NO, los perros no son un buen regalo de Navidad
Llevaba yo un mes con Josué (así llamaré a mi ex) cuando conocí a su mamá. Nada más como dato "curioso": su mamá lo abandonó cuando tenía 14 años. Así, literal. Un día Josué regresó de la escuela y se había ido. La volvió a ver siete años después porque él la fue a buscar al depa de su abuelita.
Por esta y más razones, la relación entre ellos era intermitente, pero como yo había leído que entre mejor nos lleváramos las novias con las suegras más posibilidades de matrimonio habría, pues yo ponía mi granito de arena para convivir lo más posible.
Todo indicaba que la señora a-d-o-r-a-b-a a los perros, decía que eran ángeles peludos; si veíamos alguno en la calle (lo cual en la colonia Roma pasa muuuy seguido), los acariciaba y nos recordaba cuán hermosos y divinos eran, y nos compartía cómo ella cuidaría felizmente a uno sin escatimar cariño hasta su muerte. En fin. You get the idea.
Encontrando a Caramelo
Hace cuatro años, estando yo en el trabajo viendo Facebook (algo que ningún Godín hace, jijiji), me encontré con "Solovino". Era un perro mediano, color caramelo y tenía los ojos despedazados, el pene del tamaño de una berenjena, estaba lleno de bolas, ¡¡se veía terrible!! Fundación Laika lo había rescatado y pedía dinero para su tratamiento.
A la hora de la comida fui al banco y deposité. Desde entonces la chica de la fundación me etiquetaba en todas las fotos de "Solovino". Escribía cosas como: "Madrina, mis ojitos ya están mejor", "Madrina, hoy me quitaron seis tumores", y así.
Cuando se acercaba el cumpleaños de la mamá de Josué, tuve una genial ideal (#not):¿y si le regalamos un perro? Josué me dijo que quizá no era el mejor plan porque su mamá, básicamente, "así como decía una cosa decía la otra", pero yo alegué que sería el mejor regalo E-V-E-R. Si se la pasaba diciendo cuán adorables eran los perros, ¡¡era OBVIO que quería uno!!
Por si fuera poco, yo la notaba medio deprimida, así que pensé que "Solovino" y ella formarían la pareja fantástica, el típico caso de ¿Quién salvó a quién?
Hablé rápidamente con mi papá para que nos hiciera favor de volar a "Solovino" de Culiacán a México. Toda esta parte de la historia la puedes ver en este video:
¿Bienvenido?, Caramelo
Para cuando "Solovino" llegó a la CDMX ya le habíamos cambiado el nombre a "Caramelo", un nombre muy girly, pero que hacía sentido por el color del perrito (y porque su "dueña" sería mujer).
Para no hacerte el cuento largo, la señora NO QUISO AL PERRO.
¡¡¡Y ahora qué hacemos con él!!!
La cabeza me daba vueltas, yo quería llorar, gritarle: "Vieja maniaca, bipolar. ¿Entonces por qué acaricia a todos los perros que se encuentra? ¿Por qué diablos dice que son ángeles peludos y que si usted tuviera uno sería un tremendo honor?". Lloré como no tienes una idea. Y me preocupé. ME PREOCUPÉ MUCHO.
¿Qué hacemos ahora con el Caramelo?
Yo sé de gente que los suelta a la calle esperando lo mejor... Pero nosotros simplemente no podíamos hacer eso.
Haciendo cambios
A la semana del regalo no deseado, Josué decidió mudarse —con todo y perro— a un depa pet-friendly. Como no estaba financieramente preparado para el upgrade, no tuvo para pagar el primer mes de renta; ni para el segundo, ni el tercero, ni el cuarto... ni el séptimo.
Si crees que yo le ayudé a cubrir este gasto durante todo este tiempo ¡¡estás en lo correcto!! Y te voy a decir por qué: por la culpa que yo sentía de haber regalado al Caramelo a alguien que no lo quería, que no lo había específicamente pedido.
Yo me culpaba por no haber preguntado. Entre que la señora había mandado ciertas señales y entre que yo las había interpretado de cierta manera, había puesto a todos en menudo aprieto.
Y cuando digo a TODOS no exageró:el Caramelo era alérgico a las croquetas, así que mi mamá le hacía una comida especial; requirió 11 operaciones, mismas que pagó mi papá (casi Introduzca texto aquí00 mil pesos); había semanas en las que había que llevarlo diario al veterinario a que lo inyectaran, lo cual implicaba que Josué o yo tuviéramos que pedir permiso en el trabajo o escaparnos para poder llevarlo. En fin, la recuperación total de Caramelo requirió un GRAN trabajo de equipo.
#LosPerrosNoSonJuguetes
La lección, querido(a) lector(a), es que tener un perro ES UNA TAREA MUUUUY PESADA. Es más o menos como un hijo: una "bendición" que viene acompañada de una gran cantidad de "maldiciones" (preocupaciones, corajes, tristezas, agobios).
Tener perro en esta etapa de la vida —en lo personal— me cambió la vida, pero reconozco que no es para todo el mundo y que NO es verdad que "siempre" sea el momento ideal para adoptar uno.
La verdad es que tener un perrito en casa es una reverenda friega. Es una friega levantarte antes de lo habitual para pasearlo, alimentarlo, bañarlo, levantar el popó, curarlo cuando se enferma, llegar a la hora que sea y pasearlo antes de dormir, ¡¡es una F-R-I-E-G-A!! Requiere tiempo, dinero, esfuerzo, and I mean, muuucho tiempo, muuucho dinero y muuucho esfuerzo. ¿Lo valen? ¡¡SÍ!! Pero no por eso deja de ser una tarea pesada y una GRAN RESPONSABILIDAD.
En esta época navideña no falta el papá, la abuela, el tío o la madrina que piensa, al igual que yo lo hice hace casi cuatro años años, que regalar un perro es una genial idea. ¡CRÉEME! NO LO ES.
No lo es en ninguno de los casos, ni aunque de verdad sea el regalo más deseado por el niño de la familia, porque el perro no debe estar asociado a un regalo que pasa de moda después de un tiempo, a un juguete que se tira después de unos años de jugar con él, a un accesorio en tendencia del que puede desprender con facilidad (basta con dejar la puerta abierta).
Un perro, EN EL MEJOR DE LOS CASOS, se convierte en un miembro más de la familia que, como toda relación, requiere tiempo, dinero y esfuerzo. Gracias a Dios nos está tocando vivir en una época de mucha concientización acerca de todas las bondades que tiene tener una mascota en casa, pero definitivamente un perro no es para todo el mundo, ni siempre es una buena idea adoptarlo.
Esta Navidad, mi sugerencia es que regalemos tiempo, ese tiempo de calidad que le hemos quitado a todas nuestras relaciones por andar en el Whatsapp, las redes sociales y todas las demás apps que nos consumen energía y enfoque como si no hubiera mañana.
Después de tiempo podemos regalar un detalle, sí, cada quien dependiendo de su presupuesto, pero jamás un perro. Porque un perro da muchas alegrías, sí, pero también da dolores de cabeza, y cuando se va, una profunda tristeza.
Por eso debe ser una decisión tomada con la cabeza más que con el corazón. ¿Puedes/quieres atenderlo?, ¿puedes/quieres alimentarlo?, ¿puedes/quieres cuidarlo? ¿Puedes/quieres dedicarle tiempo?
Para finalizar esta historia, yo terminé con Josué y él se quedó con el Caramelo (a quien rebautizó como "Mike", por Suits). Fue curioso porque durante un año lo seguí visitando los domingos, cual "hijo" de padres divorciados... Hasta que Josué me lo prohibió porque dijo que no le hacía bien, y bueno, ni modo.
Por mi parte adopté otro perrito, que falleció hace un mes. Si yo te contara lo que me ha pesado no me lo creerías (a menos que a ti también se te haya muerto un perrito que adoraste con todas tus fuerzas). Es este de la foto, se llamaba Alecito.
Adoptar un perro tiene que ser una elección consciente que no debe asociarse a "obsequio-úsese-y-tírese", sino a un compromiso y una responsabilidad a largo plazo. Claramente ni hablo de comprar; eso para mí es absolutamente inviable a estas alturas del partido.
Si coincides con mi visión y nos quieres ayudar a crear conciencia, únete a la campaña en redes sociales con el hashtag #losperrosSONfamiliaNOregalos.
Este post se publicó originalmente en el HuffPost México.