"Llevo unas miserables sardinas. ¿Sabes cuánto me han costado?": cuando la inflación aboca a cambiar la compra

"Llevo unas miserables sardinas. ¿Sabes cuánto me han costado?": cuando la inflación aboca a cambiar la compra

Visitamos un mercado para conocer cómo se capea la subida de los precios: marcas blancas, comprar menos cantidad e incluso comer y cenar lo mismo.

Jesús, de Congelados J. Romero, atendiendo a unas clientas en el mercado de Vicálvaro (Madrid).EL HUFFPOST

No se han puesto de acuerdo pero todos responden lo mismo. ”¡Está todo muy caro!” es la frase más repetida (y exclamada) por las personas preguntadas para este artículo, vecinos que hacen sus compras en el Mercado de Vicálvaro, barrio de la periferia de Madrid. Es mediodía, entre semana, y los pasillos están tranquilos, sin apenas colas y poco bullicio.

Todos miran con atención los precios, cuya escalada vienen notando desde hace tiempo, y al otro lado del mostrador, los tenderos lo corroboran. “Se nota que se compra más carne de picar y de guisar y se llevan menos filetes. También tiran más de cerdo, que es más económico”, cuenta Pedro, de la carnicería Hermanos Rodríguez.

Esta misma semana se ha conocido que los españoles consumen menos carne roja, menos pescado, menos aceite de oliva y menos huevo, entre otros muchos productos o que hacer un bizcocho es un 40% más caro que hace un año o desayunar una tostada de pan y mantequilla, un 33% más. ¡Hasta hacer croquetas ha subido un 23%!

La culpable es la inflación, esa enorme montaña que muchos ciudadanos de a pie escalan haciendo malabares, ya sea cambiando sus hábitos de consumo o viéndose obligados a destinar más ingresos a la cesta de la compra.

“De oírlo en la tele, venga y venga, están quitando las ganas de comer”, lamenta el carnicero, que dibuja un panorama navideño “flojo y tranquilo”. Por ahora, “falta género”, sobre todo del más caro, y avanza que “el solomillo va a estar escaso”. Alguno de sus clientes ya se ha llevado algo de cordero, que “ya está caro”.

Cerca, en un puesto de congelados, Pablo da su receta para que no se le descontrole el gasto en comida. Ésta pasa por olvidarse de las primeras marcas y pasarse a la marca blanca: “En vez de aceite Carbonell, pues cojo una más barata. Igual con las aceitunas”. Eso, en el supermercado, porque para la carne y los frescos, opta por el mercado, que piensa que tiene mejores precios. Su Navidad pinta modesta, puesto que solo se juntará con su hermano. “Gambas y para de contar”, es lo que planean comprar.

Se nota que se compra más carne de picar y de guisar y se llevan menos filetes. También tiran más de cerdo, que es más económico
Pedro, carnicero

Da la vez a Griselda, que pide que le pesen un cuarto de pollo a ver a cuánto le sale. Luego pide más; en su casa comen tres personas: su marido, su hija y ella. Admite que ya no compra en las cantidades que compraba antes y que también recurre a las marcas blancas.

Para ahorrar, ha optado por cocinar “una vez”. “Lo del almuerzo lo pongo otra vez en la cena. Evito gastar luz. Pongo lo mismo y poco, poca cantidad”, subraya.

Es Jesús, de Congelados J. Romero, quien atiende a Griselda. Explica que los precios de su género “son más o menos estables” y son productos “con mucho estocaje”: “Si crees que las rabas o la merluza pueden subir, compras más y lo tienes en la cámara”.

Su puesto es de los de toda la vida. “Llevo 40 años en esta tienda, son clientes generacionales: conozco a la abuela, a la madre, a la hija”, dice. Él no ha ido “a intentar competir con los supermercados”, sino a procurar ofrecer “buen producto a precio razonable”. Y sin olvidar nunca quiénes son sus clientes, a quienes intenta amortiguar las subidas: “Cuando subes el PVP (precio de venta al público) a lo mejor te has llevado tú ya dos pellizcos”.

Lo del almuerzo lo pongo otra vez en la cena. Evito gastar luz
Griselda, compradora

Isabel apaña la semana comiendo en casa de su hermana los días de diario, llevándose tuppers, y comprando para ella sola lo que va necesitando. “Comemos lo de siempre, no de lujos”, señala.

“Todas las semanas hago la misma compra y dices ’¿cómo es posible?”, se pregunta acerca de que cada vez le salga más cara, y lamenta que la situación vaya a llevar a muchos a optar por comida más barata, de “burger” o similar. “Al final la gente va a coger sobrepeso. El Gobierno y Sanidad deberían poner un tope, la gente tiene que comer sano o vendrán los problemas de salud”, vaticina.

Lo que ha detectado Jorge, de Butcher Shop —la tienda “más cara” del mercado, como explica, puesto que es una carnicería especializada en productos de alta calidad— es que “los caprichitos de los sábados han bajado”. “Ha subido más lo del día a día, para guisar, picada, para echar en las lentejas... pero el secreto o el chuletón de rubia gallega, notas que eso ya no”, agrega.

  Género en el mostrador de Butcher Shop, carnicería especializada en productos de alta calidad.EL HUFFPOST

También ve que la gente va “gastando al día a día” e incluso tiene algún cliente que le ha dicho: “Perdona, que hoy solo me voy a llevar esto”. Algunos ya le están preguntando por el jamón de cara a Navidad: “El año pasado pude poner una oferta de jamones a 100. Luego a 120 y 150. Ahora me preguntan si voy a tener la oferta y no”. Ya no es asumible.

En cuanto al cordero, no sabe “cómo se va a poner”: “Hay clientes que les digo, ’si lo ves en oferta, compra y congela, que se va a poner por las nubes”.

Mientras va pidiendo verdura, en otro puesto Esther comenta que tiene pensado ir hablando ya con su marido si compran algo de cordero de cara a las fiestas. En su casa, es él el que compra en una gran superficie, “intentando coger la oferta”, y ella recurre al supermercado del barrio y reserva para el mercado lo que sabe “que está muy bueno”.

Su estrategia es ir compensando aquí y allí en la cesta de la compra. Al tiempo que cambia “la María Fontaneda por la de Alipende”, no escatima por ejemplo en pescado, algo de lo que comen menos. “Ahí son tres cosas y no miro mucho”, apunta.

En vez de pescadilla o merluza, pues compro boquerones o bacaladilla
María Rosario, compradora

Por el contrario, María Rosario, mientras paga en la pollería, señala que sí ha hecho cambios para irse hacia productos más baratos. “Por ejemplo, en vez de pescadilla o merluza, pues compro boquerones o bacaladilla”, cuenta.

Ese desplazamiento hacia alimentos más económicos lo ratifica Andrés, de Pescaderías DeJesús. Allí, han notado “un bajón” en las ventas “desde la última Navidad”. Dicho de otro modo, 10 meses de caída. “Sobre todo, en los fines de semana. El sábado, que es el día en el que vendíamos fuerte, el descenso es del 30%”, agrega.

  Productos de la pescadería DeJesús.EL HUFFPOST

“El gallo filete, de vender cinco o seis diarios y los fines de semana ocho o diez, hemos pasado ahora a vender uno o dos”, pone como ejemplo. O los calamares, “que de a 18 euros el kilo, ahora están a 24”, o los boquerones, que “han subido cuatro o cinco euros”: “Solíamos vender a 8, ahora cuestan 12”.

“Llevo unas miserables sardinas. ¿Sabes cuánto me han costado? Cuatro euros”, dice un tanto indignada Conchi, que pasea por el mercado junto a María Josefa, y recuerda que antes le salían por la mitad. “Miserables no”, le dice su amiga, que señala que dos kilos y medio de este pescado le salieron por seis euros. “Este sábado, mi hijo las compró por nueve”. “Mira todos los puestos que han cerrado”, lamentan.

Sobre cómo compran, esta última señala: “Miramos a ver qué nos tiene más cuenta”. ”¿Quién tiene la culpa? Nosotros porque compramos. Teníamos que quedarnos en casa y dejar de comprar un mes y ya bajaría”, propone, mientras su amiga intenta quitarle la idea de la cabeza. ” ¡Te lo llevarías pasado!”.

No son de comprar mucha carne, pero a María Josefa sí le afecta más que un kilo de peras le cueste más que antes. “Mi marido es diabético, ¡tiene que comer fruta!”, exclama. Por ese motivo, se quita de otras cosas. “En vez de merluza, pues pescadilla”, es también su truco.

En la Navidad no quieren casi ni pensar. “Si estuviese sola con mi marido ponía un huevo frito y patatas fritas. La mejor cena”, remacha.

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