Madrid: la tierra de los sueños es un sueño gélido
Mientras las autoridades “se pasan la pelota”, varias familias solicitantes de asilo viven desde hace días en la calle.
“Estamos hasta aquí”, dice el vigilante de seguridad de la sede del Samur Social señalándose el cuello. “Desbordados”, aclara, por si hiciera falta.
Desde hace unos días, esperan a las puertas de este centro en pleno barrio madrileño de La Latina decenas de personas migrantes solicitantes de asilo, la mayoría familias con niños, algo que indigna y desespera a partes iguales. Indigna porque, a priori, nadie debería dormir a la intemperie, y menos personas que piden protección internacional, y menos si son niños. Desespera porque los organismos que deberían hacer frente a esta emergencia se confiesan colapsados.
Los trabajadores del Samur Social, que depende del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid, hicieron huelga este lunes para reivindicar algo que llevan denunciando mucho tiempo, que el servicio está “saturado” y requiere “un cambio estructural”, señala Azucena Pérez, miembro del Comité de Empresa del Grupo 5 de Samur Social. “Esto no es cosa de seis meses ni de un año; nosotros llevamos años pidiéndolo, lo que pasa es que ahora es más mediático. Las autoridades se pasan la pelota y nadie atiende la situación”.
Mientras tanto, a las puertas del centro permanecen Johaise, su marido y su hijo Abraham, de 1 año y cuatro meses, que llegaron hace unos días desde Venezuela y siguen en la duda de cuándo o cómo se resolverá su situación. Si han logrado dormir bajo techo las últimas noches ha sido gracias a la solidaridad de los vecinos, que incluso llegaron a alojar a la madre y al niño para que no durmieran al raso. “Son ellos los que han traído todo esto”, dice Johaise apuntando con el dedo a un conjunto de mantas y juguetes apilados en el suelo como simulando que esa parte de la calle San Francisco sea menos calle y más casa.
La realidad es que muy probablemente sea esa su ‘casa’ en las próximas semanas. “Ninguna ONG te acoge si no llevas el papel blanco”, explica Alejandra, también venezolana. Ese papel es el resguardo de la solicitud de asilo, pero para que te lo den necesitas antes una cita, y para conseguir cita, que depende del Ministerio del Interior, necesitas… esperar. “Pueden pasar meses”, afirma Azucena Pérez. “Y las familias no tienen recursos para pagarse un alojamiento todo ese tiempo. Nadie en la ciudad de Madrid te alquila una vivienda sin un contrato de trabajo o una nómina. Así que acabas yendo a hoteles, a hostales, y eso encarece. Son unos precios muy altos para las familias que huyen de sus países o para los ciudadanos que vienen de una emergencia social”, explica. La mayoría termina su periplo a las puertas del Samur Social, y ahí no quedan plazas, aseguran los trabajadores.
Jesús Méndez, de 28 años, llegó el jueves a Madrid “a pedir ayuda” junto con su pareja, Rubén, ambos venezolanos. Ese mismo día se entrevistó con una trabajadora social, quien les tomó los datos y les pidió que volvieran el lunes, que les darían “estadía”. El lunes ha llegado y se han encontrado con las mismas: no hay plazas. “Nuestra situación aquí es muy confusa. Nos han dicho que hay plazas para pasar las primeras noches, pero aquí estamos, esperando una respuesta. No tenemos dónde estar. Es muy engorroso”, cuenta. “Todos nos mandaban aquí”, relata el joven a una trabajadora del Samur. “Nosotras no tenemos la competencia”, le responde con una sonrisa de impotencia la trabajadora, parte de la plantilla que realiza los servicios mínimos esta jornada de huelga y que prefiere no hacer declaraciones a la prensa.
Ella les da una hoja con teléfonos y direcciones de ayuda, entre ellos un número de urgencia por delitos de odio, y les anima a acudir a la Asociación de Migrantes y refugiados LGTBI para “exponer el caso y a ver qué les dicen”. “Aun así, mi consejo es que acudan a la campaña del frío”, les recomienda.
La campaña del frío, el dispositivo “que busca dar respuesta a las personas que sufren los estados más graves de exclusión social” con un incremento de 539 plazas de acogida en albergues de Madrid, comienza esta misma noche del lunes, 25 de noviembre. Pero no parece ser la opción ideal para las familias migrantes.
“El perfil de las personas que hacen uso de la campaña del frío ha cambiado en los últimos años, pero el servicio no. No se han aumentado lo suficiente las plazas para mujeres y hay más demandantes que son familias, no personas sin hogar”, explica Azucena Pérez. “El Ayuntamiento y las administraciones competentes tienen que hacer una evaluación en serio y, a partir de ahí, crear nuevos servicios y actualizar los que existen para poder dar cobertura a todo esto”, sostiene. “Este dispositivo se ha quedado obsoleto frente a la demanda que está pidiendo la ciudadanía”.
Lo que temen Jesús y Rubén si acuden a albergues para la campaña del frío es enfrentarse a algún ataque homófobo. “No sé si aquí exista la homofobia como en Venezuela, no la hemos sentido tanto, pero en el metro hemos escuchado algunas palabras. Y queremos evitar esas cosas, porque venimos de un trauma, de un trato en Venezuela muy grave. Por eso no queremos irnos a esas salas de caballeros, por la seguridad”, recalca Jesús. “Si nos toca, nos iremos. Pero esperamos un lugar donde tengamos seguridad e integridad hacia nosotros; somos muy serios, tenemos el mayor respeto hacia la sociedad, lo menos que queremos es que se sientan aludidos porque hay dos personas del mismo sexo durmiendo en la misma cama”, aclara.
Desde el jueves, Rubén y Jesús se han alojado con “una señora dominicana que conocimos y nos abrió las puertas de su casa”. “Pero por temas legales y de Policía, y porque no queremos que tenga problemas con quien está arrendada, no podemos seguir allí. Nos dio chance hasta hoy”, explica Jesús. “Nuestra experiencia aquí y el recibimiento de la gente ha sido magnífico. Una vez tengamos trabajo, una vez estemos bien, deberíamos venir aquí a agradecer a las personas que nos han ayudado. No tenemos nada que quejarnos y no queremos nada regalado; sólo necesitamos apoyo mientras estamos con el proceso de solicitud de asilo”, señala. “Sólo estamos esperando tener un lugar donde estar. Hemos gastado mucho dinero en transporte, hemos agotado todo, hemos ido a todos los centros que nos han dicho, hemos caminado a lugares lejanos, pero los únicos que nos dan una respuesta es este servicio de Samur, y nos dice que sigamos buscando”, lamenta el venezolano.
En el Samur Social no dan abasto. “No somos capaces, no tenemos las herramientas”, justifican los trabajadores. Denuncian que sus contratos “han ido a precario” desde 2017. “Una de nuestras peticiones principales es que se cubra nuestro absentismo. Hoy teníamos unos servicios mínimos del 50% y muchas veces estamos menos personas trabajando”, ilustra Azucena Pérez. Esto, sumado al aumento de personas que acuden a la sede a pedir ayuda, “hace que nuestra capacidad de intervención baje”. “Igual que [el alcalde de Madrid, José Luis Martínez] Almeida nos pide a nosotros que reflexionemos si tenemos suficiente justificación para convocar la huelga, pedimos reflexión al Ayuntamiento de Madrid, al Ministerio de Interior, a la Comunidad de Madrid, que se pregunten si realmente han puesto los medios suficientes como para evitar que los solicitantes de asilo pernocten en las puertas. ¿Es necesario llegar a esto?”, lanza Pérez.
Efectivamente, las solicitudes de asilo se han duplicado en España en el último año, pasando de 55.749 en 2018 a 93.399 en lo que va de 2019, y la Comunidad de Madrid es la más concernida. En 2018 más de 20.000 personas pidieron protección internacional en Madrid, y en los diez primeros meses de este año esa cifra ya supera los 40.000, como señala José Aniorte, delegado del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid, en una carta enviada a Magdalena Valerio, ministra de Trabajo, Migraciones y Servicios Sociales, para abordar esta situación.
Conseguir cita para formalizar la solicitud de asilo, que depende del Ministerio de Interior, es quizás el principal escollo que se encuentran los migrantes una vez que pisan tierra. “En la Cruz Roja nos dicen que no podemos hacer nada hasta que no nos den el papel blanco y no tenemos cita hasta el 13 de diciembre. ¿En todos estos días nadie me va a ayudar de ninguna manera?”, se pregunta Alejandra, que llegó hace una semana con su hermana, su cuñado y su sobrina Camila desde Venezuela. La pequeña, de sólo 6 años, juega con las barras de la calle cubierta con abrigo, bufanda y gorro.
Hasta ahora han conseguido alojamiento por el empeño de los vecinos. “Ayer llegó una vecina que conocimos acá y trabaja en un puesto público, y entró molestísima al Samur, formó un lío, que cómo podía dormir la niña fuera con el frío. Hacía un frío tremendo, estaba hasta garuando [llovizneando]. Ella llamó a alguien, vino una muchacha y nos dijo que podíamos pasar la noche en Cáritas, y así hicimos. Pero ya nos dicen que no nos pueden alojar como tal. Porque tienen departamentos de familias, pero el Ayuntamiento de Madrid les exige que tengamos papeles, y no los tenemos. Esta mañana nos dieron el ultimátum, que en cualquier momento nos sacan de allá”, cuenta, preocupada.
Luz Mari, colombiana, no tiene cita hasta el 16 de enero. “¡¿Para enero?!”, exclama Alejandra. “Imagínese. Ya está muy colapsado, como dicen”, responde. Ambas han oído hablar de la campaña de frío. “Tengo entendido que es para los indigentes, alcohólicos y esas personas”, comenta Alejandra. “Pero nosotros también estamos en situación de calle”, se queja Luz Mari.
A la mujer se le saltan las lágrimas cuando explica el motivo de su partida. “Mi marido y yo teníamos en Colombia una fundación, una ONG donde trabajábamos con niños desplazados que vivían en ranchitos de tablas sin agua ni luz. Nosotros trabajábamos allí, pero nos amenazaron”, dice, y se le corta voz. Entre lágrimas, trata de explicar que en Colombia hay “grupos al margen de la ley que amenazan”. “Es muy duro salir de la casa de uno, del país de uno. Pero nos tocó salir y dejarlo todo”, cuenta Luz Mari. “Imagínese, teniendo casa y estar así. Pero aquí estamos y aquí vamos a esperar”.