Nuestros líderes se apuntan a la radicalización
¡Dimisión, dimisión! La oposición pidiendo a gritos a la ministra de Justicia que renuncie a la cartera. La bronca entre Gabriel Rufián y la diputada del PP, Beatriz Escudero. "Palmera" le llamó él, "imbécil" le respondió ella. El PP en vísperas del 12 de octubre repartiendo banderas de España en los barrios para que ondeen en los balcones.
La tendencia a radicalizar y tensionar el discurso político ha llegado a España. No hace falta mirar a Trump, Matteo Salvini o Bolsonaro. Broncas han existido siempre, pero no hay más que ver las del Congreso de los Diputados y el Parlament de Cataluña para comprender que la tendencia internacional ha calado. La crispación tiene un nuevo ingrediente, la radicalización.
Ahora hay un incentivo por todas partes a situar al otro en el extremo. Esa es la estrategia de Ciudadanos y PP, y también la del PSOE y Podemos, acusándose mutuamente de ser ultras.
Para Isabel Celáa, ministra de Educación y portavoz del Gobierno, "la ausencia de políticas alternativas y propuestas, trae estas broncas que son espantosas para la ciudadanía. Lo que tengo claro es que no es rentable para la política reiterar y reiterar una mentira".
Todos los entrevistados defienden que broncas ha habido siempre, pero carecían de este revelador matiz. Los partidos están interpretando que la moderación ha dejado de ser rentable y que los votantes terminarán escorándose hacia los populismos. La escenificación de Vox en Vistalegre abona estas inclinaciones, que la gente de Pablo Casado llevaba meses detectando.
"Aquí hay agresividad entre los líderes, yo noto radicalidad y dureza. Los líderes han elegido ese campo de juego. Quizá haya un mimetismo con un mundo en el que estamos viendo actitudes más agresivas. Me preocupa que una postura de fuerza en el Congreso se relacione con cosas negativas", apunta Celia Villalobos. La veterana diputada del PP recuerda que el votante siempre dice preferir "la moderación, el entendimiento y el consenso".
Lo que nadie sabe a ciencia cierta es si la gente en este país seguirá demandando esa moderación, ahora que el riesgo de una crisis económica mundial planea sobre sus cabezas, y cuando todavía colea la anterior.
Gabriel Rufián, uno de los protagonistas habituales de las broncas, asegura que está de acuerdo "en que en el Parlamento se vuelva al marco que había hace unos años". "Pero lo que no acepto es que estemos rompiendo la cortesía parlamentaria. No hay más que recordar al PP contra Zapatero. Que un chaval como yo esté incomodando a Álvarez Cascos no es como para montar una gran bronca. Lo que ha pasado es que han logrado que no se hable de la comparecencia de Cascos. Y no monto la bronca por rentabilidad política. Con mirar el Parlamento británico, comprendes que no somos muy diferentes", señala.
La intensidad del ruido al que nos hemos acostumbrado oscurece cualquier atisbo de contenidos interesantes para la ciudadanía, a lo que contribuimos los medios de comunicación para los que el jaleo es mucho más atractivo que las propuestas políticas.
José Manuel Villegas, secretario general de Ciudadanos, considera que "hay demasiada bronca cuando hay poca propuesta". "Estamos en una etapa excepcional, con menos estabilidad y ausencia de dinámicas de colaboración. Hay también algo puntual, la decisión de Sánchez de apoyarse en Podemos y los independentistas. La situación de Cataluña también genera tensión. La gente echa de menos propuestas de futuro pero hay tanto ruido que no es posible 'vender' contenidos. Hace unos días presentamos por todo lo alto en Sevilla un decálogo de 10 reformas de España y no ha tenido eco", comenta.
El politólogo y diputado socialista Ignacio Urquizu subraya que el votante de Vox proviene del sector servicios y de trabajadores cualificados con formación profesional procedentes de grandes ciudades. Un perfil con cierta similitud con los hillbilly que votaron a Trump. "La crispación siempre se ha usado como estrategia política. El origen está en los republicanos de Estados Unidos, en el asesor de George Bush, Karl Rove, que decía cosas como que los demócratas quieren convertir los espacios americanos en gulags. Se usa para desmovilizar al centro, se pretende que la gente más moderada se quede en casa. El debate internacional ha llegado a España", reflexiona.