Menos mal que nos queda Portugal
Quizás un acuerdo a la portuguesa pueda salvar la desconfianza mutua...
“Menos al que nos queda Portugal”, la popular frase inmortalizada como inolvidable disco de los gallegos Siniestro Total es la que mejor define la situación política actual. Tras el fracaso de la negociación, duelo al sol más bien, entre las dos fuerzas de izquierda, queda todavía la opción de un acuerdo “a la portuguesa”. En efecto, entre los dos extremos irreconciliables de un gobierno monocolor y un gobierno de coalición, el punto de encuentro es un pacto de gobierno ( y así de paso hablamos de programa y no de sillones) que alumbre un ejecutivo mínimamente estable y con objetivos compartidos. La desconfianza mutua exhibida en la investidura difícilmente podrá solventarse ya en los próximos meses. Y aunque -quién sabe- igual no seamos del todo conscientes de que se haya evitado un desastre mayor, visto lo inevitable pero insuficiente e inestable de un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, no hay que minusvalorar la gran desafección política generada por el despellejamiento en directo de dos líderes supuestamente llamados a entenderse para una gran parte de la opinión pública.
Pero antes de tirar la toalla y vernos todos impelidos a una repetición electoral de incierto resultado para todos, y sin olvidar que la desafección política es el mejor caldo de cultivo para los extremos antisistema, es aconsejable intentar trenzar los mimbres de un acuerdo de mínimos para un gobierno estable de progreso. Para ello se antoja imprescindible intentar responder a la siguiente pregunta: ¿Para qué queremos los ciudadanos un acuerdo PSOE-Unidas Podemos? Y las posibles respuestas, y futuros ejes de trabajo podrían ser:
1. Recuperar y consolidar la protección social del Estado del Bienestar tras la crisis económica (reforma laboral y actualización de pensiones).
2. Blindar y potenciar los servicios públicos como elementos básicos de la redistribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades. (educación y sanidad).
3. Completar el Estado del bienestar desplegando una ambiciosa política de vivienda entendida como servicio público.
4. Reforzar la igualdad de género (medidas de choque para combatir la violencia de género y la brecha salarial entre hombres y mujeres).
5. Enfocar la política migratoria y la cooperación al desarrollo como política prioritaria de Estado con criterios humanitarios y solidarios.
A estos enunciados cabría, evidentemente adscribir objetivos cuantificables e indicadores para medir su grado de consecución, así como plazos y presupuesto. Una vez definido el núcleo programático del Gobierno, conviene pactar las diferencias y el modo de solventarlas mucho mas allá de la torpe aproximación que se ha hecho sobre este tema en relación a la sempiterna monserga de la cuestión catalana. Me dirán ustedes que a estas alturas del viaje que no hay que ser un lince para ver que habiendo tenido tres ministerios y una vicepresidencia social al alcance de la mano, les va a resultar muy difícil a Iglesias y los suyos aceptar un acuerdo “sin sillones”. Todo les va a saber a poco.
No podría estar más de acuerdo, pero no creo que sea un obstáculo insalvable mediante por ejemplo la negociación de algunos nombramientos de personas, independientes por ejemplo, que recaben la confianza mutua de ambos partidos. Menos da una piedra. Se hace camino al andar: primero fue la moción de censura, luego el acuerdo presupuestario... Quizás un acuerdo a la portuguesa pueda salvar la desconfianza mutua y sea más acorde con un visión progresiva y gradual de una colaboración política cuyas bases son todavía inciertas, pero que no excluye en un futuro (más lejano de lo que algunos desean, pero más cercano de lo que otros piensan), un gobierno en coalición de izquierdas que sea estable, solvente y eficaz.