Países Bajos: las razones de la insólita violencia contra el toque de queda
El país suma ya cuatro noches de disturbios, con cientos de detenciones, pero el Gobierno de Rutte insiste en que no levantará las restricciones contra la Covid.
El rechazo al toque de queda impuesto desde el sábado por el Gobierno de los Países Bajos para tratar de contener los contagios de coronavirus ha derivado en disturbios insólitos en el país. Ya van cuatro noches consecutivas de manifestaciones y detenciones, decenas de ellas, pero el Gobierno insiste: las cosas están mal y no va a dar marcha atrás a su plan de restricciones.
¿Por qué protestan estos ciudadanos neerlandeses? Porque el país vive una dura restricción que no se aplicaba desde la Segunda Guerra Mundial y han decidido quejarse también de forma histórica, como no se veía en 40 años.
Por cuarta noche consecutiva, se han producido en varias ciudades de ese país fuertes choques entre la policía y manifestantes que protestan por la introducción el pasado fin de semana de un riguroso toque de queda para contener la pandemia de coronavirus. No obstante, ha bajado un poco de intensidad respecto a los días pasados, según ha subrayado la policía.
Al menos 33 personas fueron detenidas en reyertas en Róterdam, donde más duro está siendo el choque entre agentes y grupos de jóvenes que convocaron protestas contra el toque de queda. Así, rozan los 500 arrestados en estos días. Los uniformados han tenido que recurrir al uso de chorros de agua y gases lacrimógenos para dispersar a centenares de personas congregadas en las calles, donde también se produjeron algunos saqueos.
Los agentes del orden actuaron después de que los manifestantes desoyeran una orden de emergencia de la alcaldía ordenando a los manifestantes abandonar el centro de la ciudad.
Las protestas callejeras se iniciaron el fin de semana, cuando el Gobierno comenzó a aplicar las restricciones más duras desde el inicio de la pandemia, las cuales incluyen un toque de queda desde las 9 de la noche hasta las 4:30 de la mañana.
Es la primera vez que una medida de este tipo entre en vigor en los Países Bajos desde la Segunda Guerra Mundial y quienes la violen o se nieguen a mostrar documentación su serán sancionados con una multa de 95 euros por cabeza. Los bares y restaurantes del país no abren desde octubre, mientras que las escuelas y los comercios no esenciales fueron cerrados en diciembre.
El primer ministro, Mark Rutte, ha condenado unos sucesos que calificó como “violencia criminal”. Durante las protestas se encendieron fuegos en las calles de La Haya, donde policías en bicicleta intentaron dispersar a pequeños grupos de personas que les lanzaban piedras y fuegos artificiales. También hubo choques entre policías y manifestantes en Ámsterdam, Amersfoort y Geleen.
Los primeros desórdenes callejeros se reportaron el sábado y escalaron el domingo. En la sureña ciudad de Eindhoven, los manifestantes lanzaron fuegos artificiales, rompieron las vitrinas de las tiendas y saquearon supermercados. Además, incendiaron montañas de bicicletas que usaron para levantar barricadas.
En Enschede, en el oriente del país, los manifestantes lanzaron piedras a las ventanas de un hospital. En la ciudad de Urk, al norte, fue incendiado un centro de diagnóstico de Covid-19, según informaron autoridades locales. El ministro de Salud, Hugo de Jonge, calificó este incidente como “algo que sobrepasa todos los límites”.
Según Willem Woelers, oficial de la Policía Nacional, se ha visto “un panorama realmente diferente al de ayer, aunque en varias ciudades hay jóvenes en la calle en grupos, unos más grandes y otros más pequeños, y también vemos a hinchas de fútbol”, pero señaló que “no ha habido ninguna razón para el despliegue de los antidisturbios ni otras unidades especiales, como sí ocurrió ayer”.
Los agentes están “relativamente satisfechos con esto” y el “ambiente es más calmado”, aunque reconocen que “aún queda gente en las calles y es pronto para hacer un balance final porque todavía se ve que aún circulan en las redes sociales todo tipo de mensajes”.
Los municipios se habían preparado para otra noche de disturbios, por lo que habían tomado medidas administrativas, como la declaración de una emergencia municipal para poder sacar a la calle a los antidisturbios si es necesario, controlar todas las vías de acceso y detener a los participantes.
Los propietarios de los negocios también apostaron por medidas prácticas para adelantarse a los alborotadores, y levantaron bloques de madera para proteger puertas y ventana y evitar así saqueos de sus tiendas, mientras que las escuelas y guarderías que atienden a hijos de profesionales vitales -están cerradas para el resto- enviaron a los niños a casa antes de lo habitual.
La Fiscalía y la Policía solicitaron a los padres que vigilen a sus hijos y los mantengan en casa a lo largo de la tarde, después de que las imágenes de las cámaras de seguridad mostraran que algunos de los participantes en los disturbios eran adolescentes.
“Sepa dónde está su hijo y hable con él, si su hijo comete delitos, es probable que se le registren antecedentes penales. Las consecuencias de eso son enormes”, alertó la fiscal jefe de Brabante, Heleen Rutgers.
Empresarios y vecinos se movilizaron cada mañana para limpiar los destrozos provocados por la noche por los jóvenes que habían participado en las protestas, mientras los hinchas de fútbol en Maastricht y Den Bosch salieron a las calles esta noche al comienzo del toque de queda para proteger sus ciudades contra esos grupos.