No está el país como para comérsela a Girauta
El exdiputado de Ciudadanos hace de la capa de la libertad un sayo para despotricar con soberbia infinita y atacar sin tasa.
Dado que lo de “Gobierno Frankenstein” se ha gastado de tanto usarlo, merecería la pena renovar las comparaciones y buscar otro personaje de ficción que se ajuste a la realidad actual. No es tan difícil: Juan Carlos Girauta y el doctor Jekyll y Mister Hyde.
La transformación que ha sufrido el exdiputado de Ciudadanos desde que se apartó de la política da para protagonizar la historia de Robert Louis Stevenson. Con una salvedad: al doctor Girauta ya se le veía venir. Como portavoz parlamentario traslucía la tensión propia del que se ve obligado a callar por una obligación inherente a su responsabilidad. Sus palabras eran un ejercicio de contención que funcionaban en la forma, pero no en el fondo: cuántas mordeduras debió sufrir su lengua esos años...
Despojado de las ataduras que comporta el cargo público, Girauta dice ser ahora un ciudadano libre, según presume en su cuenta de Twitter. Mala cosa cuando uno hace de la capa de la libertad un sayo para malmeter, despotricar con soberbia infinita y atacar sin tasa. Y, lo que es aún peor en un ex representante de los ciudadanos, utilizar un lenguaje soez impropio de persona que aspira a ser respetada.
Que un ex diputado califique a sus antiguos compañeros de “traidores” en un tuit es un indicador de que, o bien a Girauta le han hecho la vida imposible (que podría ser), o bien la cuarentena, o la soledad del teléfono que ya no suena o todo un poco le han metido en la espiral del todo vale. Probablemente sea lo segundo, ya que si no es imposible entender que rematase su texto con un “vosotros, traidores, me vais a comer la polla por tiempos”. No sería descabellado imaginar que celebrase la publicación del mensaje con un eructo rotundo.
Girauta, hombre leído y bloqueador compulsivo, aspiró en su momento a ser Churchill y pronunciar frases redondas como “una nación que olvida su pasado no tiene futuro”, pero pasará a la historia como autor del “vosotros, traidores, me vais a comer la polla por tiempos”. Porque menudo es Girauta: ahora como ciudadano libre ya no tiene que ponerse máscaras para disimular y puede jactarse de que él no se arrodilla ante nadie, menos aún para solidarizarse con la víctimas del racismo que fractura Estados Unidos y que sólo los indecentes se niegan a reconocer. Girauta sostiene que “un hombre sólo se arrodilla ante Dios”. Donde esté la fe que se quite la realidad.
El Mister Hyde en el que se ha transformado el doctor Girauta no es, ya hemos dicho, algo que cause sorpresa. Su vida ha sido una constante evolución, no se sabe hacia dónde, pero evolución al fin y al cabo. Sólo en política ha pasado por el maoísta PTE, por el PSC y por el PP con una penúltima parada en Ciudadanos. El doctor Jekyll lo calificaría de heterodoxia ideológica, pero Mister Hyde lo tildaría de patético chaqueterismo. En fin, se trata de la penúltima parada porque aún queda la estación final: Vox.
Será ahí cuando por fin Girauta quede exento de ataduras, cuando pueda decir cualquier barbaridad sin reparar en las consecuencias, cuando pueda exponer su bravuconería sin tapujos. Puro ADN del partido de ultraderecha, del que cada vez comparte no sólo más mensajes en Twitter, sino ideología. Dijo hace muchos años Rosa Díez que la mayoría de los españoles eran de UPyD y no lo sabían: Girauta es de Vox, y lo sabe.
Girauta y su émulo Marcos de Quinto —otro al que, por supuesto, jamás callará ningún mequetrefe—, ya están fuera de Ciudadanos. La gran victoria de Arrimadas en estos meses no es que haya vuelto a situar al partido en el centro político, que también, sino haberse quitado estos dos lastres que tanto daño le hacían. Que ambos se hayan ido por no compartir el rumbo que tomaba el partido no hace más que constatar que Ciudadanos ha tomado la senda correcta en el momento en el que se le exigía estar a la altura de las circunstancias.
No está el país como para comérsela a Girauta por tiempos, la verdad.