Pablo Iglesias vuelve a la Complutense con la vista puesta en La Moncloa
El dirigente de Unidas Podemos dice que tiene mucho trabajo por hacer para ganarse los apoyos que le abran el Gobierno
El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha llegado este jueves caminando bajo la lluvia a la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. La expectación ha sido máxima, porque es la primera vez que se pronuncia desde que firmara el preacuerdo de Gobierno con el presidente del Ejecutivo en funciones, Pedro Sánchez.
Decenas de personas, entre estudiantes y medios le han esperado en la puerta, donde el líder de la formación morada ha dicho que hay “mucho trabajo” por hacer para ganarse los apoyos que abran a ambos el Consejo de Ministros. Los estudiantes se han asomado al recibidor con curiosidad. ”¡Hala!, es él. Es él”, se le ha escapado a alguno móvil en mano.
Antes de entrar, Iglesias ha pasado a la acción: “El PSOE, como nosotros, vamos a trabajar de forma responsable para conseguir que se afronten los retos de Estado de este país y que haya un Gobierno de izquierdas”, ha comentado. Y ha añadido que lo están haciendo con discreción, “como toca”, y que lo están haciendo “bien”.
La mayoría del casi medio millar de alumnos que se ha acercado al salón de grados a ver a Iglesias -y que le ha aplaudido como a una estrella de rock- reclama ese Gobierno de izquierdas. Julia, Elena y Sandra, de 18 años y estudiantes de Derecho y Relaciones Laborales son un ejemplo. Las tres, en primera fila “para ver Iglesias, el único de izquierdas que defiende la educación pública”. Aunque no todo han sido seguidores acérrimos. También le han gritado “Viva España” y ”¡Fuera!” cuando ha aparecido.
La Complutense es el laboratorio en el que Iglesias ideó su partido. Unidas Podemos es la herramienta con la que el dirigente practica el arte de la política y la llave con la que está a punto de arrancar el motor del primer Gobierno de coalición de España desde la muerte de Franco y el nacimiento de la democracia. El líder morado ha vuelto al lugar donde empezó todo como padre orgulloso de una criatura a la izquierda del PSOE, su compañero de viaje, que promete “trabajar para la gente”.
El trimestre universitario está a punto de terminar y se nota en las charlas de los estudiantes. “Ese es el artículo 34, tía”, ha dicho una de ellas en un corrillo en la puerta antes de que llegara Iglesias. Pronto habrá exámenes. En el recibidor de la facultad, una pequeña muestra con recortes de prensa de la lucha estudiantil por los derechos y la educación pública ha llamado la atención de tres alumnos. Aún no había llegado Pablo Iglesias. “Hostia, la Falange. Se hablaba de ella 10 años antes de que nacieras”, ha dicho uno de ellos.
El dirigente de Podemos fue uno más de la Unión de Estudiantes Progresistas. Según su web, para ser miembro de esta asociación solo hay que cursar alguno de los Grados que se imparten en la facultad y querer crear espacios de reflexión, como el que ha atraído Pablo Iglesias para hablar de la lucha antifascista; una batalla viva, porque la extrema derecha resurge en casi toda Europa. Y España no es una excepción, aunque la momia del dictador haya sido despojada de la aureola de Cuelgamuros.
“La responsabilidad que nos va a tocar es parar el crecimiento de la extrema derecha y en una facultad como ésta cabía hacer esta reflexión”, ha lanzado Iglesias ante los estudiantes, que han escuchado al previsible vicepresidente del Gobierno avanzar las líneas de su acción de Gobierno.
La Ley Fundamental, “vacuna contra la extrema derecha”
“Cuando nacimos, decíamos que queríamos una Constitución nueva, pero ahora tenemos que decir la del 78, con todos sus defectos, contiene artículos que son la mejor vacuna para defendernos del auge de la extrema derecha. Nuestros padres dejaron un puntos sociales, como el que dice que la riqueza del país estará subordinada al interés general”, ha ensalzado el líder morado.
La asociación cumple 35 años, pero el auge de la ultraderecha de Vox -que este 10-N ha logrado colar 52 diputados en el Congreso-, la ha rejuvenecido. Iglesias, sin embargo ha envejecido mucho en solo un lustro. En cinco años ha pasado del asalto al cielo con sus excolegas Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero y Luis Alegre a la ruptura total. Las peleas internas se hicieron públicas y el partido se hizo viejo.
El país en el que nació Podemos vivía angustiado en una crisis por cuyas heridas aún supura el aumento de la desigualdad, la precariedad laboral o el 14,2% de españoles en edad de trabajar que todavía no tiene empleo. Y esa grieta es por donde, ha dicho Iglesias, se puede colar el discurso de Vox. “Donde hay pobreza y no hay derechos sociales… crece la extrema derecha”, ha advertido.
Un guiño a Cataluña
En 2019, además, duele Cataluña, que ha abonado la retina de los españoles con fuego, violencia y barricadas tras la sentencia del procés, y ha movilizado el nacionalismo español. Un mal juego para Podemos.
Iglesias ha guiñado al independentismo después de que ERC haya pedido una mesa de diálogo y haya anunciado una consulta a sus bases para fijar posición de cara a la investidura. “El diálogo es imprescindible y vamos a tener un Gobierno que asuma lo asuma como fundamental en la acción política y que afronte el problema de la plurinacionalidad en España y el diálogo en Cataluña”.
La Universidad es la estación de origen del proyecto político de Iglesias, que en sus inicios estaba concebido para una guerra relámpago que le granjeó cinco millones de votos y 71 diputados en 2016. La Moncloa es la estación de destino de ese mismo proyecto, maltrecho y golpeado, que se ha quedado con 35 diputados y dos millones menos de apoyos. Sin sorpasso a un PSOE vitaminado tras la moción de censura de 2018 que aupó a Sánchez a la presidencia del Gobierno.
Hace tres años, tras las elecciones del 26 de junio, el propio Iglesias se sinceró, también en la Complutense, como si la universidad fuera una catarsis para él. Dijo que le impresionaba e incluso le acojonaba “pasar de ser partisano a ejército regular”. Y avisó de que no les tenía “por qué ir bien”.
A pesar del pinchazo electoral de estos años, previsiblemente se sentará en la sala de mando de La Moncloa, donde ya ha reconocido que tendrá que “ceder en muchas cosas”, porque va a gobernar en minoría dentro de un Ejecutivo compartido con los socialistas. “Nos encontraremos muchos límites y contradicciones”, dijo.
Quién sabe si cuando la duda le asalte, volverá a los pasillos de la universidad para ver en el espejo a aquel joven idealista que plantó cara a al fascismo. Como en casa, los alumnos le han despedido al grito de ”¡Fuera, fascistas, de la Universidad!”.