Nadia Calviño: el talismán de la economía española
Es una economista de Estado que conoce muy bien el funcionamiento del sistema económico.
Ante la muy posible realidad de que España, en los próximos días, acabe consumando el tan mencionado pacto entre Partido Socialista y la formación de Pablo Iglesias, Unidad Podemos, ha hecho que muchos analistas, economistas, así como agentes socioeconómicos se manifiesten en contra de un Gobierno que, ante la situación que atraviesa nuestro país, plantea unas medidas más que utópicas. Unas medidas que, en muy pocas ocasiones, parecen plantear una capacidad real de materializarse en nuestra economía.
En su mayoría, difieren mucho de la realidad de la economía española, cayendo, en la mayoría de los casos, en una autocomplacencia más que injustificada. Unas medidas que, sin memoria económica, parten del más absoluto generalismo, sin contemplar el formato de actuación para materializar dicho plan económico, así como para hacerlo de una forma sostenible, eficiente y efectiva, ante unas exigencias de Bruselas a las que no podemos hacer caso omiso.
Y es que, desde que España entró en la Unión Europea y en el marco común monetario, llegamos a unos acuerdos que, bajo la soberanía monetaria europea, debían cumplirse para dotar a la unión de la estabilidad y la robustez necesaria para que sea efectiva. Unos acuerdos que se bautizaron bajo el nombre de Pactos de Estabilidad y Crecimiento (PEC), los cuales contemplaban una serie de requisitos y normas en materia económica, las cuales debían cumplirse sin excepciones.
Entre estas normas se encuentra la mencionada, y muy cuestionada, norma de déficit cero. Es decir, una norma en la que, para controlar la estabilidad presupuestaria de los países miembros, debía contenerse el gasto público, conteniendo los niveles de deuda, evitar arrojar saldos negativos al cierre de año; es decir, mantener los niveles de déficit al 0%.
Bajo esta premisa, todos los países miembros han discutido acaloradamente con Bruselas la capacidad de suprimir dicha norma, ante la incapacidad de determinados países de incrementar su deuda en momentos donde la situación, para ellos, requería de políticas expansivas para estimular la economía. Un caso, por poner un ejemplo, es el de Italia. Una Italia endeudada, incapaz de contraer más deuda. Ante la situación recesiva que atravesaba el país, Mateo Salvini se propuso desafiar a la propia autoridad europea con políticas que pretendían impulsar los niveles de deuda por encima del 140% del PIB; un completo suicidio económico si se gestionase de forma inadecuada.
Pero no solo el propio Mateo Salvini ha discutido estas medidas con Europa. En España, la formación morada de Pablo Iglesias también ha sido duramente crítica con las medidas pactadas con la Unión Europea. La reforma laboral o las restricciones en materia económica suponen un problema para Unidas Podemos, pues asfixian sus aspiraciones a aplicar nuevas políticas sociales a las que se pueda destinar una mayor cuantía de fondos públicos.
Ante esta situación, Europa plantea dos opciones entre las que España debe elegir si quiere aumentar su gasto. Por un lado, ante un déficit elevado, la reducción del gasto público, lo cual implica desechar dichas medidas, o, por el contrario, aumentar la recaudación fiscal vía impuestos, consiguiendo recaudar más con el fin de destinarlo a ese aumento del gasto que pretende hacerse. Ahora bien, en el caso de España, y ante el riesgo de los elevados niveles de deuda, Bruselas ha ido un paso más allá y ha obligado a España a atender prioritariamente los niveles de deuda, impidiendo que el excedente de la recaudación -el cual solo existe en el programa de Iglesias- vaya destinado a reducir los propios niveles de apalancamiento.
Una situación a la que España ha atendido oportunamente, pues la candidata a presidir la vicepresidencia económica en el país no es ni más ni menos que una vieja conocida de la Unión Europea. Nadia Calviño, actual ministra en funciones de Economía en el Gobierno de España, es una economista de Estado que, habiendo desempeñado su función dentro del órgano europeo, conoce muy bien el funcionamiento del sistema económico.
Ante el miedo que produce en algunos sectores el Gobierno en coalición, Calviño es ese soplo de aire fresco que aporta tranquilidad a los más preocupados. Un oasis en el desierto para aquellos que, temerosos de la actuación de Podemos, esperan políticas completamente desmedidas a las que Calviño ponga freno. Este es un aspecto positivo al que aferrarse dentro de la poca estabilidad que puede traer el comúnmente tildado por la derecha y ultraderecha “Gobierno Frankestein”.
Como digo, ante la inseguridad que aportan, a priori, las medidas del acuerdo progresista, Nadia Calviño se ha convertido en ese amuleto, ese talismán, que ponga la cordura a unas propuestas que, por ahora, no se adaptan a una realidad vigente y a un escenario real.