No lo llame trabajo precario, llámelo esclavitud
"Ha tenido que fallecer una persona mientras hacía su trabajo para caer en la cuenta de que se deberían mejorar sus condiciones".
Hace una semana, la escritora Donna Leon nos recordaba en una entrevista, por si aún no lo sabíamos, que “los trabajadores de un almacén de Amazon son los esclavos de hoy”. Una semana después falleció en una calle de Madrid mientras trabajaba el barrendero José Antonio González.
Lo hacía con un contrato de trabajo de un mes y un uniforme de poliéster a 42 grados bajo un sol de justicia. Días antes, una de sus búsquedas en Google había sido “qué hacer ante un golpe de calor”.
No se engañen, no verán a negros recogiendo el algodón ante la mirada desafiante de sus amos desde el caballo. Tampoco podrán ir al mercado a comprarse un esclavo, pero si escarban un poco con la uña podrán ver una forma de esclavitud sometida a condiciones infrahumanas como las de José Antonio.
Miles de sanitarios llevan años con contratos de meses, si no de días, trabajando y haciendo guardias maratonianas mientras cuidan de nuestra salud. Son los mismos que lo dieron todo durante la pandemia y, aunque ahora quieran mejorar sus condiciones, no hay que olvidarse de que lo hicieron de corazón y muchos de ellos bajo unas condiciones que todavía hoy acusan sufriendo estrés y ansiedad.
También los repartidores, la mayoría falsos autónomos, dedican su dilatada jornada laboral a ir de una punta a otra de la ciudad cobrando un sueldo justo rozando lo precario. ¿A eso lo llamamos trabajo o un tipo de esclavitud encubierta?
Y seguimos para bingo: tiendas abiertas hasta la madrugada para que compres uno de sus artículos made in China (como casi todo hoy en día), además de grandes almacenes abiertos hasta los domingos y un largo etcétera que dan cuenta de un panorama poco optimista.
Pero lo más llamativo es que ha tenido que fallecer una persona mientras hacía su trabajo para caer en la cuenta de que se deberían mejorar sus condiciones. Parece que el alcalde no estaba al corriente de ellas, como de muchas otras cosas.
El Artículo 15 de la Constitución española empieza así: “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral…”, pero en el mundo real es otra historia. Y, si no, ¿qué habría pasado si el fallecido hubiera sido hermano del Presidente o del propio alcalde de Madrid? No se engañen, no todos somos iguales.
La esclavitud del siglo XXI es muy peligrosa porque está ahí, pero no la vemos y si lo hacemos unas veces miramos para otro lado y otras agachamos la cabeza para ponernos al servicio de la compleja maquinaria del sistema. Y de los niños de Bangladesh hablamos otro día.