Panjshir, la única región de Afganistán que resiste a los talibanes
Esta región al norte de Kabul no fue conquistada ni por soviéticos ni por talibanes y ahora recibe a los restos del ejército afgano, en un intento de contener a los islamistas.
Afganistán es de los talibanes. Desde hace casi dos semanas mandan en Kabul, la capital, última joya lograda en su reconquista de apenas tres meses. Sus victorias se cuentan, no obstante, en 33 de las 34 provincias del país, porque hay una, la de Panjhsir, que se resiste a caer. No hay muchas posibilidades de que siga haciéndolo a largo plazo, pero por ahora es el único rincón que aguanta.
Se trata de un espacio a 150 kilómetros del noreste de Kabul, entre las montañas Hindu Kush, cuyo nombre se traduce como “cinco leones”, sobrenombre con el que la prensa norteamericana ya empieza a bautizar a las milicias resistentes, como se ha hecho en el pasado. Y no es que no haya caído en manos talibanas, sino que lleva 40 años sin admitir dominio de nadie: allí se forjó la resistencia contra el Ejército Rojo durante la ocupación soviética de la década de los 80 y, después, la que peleó contra los islamistas talibanes desde 1996.
Ahora toca pelear de nuevo contra los talibán, tras 20 años de misiones internacionales, un tiempo en el que la zona ha seguido controlada por los señores de la guerra regionales, viejos colaboradores de Occidente, por ejemplo, en la lucha contra Al Qaeda.
El movimiento antitalibán se está organizando en el llamado Frente de Resistencia Nacional de Afganistán (FRN), cuyo jefe de Relaciones Exteriores, Ali Nazari, ha explicado a la BBC que su objetivo es lograr una negociación pacífica, mejor que una guerra abierta. “Si esto falla... entonces no vamos a aceptar ninguna forma de agresión”, añade, no obstante.
Nazari le dijo a este medio que a Panjshir había llegado un reciente flujo de fuerzas de resistencia de varias partes del país que se han unido a los combatientes locales que ya han entrenado. El grupo tiene “miles de fuerzas listas para la resistencia”, pregona, pero sin dar datos concretos.
El FRN avisa de que su objetivo final es tener una forma de gobierno descentralizado en el país. “Afganistán es un país conformado por minorías étnicas, nadie es mayoría. Es un estado multicultural, de manera que necesita que el poder sea compartido: un acuerdo de poder compartido donde todos se vean en el poder”.
El New York Times ha publicado que entre 2.000 y 2.500 miembros de los comandos especiales del ejército afgano -un ente de 300.000 efectivos completamente destrozado- se han trasladado a la zona para ayudar a la resistencia y, desde allí, lanzar una campaña ofensiva contra los talibanes.
¿Cómo resiste?
La geografía tiene mucho que ver en su resistencia. La entrada principal a la provincia es un cañón estrecho entre desfiladeros. Apenas hay un puente, que funciona de manera intermitente para el tráfico de mercancías o de personas. El túnel de Salang, el acceso más destacado, fue derribado en 1997 precisamente para bloquear a los talibanes.
Los mandatarios locales han preferido mantener este aislamiento entre montañas elevadísimas para protegerse de las tropas foráneas y de los islamistas, lo que les ha convertido en refugio para muchos afganos, un espacio seguro y autoabastecido. Les ha ido bien durante años, pero ahora mismo la situación en la zona es tensa, porque hay ya talibanes armados al otro lado del río.
El valle no es sólo un valle, sino un símbolo. Se ha convertido en un estandarte de la soberanía afgana frente a las fuerzas extranjeras. “Estamos listos para resistir por segunda vez a los talibanes”, dijo esta semana el jefe del Departamento de Economía de Panjshir, Abdul Rahman.
Su mensaje es secundado por Amrullah Saleh, vicepresidente de Afganistán, autoproclamado el martes “presidente interino legítimo de Afganistán” ante la ausencia del mandatario electo Ashraf Ghani, que se encuentra exiliado. Saleh, exjefe de los servicios secretos de Afganistán, llamó al pueblo afgano a sumarse a la resistencia del valle, al que considera un ejemplo para el resto del país.
“Nunca estaré bajo el mismo techo que los talibanes. NUNCA”, escribió en Twitter. Se cree que Saleh está en Panjshir junto al hijo de un famoso guerrillero (Ahmad Massoud, hijo del mítico León de Panjshir ) con el que presumiblemente lidera un frente antitalibán.
Tras los pasos del león
Ahmad Sha Massoud está considerado un héroe nacional tras ser asesinado por Al Qaeda en el año 2001, pocos días antes del 11-S. En esa primera etapa de dominio talibán, entre 1996 y 2001, el valle del Panjshir se convirtió en refugio de la oposición al grupo islamista de Osama Bin Laden. Hoy, es su hijo quien lidera la revolución.
“No me ha quedado más remedio que hacer algo, defender este país. Se avecina una guerra”, declaró hace unos días a Sky News. Massoud pidió apoyo militar a Estados Unidos, Francia y Reino Unido porque “no podremos resistir sin la ayuda de Occidente”. El líder de la resistencia afgana afirma que sabía que este día iba a llegar, y que llevan años preparándose para esto, con todas las armas que han ido recogiendo de las potencias occidentales. Ahora mismo está al frente del FRN.
Tiene 32 años, ha sido educado en Reino Unido, utiliza su voz en medios internacionales y a través de sus redes sociales para contar a Occidente lo que ocurre, siempre bajo la foto más icónica de su padre.
En marzo y abril viajó a Francia, donde fue reconocido su padre por su trabajo y resistencia contra los talibanes, en presencia de Emmanuel Macron. Ese día, el heredero declaró “esperamos trabajar juntos en la búsqueda de una mayor cooperación de la Unión Europea en el proceso de paz y la estabilidad de nuestro país. Con esfuerzos colectivos, podemos prevenir futuras crisis en Afganistán, nuestra región y Europa”.
En ese viaje internacional se conmemoraba también la relación histórica de Francia con Afganistán, Massoud se reunió con el presidente de la República, el presidente del Senado, y descubrió una placa en París en homenaje a su padre. Unas declaraciones que meses después cobran otro significado.
El futuro
Como escribe el NYT, “los combatientes por ahora solo tienen dos ventajas: un valle estrecho donde históricamente se han repelido a los invasores y el legado de un afamado comandante muyahidín”. Están aislados, con los islamistas a las puertas y sin apoyos exteriores, con las demás provincias en manos de los talibanes y los países participantes en las misiones de estos 20 años huyendo desde Kabul. Los suministros, de los que están bien dotados, acabarán faltando si el cerco sigue.
Pero los portavoces de Massoud insisten en que “ya ha atraído al valle a miles de soldados, incluidos los restos de las fuerzas especiales del ejército afgano y algunos de los experimentados comandantes de la guerrilla de su padre, así como activistas y otras personas que rechazan el Emirato Islámico de los talibanes” y cuentan con el pasado de resistencia fructífera como aval. Varios enviados han salido a países cercanos y europeos a buscar apoyos, indica la CNN.
En un artículo de opinión publicado en The Washington Post la semana pasada, Massoud exhortó a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia para que apoyen su levantamiento con el envío de armas, poniendo al presidente Joe Biden en una posición muy difícil. Apoyar a los enemigos de los talibanes podría enfurecerlos, empeorar lo que ya es una caótica salida estadounidense de Afganistán e incitar a los talibanes a romper la principal promesa que hicieron si las fuerzas estadounidenses se retiraban: romper los lazos con los terroristas. Aunque ya sabemos lo que vale la palabra de un talibán...
Está por ver si las escasas milicias y guerrillas que aún tratan de presentar algo de resistencia a los talibanes aceptan que la lucha se centralice y se capitanee desde Panjshir, si los intereses regionales de cada cual se imponen, si llegará ayuda de fuera o si esta resistencia acabará negociando con los talibanes para seguir lejos de su influencia. De momento, por ahora, hasta Wikipedia ya ha creado una entrada sobre el que llama “conflicto de Panjhsir”, que nadie sabe en qué acabará.