Orgullo "quillo"
Estamos ante discursos peligrosos que no se pueden normalizar, que no se pueden dejar pasar.
“Se tendría que estudiar en qué momento se ha roto aquel viejo pacto no
escrito en el que todo el mundo asumía que los quillos se quedaban en sus
sitios de quillos haciendo cosas de quillos y no venían a molestar a la Cataluña
interior. Verdad que yo no voy al Splau o a las discos estas suyas?”.
Estas desafortunadas palabras fueron publicadas en su perfil de Twitter por parte del concejal de la CUP en Sant Sadurní d’Anoia, Jordi Pujol Lizana. Y aunque al desatarse la polémica eliminó el mensaje, nada hace pensar que se arrepienta del fondo del mismo ni que hoy piense distinto que ayer.
Simplemente, lo eliminó. Hoy, el concejal de la CUP, y tantos otros en una parte del independentismo catalán, sobre todo en el seno de la CUP y de Junts per Catalunya, siguen considerando que, en Cataluña, concretamente en las áreas metropolitanas de Barcelona y de Tarragona, vive mucha gente que no son catalanes del todo. Una especie de ciudadanos de segunda a los que suelen referirse como “quillos” o “charnegos” y por los que sienten un profundo desprecio. Porque suelen hablar en castellano, no son ricos y son de clase
trabajadora. Y eso, imagino, es algo espantoso para muchos miembros de un partido como la CUP, que actúan como si fueran antisistema, pero muchos de sus votantes se encuentran en el espectro más rico del electorado catalán, según varios estudios, incluyendo los del Centre d´Estudis d´Opinió de la propia Generalitat de Catalunya.
Los segundos más ricos, votan a JxCAT. Así que, por doloroso que sea leer este tipo de comentarios xenófobos y clasistas, no es tan extraño que la CUP los acabe pronunciando. Y que acabe ejerciendo como muleta de la burguesía catalana invistiendo presidentes como Quim Torra y aprobando presupuestos de derechas que han ido consolidando los recortes sociales más bestias que se han producido en los últimos tiempos. Eso sí, mientras con una mano le dan al botón del “sí” a la derecha catalana y “sí” a sus presupuestos, con la otra hacen tuits muy revolucionarios y progresistas. Casi siempre. A veces, se les escapa lo que llevan dentro, lo que piensan profundamente.
Esto no es un caso aislado. Son discursos existentes en una parte, espero que pequeña, del independentismo catalán, que cada vez tiene menos escrúpulos a la hora de hacerlo público. Le Pen ha aprendido a disimular para asustar menos, pero estos aún no. Y es que, ¿qué diferencia hay entre el discurso identitario y excluyente de VOX y el discurso identitario y excluyente de personas como el concejal clasista de la CUP? Se dice que los presuntos extremos se tocan, y este es un evidente ejemplo de ello. Estamos ante discursos peligrosos que no se pueden normalizar, que no se pueden dejar pasar. Y de igual manera que decimos que hay que ir desmontando a VOX, también hay que hacerlo con quienes hacen lo mismo en Cataluña, pero hablando en una lengua distinta. Y en el caso de estos últimos, además, con altas dosis de hipocresía. Catalunya fue y será, siempre, tierra de acogida, de respeto y orgullosa de su diversidad. Porque ello nos hace más ricos, y no menos.
Splau, el centro comercial al que el concejal clasista se refiere, se ubica en la ciudad de Cornellà de Llobregat. Una ciudad que he tenido el gusto de conocer más a fondo en los últimos años. Cornellà es la ciudad de “quillos” y “charnegos” célebres como los Estopa o Jordi Évole. Y de tantas otras y otros que no son conocidos nacional e internacionalmente, pero que han trabajado mucho más que muchos votantes de la CUP para salir adelante. Solo hay que dar una vuelta por sus calles y sus plazas para verlo. Solo hay que ir de entidad en entidad, de peña en peña, para darse cuenta. Porque si además hay algo que caracteriza a muchas de las personas que la CUP desprecia, es su apuesta por la defensa, conservación y divulgación de la cultura. Una cultura apasionante y apasionada, talentosa, con alma, pero quizás demasiado plural y diversa para la Catalunya pequeña que solo existe en la cabeza del identitarismo catalán.
Si de alguna manera tuviera que definir Cornellà, seguramente lo haría como la ciudad de gente humilde a la que nadie le ha regalado nada y que se ha labrado un futuro mejor que el de sus antepasados a base de trabajar honradamente y sin meterse con nadie. Y como en Cornellà, en tantas otras ciudades de alrededor de Barcelona, de Tarragona o de mi comarca, el Vallès Oriental.
Y no me cabe ninguna duda, de que estos catalanes y catalanas, como mis abuelos (de Andalucía a Sant Feliu de Codines), que vinieron de otras partes de España a Catalunya para buscarse una vida mejor y dar de comer a sus hijos y a sus nietos, han hecho mucho más por Cataluña que muchos de estos clasistas capaces de despreciar a la mitad de Catalunya por el simple hecho de pensar distinto, de hablar distinto o, sobre todo, de votar distinto. Porque si algo les jode, es que ni en el mejor de los escenarios, partidos como la CUP o JxCAT, son capaces de ganar votos electorales en la mayoría de esas ciudades repletas de gente digna cuyas vidas fueron, han sido y son una lección para el resto. Así pues, larga vida al orgullo “quillo”.