Ministros atrapados: no pueden gobernar y ven esfumarse su prestigio
Todo tiene un límite. Cada mañana con el estómago encogido, a la espera de si su nombre será el próximo, de si los rumores que corren por los cenáculos de poder se confirman. "¿Seré el próximo? Ni yo mismo sé de qué puedo ser acusado", reflexionaba uno de los miembros del gabinete de Sánchez esta semana. Se han incorporado al Gobierno perdiendo dinero y lo que les devuelve la acción pública es desprestigio. O así se sienten por ahora. "Lo que ya advertí al presidente es que no me voy a cargar mi vida familiar", afirma una ministra.
Un Gobierno de expertos parecía una buena idea ante una ciudadanía que desconfía de quienes tienen carné de partido. Pero tres meses después de los nombramientos que dejaron a la gente boquiabierta, la inacción de los ministros atrapados en una exigencia ética y moral tan elevada como la que impuso el presidente, lleva a preguntarse qué está fallando. Sobre todo, cuando con 84 diputados tienen las manos atadas.
"Se necesitaba un Gobierno de políticos. El Congreso no es un actor relevante en esta Legislatura, porque la Mesa está en manos de la derecha y te van a parar cualquier reforma legislativa. Así que sólo queda lograr hitos fuera. Lograr un acuerdo político en Cataluña sería un ejemplo, pero tal y como están las cosas...", señala un notable socialista sin atreverse a terminar la frase.
De cara a las elecciones, en las que ya está trabajando el PSOE como ha anunciado a bombo y platillo esta semana, se necesitan logros que vender y por ahora no hay nada significativo. "Todavía está por ver que Franco salga del Valle de los Caídos, un asunto que se pretendía que fuera como el matrimonio homosexual", explica un miembro del equipo del presidente. El desánimo empieza a cundir en el entorno de Pedro Sánchez.
La comunicación entre las ministras y los ministros es casi inexistente. Aunque la portavoz insiste en que es un Gobierno granito, la realidad es que se ha instalado la desconfianza entre ellos por miedo a la contaminación. No hay que olvidar que muchos están viendo cómo se dilapida el prestigio profesional que han puesto al servicio del país. "Yo no hablo con otras ministras, solo con una con la que tenía relación anterior. Estoy a lo mío en el ministerio, que bastante tengo ya", comenta una de las ministras. Algo que se repite cuando preguntas a cualquiera de los miembros del Ejecutivo por la interacción que mantienen.
La desconexión es tal, que las reuniones entre los jefes de prensa previas al Consejo de Ministros de los viernes, presididas por el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, se han convertido en una terapia de grupo en la que cada uno cuenta sus dramas en lugar de planificar una acción conjunta.
Sólo el hecho de que el presidente del Gobierno eligiera un comunicador como jefe de gabinete, en vez de alguien que tenga en su cabeza el Estado y sepa cómo legislar, evidencia que el fin de Pedro Sánchez era estar en campaña electoral desde el primer momento, compensando a un Gobierno de burócratas que sobre el papel generó tantas esperanzas.
Más de 100 días después, varios de estos ministros se preguntan en privado cuál es el papel de Iván Redondo y qué tienen que ver ellos con un personaje tan centrado en la figura del presidente como cabeza de lista. El tuit de Pedro Sánchez sobre la ilusión antes las próximas elecciones mientras los independentistas radicales trataban de asaltar el Parlament, les ha dejado atónitos. Casi tanto como a los barones del partido la asunción por parte de Ábalos de que Redondo va a marcar las líneas de la campaña de las autonómicas y municipales.
De momento los barones están bajo control, a la espera de repetir en las listas ahora que Ferraz tiene más margen para meter mano en las candidaturas.
El tiempo apremia, por eso Pedro Sánchez está tan centrado en que se aprueben los Presupuestos. La única manera de gobernar y aguantar hasta el 2020, como él quiere. A los ministros enjaulados, les daría fuelle para poder demostrar sus habilidades de gestión. Pero para eso dependen de las habilidades políticas para negociar con Pablo Iglesias y los independentistas catalanes.