Pioneras en la Guardia Civil, de llevar un "disfraz" a dirigir una comandancia
Hace 34 años se abrió la puerta a la entrada de la mujer al cuerpo. Hoy su presencia está normalizada, aunque "aún quedan pasos por dar", confiesan varias de sus integrantes.
Una mujer asoma por la calle Batalla del Salado en Madrid. Viste un impecable traje verde, camisa en tonos más claros, tocado con la reglamentaria gorra a juego. Es la España de 1989 y se convierte, irremediablemente, en blanco de miradas. Unas curiosas, otras malintencionadas. Las hay, incluso, inquisitoriales, hasta tener que aguantar que pregunten si va disfrazada. Pero la imagen de esta mujer joven no es, ni mucho menos, la de una carnavalera con ganas de fiesta. Va al trabajo con su uniforme, el que le acredita como Guardia Civil. Es la primera vez que España ve algo así.
Lo cuenta A. O., una de las integrantes de la 94ª promoción, la de 1989; la primera que aceptó la incorporación de mujeres en por entonces algo más de siglo y medio de institución. Pide no revelar su nombre porque trabaja en una unidad, Información, donde es precisamente eso, la información, lo que menos se debe dar. Lo que sí cuenta es lo que sintió y aún siente desde aquel hito: “Orgullo de todas mis compañeras —fueron 197 las que lograron llevar el tricornio— y mucha satisfacción de ser la primera promoción”. Acepta el término pionera: “Hemos roto muchos tabúes, muchas puertas, porque si hay una institución que siempre se ha asociado al hombre ha sido la Guardia Civil”.
Hoy, las cosas son radicalmente diferentes, “aunque aún quedan pasos por dar”, matiza otra precursora, la teniente coronel Silvia Gil. No en vano, la actual responsable de la Guardia Civil es una mujer, María Gámez, la primera en dirigir un cuerpo armado en España. Esto ocurrió en 2020. Por entonces, Gil continuaba escribiendo su página en la historia de la igualdad. Miembro de la promoción de 1996, se convirtió en la primera al frente de una comandancia, la de Teruel, donde manda una unidad de 600 personas. Rehúye del término pionera “aunque en determinadas cosas sí me ha tocado serlo y abrir camino”.
Tirando de memoria, recuerda que “el cambio ha sido más que notable”, dentro y fuera del cuerpo. “Cuando yo entré no había ninguna oficial en la Guardia Civil. Solo con estar en la Academia era una novedad”. Por entonces comenzaba a ser relativamente habitual ver mujeres con el verde corporativo, pero no que mandasen en un mundo “tan de hombres”.
“Éramos las primeras jefas y que las mujeres pudiéramos ocupar todos los puestos era un cambio para la forma de vernos y sentirnos”, prosigue la teniente coronel, cuya hoja de servicios recoge experiencias en Francia, Colombia, como parte del destacamento de la ONU, Palestina y diversos destinos en España, al frente de misiones y unidades.
Hoy el camino se ha normalizado para las miles de aspirantes a entrar cada año en la Guardia Civil y otras instituciones como la Policía Nacional o las Fuerzas Armadas, pero hace no tanto, a finales de los 80, “cuando la gente me veía con el uniforme se pensaba que era un disfraz”, rememora A.O. “Cuando juramos bandera en 1989 sí recuerdo reportajes en televisión, pero por entonces la gente no tenía redes y la noticia no llegó a la mayoría, éramos una sorpresa para la sociedad”.
Narra las duras condiciones en su inicio, en los primeros destinos de la cárcel de mujeres en Yeserías. Por entonces, siquiera pedir ciertas condiciones de igualdad entre hombres y mujeres era una quimera. Ni vestuarios ni uniformidad ni muchas otras cuestiones. Admite, en cambio, que ella no puede quejarse; desde que entró en Información “nos admitieron muy bien porque nos necesitaban para el trabajo”. Eran los años de la lucha contra ETA y, relata, “al hacer seguimientos llama menos la atención una pareja que dos chicos”.
Tres décadas y media después de su llegada a la Benemérita, afirma sin temor a equivocarse que “ha ido evolucionado todo en favor de una igualdad real, también la Guardia Civil. Ha cambiado muchísimo la mentalidad, porque hemos demostrado que estamos aquí por vocación, capacidad y porque sentimos el cuerpo”. “Creo que está todo normalizado ya. Hace 34 años de nuestra entrada y la sociedad lo tiene asimilado”, añade.
Para Silvia Gil es “evidente que se ha avanzado muchísimo, pero también que se debe seguir avanzando en la igualdad real y efectiva”. Pide luchar contra lo que considera la mayor dificultad, “los estereotipos de género, eso de ‘las mujeres pueden hacer de todo’ pero luego hay más dificultades para simplemente entrar en determinadas profesiones. Aspiramos a que se nos valore por la capacidad que tengamos”.
Celebra la normalización del rol de la mujer como parte de cuerpos armados. “A medida que hemos ido incorporando más se nos ha tenido más en cuenta, se han regulado aspectos que ni se valoraban. En un principio, lo más evidente, la uniformidad, las dependencias... Ahora está todo mucho más elaborado”, confiesa la teniente coronel, encargada de impulsar en 2014 el I Plan de Igualdad de la Benemérita.
Aunque las dos entrevistadas no coinciden en todo, sí lo hacen en una cuestión que consideran básica: que se les vea por su trabajo, sin paternalismos. “Somos guardias civiles, no mujeres que están dentro de la Guardia Civil”, expone con contundencia A.O.
Hacia la igualdad no solo en número de agentes
La España de 2022 no tiene nada que ver con la de finales de los 80 y principios de los 90, ni dentro ni fuera del cuartel, pero aún hay “momentos puntuales de machismo en la sociedad”, contra los que actuar hacia esa igualdad “real, no forzada, de valorarnos únicamente por nuestro trabajo”, culmina.
Esos pasos adelante tienen que ver, también, con la implantación de la mujer en el instituto armado. Aunque en los últimos años su presencia ha crecido, siguen suponiendo un escaso 7% del total de la plantilla de casi 75.000 efectivos. Pero la batalla ya no es “solo” entrar y ser un número más, sino aspirar a unidades hasta ahora limitadas, como desea la teniente coronel Gil.
“Podríamos hacer medidas de acción positiva. Hay áreas donde no es que no haya mujeres válidas, pero como siempre se ha hecho así... Una vez diéramos la oportunidad al sexo menos representado en una cantidad suficiente, su mera presencia y la prueba de que pueden ser igual de operativas haría posible su consolidación”. Cita la experiencia de Francia, que conoce bien por motivos profesionales: “Hasta 2014, las suboficiales de gendarmería no podían formar parte de unidades de antidisturbios. Hicieron un plan para una incorporación de diez en diez y eso les facilitó que hoy estén perfectamente integradas. Las unidades mixtas siempre son más productivas; pasa en las empresas, en las instituciones públicas...”.
Por ello, Silvia Gil no se detiene en el tiempo presente y mira al futuro. “La situación de hoy está muy bien pero es mejorable, no debemos ser autocomplacientes y debemos pensar en mejorar por quienes están y por quienes vendrán”, remata.