Netanyahu lleva maletas con ropa sucia a la Casa Blanca por la lavandería gratis, según 'The Washington Post'
Los empleados cuentan al diario que llega cargado de colada y, "después de varios viajes, quedó claro que se hacía intencionalmente"
Hay una palabra en hebreo que lo define: chutzpah. Es algo así como insolencia, aunque tomada en positivo, una audacia propia de linces, de vivos, de listos. Esa palabra le va como anillo al dedo al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a la luz de lo que acaba de desvelar The Washington Post, que lleva maletas de ropa sucia para lavar en sus viajes oficiales a la Casa Blanca. Las autoridades israelíes niegan estos hechos, que recuerdan a escándalos similares en el pasado.
“La mayoría de políticos va muy lejos para esconder su ropa sucia. Y luego está el primer ministro Benjamín Netanyahu” comienza su artículo el periodista John Hudson.
A lo largo de los años, asegura, Netanyahu “ha desarrollado una reputación entre el personal de la residencia de invitados del presidente (de EEUU) por llevar un cargamento especial en sus viajes a Washington: bolsas y maletas llenas de ropa sucia”, dice la nota, que cita a altos cargos del complejo presidencial.
“Después de varios viajes, quedó claro que se hacía intencionalmente”, dijo al Washington Post un empleado de la residencia que habló bajo condición de anonimato.
El diario también recogía el rechazo a estas declaraciones por parte de la Embajada de Israel en EEUU, que calificó las acusaciones de “infundadas y absurdas”, y aseguró que en su última visita, -para firmar los acuerdos de normalización con Emiratos Árabes Unidos y Baréin- Netanyahu solo entregó para lavar “dos camisas y un pijama, y para planchar su traje y el vestido de su esposa”.
Fuentes de la residencia confirmaron que, efectivamente, en ese viaje no se hizo un uso excesivo de la lavandería, pero que sí se había hecho en viajes pasados.
Suma y sigue
Varios medios israelíes recogían hoy estas informaciones, que no llaman excesivamente la atención al ciudadano israelí, acostumbrado a este tipo de escándalos de baja intensidad por parte de la familia Netanyahu.
En 2016, el primer ministro denunció a su propia oficina y al fiscal general del Estado para impedir que se hicieran públicos sus gastos en tintorería y lavandería, y lo consiguió.
Dos años más tarde, el telediario de Hadashot difundió la transcripción de unas conversaciones de Nir Hefetz -exconsejero de Netanyahu que luego se convirtió en testigo de la Fiscalía en varios casos de corrupción contra él- con la asesora legal de su oficina, Shlomit Barnea-Farago, en las que esta se quejaba de las numerosas demandas de la esposa del primer ministro, Sara Netanyahu, para que el Estado se hiciera cargo de gastos personales.
En las conversaciones, estos acusan a la pareja de gastos excesivos en los viajes oficiales, por motivos tan extravagantes como llevarse cuatro, cinco y hasta ocho “maletas llenas de ropa sucia”. Según difundieron entonces los medios, el motivo era que, a pesar de que la residencia oficial cubre todos los gastos de tintorería sin límites, a ellos les gusta el olor de los suavizantes de las lavanderías de los lujosos hoteles en los que se hospedaban.
Este nuevo golpe a la imagen del apodado Bibi, de la mano del Washington Post, le llega en un mal momento, enjuiciado por corrupción en tres casos distintos, con el país en confinamiento por la segunda ola del coronavirus -que se endurecerá mañana tras convertirse en uno de los países de más alta morbilidad del mundo- y con protestas en la calle pidiendo su dimisión cada sábado.