Mi hijo tiene tres años y ya le estoy explicando la importancia del Orgullo
Es posible que algún día tenga que hacer frente a las burlas y al acoso por el hecho de tener dos madres. Por eso es tan importante que comprenda por qué no debe avergonzarse de nuestra familia LGTBQ.
“Igual esa ardillita tiene dos mamás, como yo”, me dijo mi pequeñín de tres años al ver una ardilla rayada escondiéndose tras un arbusto en nuestro paseo diario por el barrio.
“Pues igual sí”, le respondí con una sonrisa.
Noté que su comentario era un deseo melancólico. A lo largo de sus tres años de vida, ha estado expuesto a los mismos prejuicios y las mismas convenciones sociales que el resto de la gente. Yo era consciente de que su comprensión de este mundo va mucho más allá de lo que aseguran muchas páginas especializadas para padres y más allá de lo que suelo admitir.
“Esta es tiburón mamá y este es tiburón papá”, comenta mientras trastea con sus juguetes en la bañera.
Son dos de sus personajes favoritos y son una familia heteronormativa encabezada por una mamá y un papá, como en la mayoría de los cuentos, canciones y programas infantiles que hay. Es cierto que también tenemos cuentos y amigos que nos ayudan a equilibrar las referencias binarias y heterosexuales con una terminología más inclusiva, pero sería imposible y hasta contraproducente intentar escudarlo de las demás referencias.
Sé que mi hijo comprende que su familia de dos madres es más la excepción que la norma. Es observador e inteligente y se fija en el mundo que le rodea. Sé que es posible que algún día tenga que hacer frente a las burlas y al acoso por el hecho de tener dos madres. Tal vez le digan que la suya no es una familia válida o que no vale tanto como las familias “normales”, que hay algo que no funciona en una familia en la que una de las personas que lo crían se identifica con el mismo género que la otra.
Por eso es tan importante que comprenda por qué no debe avergonzarse de nuestra familia LGTBQ para enfrentarse al odio con amor y orgullo. No quiero inculcarle la falsa noción de que su familia es “igual que cualquier otra” porque ya sabe que no es cierto. Claro que le procuramos el mismo amor, la misma protección y las mismas rutinas que cualquier otra familia, pero nunca dejaremos de ser una minoría. Contarle cualquier otra mentira sería un flaco favor para nuestro hijo, que está empezando a aprender cómo funciona el mundo y cómo encaja en él.
Estoy enseñándole a mi hijo a entender que, aunque nuestra familia no sea como las que suele ver, él es un hijo muy querido, pero sin ocultarle que somos especiales por ser diferentes. Quiero que conozca el origen de nuestra familia, la red de mujeres y personas queer importantes que nos ayudaron a traerlo a este mundo, y quiero que lleve siempre con él el orgullo de pertenecer a una familia especial, y que sepa que más allá de eso, va a poder disfrutar de una vida que no está predeterminada.
También quiero que mi hijo comprenda la importancia del movimiento antirracista Black lives matter para que sea consciente de que su color de piel le ofrece ventajas inmerecidas que le dan la responsabilidad de hablar y actuar en defensa de quienes se ven forzados a vivir en un nivel inferior de justicia social.
El Orgullo LGTBQ nació como una manifestación, y ver a tanta gente tomando las calles para combatir el racismo del sistema y la brutalidad policial, sobre todo ahora, durante el mes del Orgullo, es esperanzador, además de apropiado y necesario.
Quiero que esté orgulloso de ser quien es, de venir de donde viene, y que aproveche su situación para ayudar a conducir al mundo por el buen camino.
Mi hijo tiene solamente tres años, pero ya comprende el Orgullo.
Tenemos varios espejos de juguete. En un lado son espejos y en el otro hay una emoción escrita en palabras: enfado, tristeza, felicidad, emoción, orgullo. Nos gusta jugar a representar esas emociones con la cara. Mi hijo arruga el rostro en una mueca para representar la tristeza y sonríe de oreja a oreja cuando le muestro el espejo de la felicidad. Cuando toca mirar el espejo del orgullo, se da palmaditas en el pecho con chulería y su rostro sonriente es la viva imagen de la confianza.
Estoy enseñándole a sentirse orgulloso de nuestra familia y de nuestra comunidad. Lo llevo conmigo a los eventos LGTBQ. Quiero que almacene todo ese orgullo en su interior como tanta gente hizo con el papel higiénico al principio del confinamiento para que cuando alguien intente acosarlo en el colegio, cuando nos lancen miradas en los restaurantes o cuando cualquier imbécil nos insulte por la carretera, tenga una gran reserva de orgullo a la que recurrir para levantar la vista y seguir adelante.
Quiero que mi hijo se sienta orgulloso de la familia que hemos construido, que trasciende todos los roles heteronormativos. Quiero que mi hijo se sienta orgulloso del amor y el compromiso que mi mujer y yo sentimos por nuestra familia y por él. Él no nació a causa de un condón roto, no es un problema ni fue improvisado. Es un miembro fundamental de mi familia, de nuestro mundo, y nosotras somos dos madres que nos propusimos de manera plenamente consciente crear la familia que tenemos ahora.
Mi pequeño me ha preguntado por qué hay tortugas de agua y tortugas de tierra. Me ha preguntado por qué el cielo es azul y por qué la hierba es verde. (He tenido que buscarlo todo en Google). Todavía no me ha preguntado por qué soy lesbiana o por qué la suya es una familia diferente, pero, cuando lo haga, espero que sienta un gran orgullo por su familia LGTBQ y que no olvide que lo queremos muchísimo.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.