen del derecho a verse durante los momentos más duros de una pandemia, poca broma les puede parecer aquel tuit de la policía local de Bilbao: “Buenas tardes, entendemos su situación. Este tipo de prácticas no están reflejadas en las excepciones para cambiar de municipio. Tómeselo como una prueba de amor para su posible relación”.
Las parejas consolidadas pero residentes en áreas perimetrales diferentes están en franca desventaja respecto a los contactos a través de Tinder y otras aplicaciones. Dentro del mismo municipio, no hay una medida que restrinja estos contactos.
Elena reside en Reino Unido desde hace dos décadas y se muestra sorprendida de que aquí no se tenga en cuenta a las parejas no formalizadas. “La ley en Inglaterra me permite formar una burbuja de apoyo con mi novio, siempre y cuando cada uno viva solo y podemos ir al domicilio del otro sin problemas”, cuenta.
En la Comunidad Valenciana, Madrid, Galicia, Murcia y La Rioja se permite, desde finales de enero, acudir al domicilio de tu pareja, con o sin vínculo matrimonial, siempre que estén solos y no se incumpla un cierre perimetral. Pero eso no se aplica a nivel nacional y mucho menos cuando tu media naranja reside en otra comunidad autónoma, lo que puede ocasionar meses sin veces por culpa de un criterio arbitrario. Es factible que puedas salir de una, pero no entrar en la otra o al revés.
Cuando las leyes son injustas existe el imperativo de no cumplirlas o algo así defendía Henry David Thoreau, un tipo que prefirió ir a la cárcel por no pagar un impuesto en protesta por la esclavitud americana. Así que, si hipotéticamente hablando, inspirado por Julián decidiera llenar el depósito de mi viejo Ford y romper el cerco perimetral para visitar a mi pareja en otra comunidad la rebeldía estaría justificada. “Ve preparado a la guerra”, me dice, “una cita médica, un justificante, lo que sea”.
En el coche, los carteles de la DGT me recordarán cada 20 kilómetros “controles en carretera” y “solo viajes esenciales”. Todo el tiempo con un nudo en el estómago, temeroso de que te paren a 300 kilómetros de tu punto de origen. Pensando en qué decirle al control, dudaría entre mi impulso natural de defender lo que creo justo frente a una Guardia Civil que no están para disquisiciones morales o adaptarme a la picaresca española que no es sino el recurso de los pobres.
Desde luego, cuando Julián llega a su destino cada viernes, le invade una sensación casi épica, como de formar parte de la resistencia o algo así. Y es que el amor pandémico sabe mejor, siempre y cuando, como al héroe de Murcia, la policía no te baje del autobús.