Midiendo las horas
Si hay una marca de relojes que disfruta de una exclusividad al alcance de unos pocos es Rolex, pero quizás lo que algunos no sepan es que detrás de ella hay una singular historia
Del reloj Rolex se podrían decir muchas cosas y, por supuesto, todas buenas. Nos quedaremos con tres de ellas: fue el reloj que usó Tenzing Norgay en la primera ascensión al monte Everest, el que se sujetó al casco del batiscafo Piccard en el descenso a la Fosa de las Marianas y el que luce en su muñeca el apuesto James Bond.
De todas formas, no nos vamos a detener en ninguna de estas proezas, sino que vamos a bucear en una metahistoria mucho más sugestiva, una relacionada con la Segunda Guerra Mundial.
Rolex Oyster 3525
En aquellos momentos la famosa firma de relojes gozaba de enorme predicamento entre los oficiales de la Air Force Británica (RAF). Eran muchos los que compraban un modelo para sustituir el que les proveía el Ejército británico. Desgraciadamente, cada vez que el ejército alemán derribaba un avión de la RAF se quedaba con las pertenencias del piloto y, entre ellas, con sus relojes.
Cuando Hans Wilsdorf, uno de los fundadores de la compañía Rolex, se enteró de esta práctica decidió dar un ejemplo de solidaridad y, con él, de prestigio a su marca; resolvió vender sus relojes a los oficiales británicos apresados que así lo deseasen, a condición de que desembolsasen su importe una vez que la guerra hubiese finalizado.
Los pilotos de la RAF que quisiesen beneficiarse de esta campaña de marketing tan sólo tenían que enviar —vía Cruz Roja— una carta a la compañía Rolex solicitando el modelo, que sería convenientemente enviado, y a la mayor brevedad, al campo de concentración.
Pues bien, en plena contienda un cabo británico —Clive James Nutting— fue trasladado al campo de concentración polaco Stalag Luft III. Desde allí compró, por correo postal, un reloj Rolex modelo Oyster 3525 de acero inoxidable por un valor de 150 libras, unas cinco mil al cambio actual. Uno de sus compañeros de prisión, el teniente Gerald Imeson, también se hizo con el mismo modelo.
Con los cronógrafos de ambos relojes se midieron los tiempos de paso de las patrullas de guardias y del barrido de los reflectores nocturnos del campo de concentración. Dos detalles que fueron imprescindibles para lo que allí se estaba urdiendo.
La gran fuga
El 24 de marzo de 1944 se evadieron setenta y seis presos, todos pilotos de la RAF, de Stalag Luft III, entre los cuales figuraban Nutting e Imeson. Este último participó como “pingüino”, es decir, dispersando por el campo de concentración la tierra excavada en la preparación del túnel de fuga.
A lo largo de los siguientes días la Gestapo fue capturando uno a uno a todos los prisioneros ingleses fugados —excepto a tres, que consiguieron ponerse a salvo— y fusilando, como represalia, a medio centenar de ellos. Afortunadamente, entre los supervivientes, pero no entre los evadidos, figuraron Nutting e Imeson.
En el año 2013 salió a subasta el reloj de Imeson por sesenta mil libras esterlinas, la misma cantidad que se había pagado seis años atrás por el Rolex del cabo Nutting, junto con la correspondencia que mantuvo con la compañía en su adquisición.
Para los amantes del séptimo arte una última curiosidad, el reloj que luce Steve McQueen en la película La gran evasión (1963), de John Sturges, y que recrea la fuga de Stalag Luft III, es el Rolex Oyster 3525 del teniente Imeson.