Pero a veces para mirar al futuro conviene echar la vista atrás. Así veremos que el feminismo viene de lejos, que debemos muchos logros y derechos a las feministas que nos precedieron, y que lo que se consiguió en el pasado demuestra que se puede luchar (más) en la actualidad.
Hay que remontarse al siglo IV para descubrir la historia de una de las primeras feministas de la historia. Rompiendo la norma social que relegaba a las mujeres a la vida en el hogar, Hipatia estudió filosofía, astronomía, matemáticas, física y lógica, convirtiéndose en la primera matemática (conocida) de la historia. Hipatia fue la filósofa más destacada de la escuela neoplatónica de Alejandría e inventó el densímetro. Como ser mujer y científica era algo que no cuadraba en la época, Hipatia fue acusada de brujería, asesinada y quemada en la hoguera.
Arenal siempre quiso ser abogada, pero en su época las mujeres tenían prohibido ir a la universidad. ¿La solución? Hacerse pasar por un hombre. En 1841, para poder ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, Concepción Arenal se cortó el pelo y se puso levita, capa y sombrero de copa. Al descubrirse su verdadera identidad, intervino el rector y la joven tuvo que someterse a un examen, que superó. Sólo entonces fue autorizada a asistir a las clases.
Esta activista inglesa dio su vida por el feminismo. Desde muy joven, Davison estuvo involucrada en la lucha por los derechos de las mujeres y en la causa sufragista, lo que le costó detenciones y cárcel en varias ocasiones. Ante la impotencia de que, por mucho que protestaran, las injusticias seguían ahí, empezó una huelga de hambre en la cárcel y se tiró por unas escaleras de hierro para denunciar su situación.
El 4 de junio de 1913, cuando asistía a una carrera de caballos para manifestarse por el derecho a voto de las mujeres, un caballo la arrolló mientras ella trataba de colocar un cartel sufragista, dejándola inconsciente y malherida. Davison no consiguió recuperarse y murió cuatro días después del incidente.
Cuando Concha era pequeña, un amigo de sus padres fue a visitarlos a su casa y preguntó a los niños qué querían ser de mayores. "Capitán de barco", contestó Concha, a lo que el hombre replicó: "Las niñas no son nada". Entonces no supo lo equivocado que estaba.
De mayor, Méndez formó parte del grupo de Las Sinsombrero, esas mujeres que se atrevieron a quitarse el sombrero en plena calle como acto de rebeldía en los años 20. "Un día te van a tirar piedras", les advirtió la madre de Concha. Y así fue. Pero con ello dejaron claro que no se conformaban con el rol de esposas y madres que les asignaba la sociedad.
Beauvoir será recordada por ser la autora de El segundo sexo (1949), donde defiende que la mujer tiene que reconquistar su propia identidad. Pero la labor feminista de esta filósofa francesa no se quedó en la teoría y logró, con el apoyo de la sociedad francesa, la legalización del aborto en su país.
En 1971, junto con otras 342 mujeres intelectuales, Simone de Beauvoir redactó un manifiesto en el que reconocía haber abortado cuando todavía era ilegal, por lo que enfrentaban a penas de prisión. Este gesto inspiró otro manifiesto en 1973 en el que 331 médicos se declaraban a favor de la libertad para abortar. Apenas un año después, se firmaba la ley Veil, que despenalizaba la interrupción voluntaria del embarazo durante las diez primeras semanas de gestación.
Las críticas de Edna O'Brien contra la opresión del catolicismo en la Irlanda rural no sólo le costaron la censura, sino la humillación pública. Después de publicar Chica de campo, "su madre renegó de ella y hasta un cura organizó un aquelarre quemando ejemplares en el centro de una plaza", cuenta Elvira Lindo en el libro 30 maneras de quitarse el sombrero.
Tampoco su marido soportó que su mujer escribiera, ni a los críticos de la época les gustó que O'Brien hablara del deseo femenino, llegando a decir que "escribía con las bragas". Al parecer, esa forma de escribir le funcionó y a día de hoy acumula al menos 12 premios literarios. Como señala Elvira Lindo, "O'Brien empuñó sus bragas como si fueran una espada".
A Nawal El Saadawi la han mutilado, encarcelado y exiliado, por este orden. Pero nada ha conseguido callarla. Lleva toda su vida luchando contra las "divisiones arbitrarias", empezando por las que sufrió en su propia casa. De pequeña pidió a sus padres que la trataran igual que a su hermano e incluso se rebeló ante Dios escribiéndole una carta: "Querido Dios, se supone que tú eres justo. ¿Por qué eres tan injusto conmigo? ¿Por qué prefieres a mi hermano?".
De mayor siguió topándose con más injusticias, y cuestionándolas. En 1972 Saadawi perdió su puesto en el Ministerio de Salud por denunciar en La mujer y el sexo la ablación del clítoris a las niñas, una práctica todavía muy extendida. En 1981 el régimen egipcio la encarceló por su postura crítica, pero Saadawi se las apañó en la cárcel para escribir sus memorias sobre un rollo de papel higiénico. Años después tuvo que exiliarse por amenazas de muerte de los islamistas, pero tampoco entonces se calló; durante el exilio impartió clases en la Universidad estadounidense de Duke.
Esta mujer fue maltratada primero por su marido y luego por el Estado franquista y de principios de la Transición, que no toleraba el feminismo. Por su activismo público en defensa de los derechos de las mujeres dentro de la Plataforma de organizaciones feministas del Estado Español, Pérez del Campo se enfrentó a detenciones policiales y multas entre 1975 y 1981.
Ana María Pérez del Campo es cofundadora de la primera asociación española de mujeres separadas, participó en la redacción del borrador de la ley del divorcio en España en 1981 y, diez años más tarde, fundó el primer centro de atención a las víctimas de violencia de género. También es pionera en el uso del concepto terrorismo de género para denunciar la violencia contra las mujeres como "fruto de la ideología del sistema patriarcal".
Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es