Nuevas "liturgias"
El dinero debe ponerse al servicio de la democracia y no al revés.
Sí, “liturgias” entrecomillas, por obra y gracia del dios Casado y de su profeta en la tierra, Isabel Díaz-Ayuso. Ahora que amenazan con regalarnos una bajada de impuestos, y que están entusiasmados con su idea de convertir Madrid en reserva espiritual de España, me viene a la cabeza algo que leí hace tiempo y que sería mucho más lógico que ese impreciso café para todos que anuncian.
El sistema a que me refiero funcionó durante siglos, aunque fue cayendo en desuso. En la Grecia clásica existía lo que se llamaba la “liturgia”, que nada tiene que ver con oficios religiosos, y que podría traducirse como “servicio público”. Los “liturgos”, siempre hombres ricos y poderosos, estaban obligados por ley a financiar una obra pública, a cooperar con la construcción de naves para una guerra o a pagar la música o el teatro en un festival público. No podían decir que no, aunque tenían la posibilidad de denunciar a otro rico que tuviera más patrimonio y que no hubiera sido designado como pagador. Entre ellos se entendían, aunque también encontraban las fórmulas para escaquearse, que supongo que tendrían, como ahora, una legión de abogados y expertos para sacarlos del apuro.
Y entonces aparecieron los “evergetas”, los notables, que, para granjearse el favor de sus vecinos, para sentirse importantes, respetables y ganar prestigio, donaban a su ciudad grandes obras públicas. Su generosidad les otorgaba más autoridad y hacía que la gente se pusiera a su servicio. Lo fundamental era obtener la sumisión de los otros. El evergetismo era una mera cuestión de imagen, porque los poderosos del momento eran los gobernantes.
Y andando el tiempo, pasando los siglos, nos encontramos en el mismo punto. Los actuales “liturgos” guardan su fortuna en Suiza o en las Caimán para que nadie pueda obligarles a colaborar con la comunidad. Y los “evergetas”, los gobernantes, como entonces, nos echan de cuando en cuando un trozo de pan duro para engañar al hambre. Ahora, con una cacareada rebaja del IRPF , eso sí. Igual para todos, con lo que los de las cuentas en paraísos, y los más mimados por la Diosa Fortuna, seguirán con los mismos privilegios.
Y ni siquiera se harán la gracia de regalarnos un centro cultura, una biblioteca o un hospital. No hemos aprendido nada. Nos quedamos con lo peor de la historia olvidando que ya está todo inventado, que el dinero debe ponerse al servicio de la democracia y no al revés.
Y que la aristocracia, del griego “aristós”, es el gobierno de los mejores, no de los más ricos.