Mujeres en llamas
Una película que invita a profundizar en los fuertes lazos que como mujeres nos unen a unas con otras, a hacer de la sororidad nuestra bandera.
Una gran conversación entre mujeres, así resumiría yo la película Retrato de una mujer en llamas de la cineasta francesa Céline Sciamma. Autora también de otros títulos tan destacados como Girlhood o Tomboy, las identidades cobran absoluto protagonismo en los guines de Sciamma. Además, en Retrato de una mujer en llamas se exploran muchos temas bajo el principal y aparente: la relación lésbica entre una pintora, Marianne, y la mujer a la que tiene que retratar, Héloïse.
Sin duda el juego sensual que nos cautiva durante todo el film, y casi nos acaba obligando a desear que entre ellas pase algo (lo que se resiste gran parte del tiempo de la película), se completa con miradas, gestos, palabras… que van más allá del simple juego sexual. Y es que estamos ante una película que sucede en la Bretaña francesa de 1770, donde, por supuesto, las relaciones lesbianas eran un tabú y mal vistas socialmente, pero estamos también ante dos mujeres que saben cuál es su destino en un contexto así y lo asumen de la mejor manera… Viendo la película me preguntaba si yo hubiera sido capaz de acatar una vida que no era la mía, la que he elegido, la que puedo permitirme en 2019 y en mi país… Una realidad durísima que, por desgracia, no disfrutan con la misma libertad en otros lugares no muy lejanos del mío (todavía hay 70 países en el mundo donde las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo están castigadas por ley).
Pero esta película va más allá de solamente reflejar el deseo entre dos mujeres. Sciamma ahonda en la relación que nos une a las mujeres. Es una gran conversación donde la sororidad es otro de los grandes temas. Una de las cuestiones que se aborda en el film es el aborto, la decisión de las mujeres sobre sus cuerpos y el apoyo entre unas y otras. De manera sutil también se sugiere el riesgo físico que ha supuesto (y sigue suponiendo hoy en muchos países) la interrupción voluntaria del embarazo para las mujeres porque, al fin y al cabo, el aborto ha existido siempre (legal o ilegal), con la diferencia de poder realizarlo de forma segura o no.
Marianne, la protagonista, es también una artista a la que se encarga el retrato de Héloïse. Por las conversaciones que mantienen, entrevemos que Marianne se ha formado con su padre, también pintor, algo muy frecuente en la historia del arte y en las mujeres artistas. Así, grandes pintoras como Artemisia Gentileschi, Lavinia Fontana o Marie Louise Élisabeth Vigée Lebrun, entre otras, aprendieron el oficio de sus padres, a los que sucedieron. En la película, Marianne denuncia las dificultades que tiene como mujer para dedicarse a la labor artística, como la imposibilidad de acceder al retrato al natural de cuerpos masculinos, lo que irremediablemente impedía a las mujeres trabajar los grandes temas de la pintura (como la pintura de historia). También las estrategias que las artistas han usado no solo en las artes plásticas sino en cualquier ámbito creativo para poder colarse en el sistema masculinista y patriarcal que las apartaba, como firmar con pseudónimo (Marianne es alabada ante una supuesta pintura de su padre y cuando reconoce que lo realizó ella pero firmó con otro nombre para ser admitida, la respuesta es criticar que la obra no estaba tan bien realizada como parecía). Son esos “anónimos de la historia” que Virginia Woolf apostaba a que eran, en los más de los casos, mujeres.
Retrato de una mujer en llamas es una película amplia en su contenido, en su lectura, en los mensajes que presenta, y lo hace con el absoluto dominio de las mujeres en la pantalla. Es un film que, pese a ocurrir en la Francia de finales del XVIII, nos habla de cuestiones actuales y nos invita, o al menos así lo sentí yo, a profundizar en los fuertes lazos que como mujeres nos unen a unas con otras, a hacer de la sororidad nuestra bandera.