Los hombres no se fían de las mujeres... y eso es un gran problema
"Y por eso hicieron falta pruebas en vídeo para creernos lo que algunas mujeres llevaban años intentando decir"
He tardado cinco meses de matrimonio, ocho de compromiso y un año entero de lo que demonios estuviéramos antes en darme cuenta de algo sobre mi esposa. Bueno, dicho así, puede llevar a malentendidos. He aprendido muchas cosas sobre mi esposa en todo este tiempo. Por ejemplo, que tiene una batamanta y un mono de dormir. O que suele ponerse ambas cosas a la vez. Sin embargo, hay algo de lo que no me di cuenta hasta hace poco.
Estaba comentando con mi mujer, Panama, la controversia sobre la presunta violación múltiple en un campus universitario estadounidense de la que se hizo eco la revista Rolling Stone en 2015, un artículo del que después tuvieron que retractarse. Luego el tema pasó al escándalo de Bill Cosby y, seguidamente, llegamos a la conclusión de que estos escándalos y el debate que generan siguen un mismo patrón.
La confianza. Bueno, más bien la falta de confianza. De forma general, nosotros, los hombres, no nos creemos las cosas cuando es una mujer la que nos lo cuenta, salvo que sea nuestra madre, nuestra profesora o cualquier otra mujer que sea una autoridad en su campo. ¿Acaso pensamos que las mujeres son unas mentirosas compulsivas? No. Sin embargo, normalmente nos cuesta más creernos algo si nos lo ha contado una mujer que si lo hubiera hecho un hombre con esas mismas palabras. Estoy convencido.
Este blog va de cómo, tras cinco meses de matrimonio, ocho de compromiso y un año entero de lo que demonios estuviéramos haciendo antes, me di cuenta de que no me fío de mi mujer.
A la hora de hablar de confianza, las personas solemos tratar el concepto en el marco de las acciones: lo que consideramos que una persona puede hacer por nosotros. Si confías en una persona, lo que quieres decir es que confías en que no te va a poner los cuernos, robar, mentir o asfixiarte cuando duermas. Si la confianza es eso, claro que confío plenamente en mi esposa, no jodáis. También me fío de su opinión en algunos asuntos importantes. Confié en que iba a ser una gran esposa y confío en que será una gran madre. También confío en que no va a envenenarme con sus manicotti.
¿Sabéis de qué no me fío de ella ni de ninguna otra mujer con la que haya estado saliendo? De sus sentimientos.
Si se me acerca con malos humos por algún motivo, mi primera reacción es preguntarle: "¿Qué te pasa?".
¿Y sabéis cuál es mi segunda reacción más típica en estos casos? Pensar que es una exagerada, antes incluso de que haya tenido la oportunidad de expresarse.
¿Y mi tercera reacción? Esta ya es después de haber oído lo que tenía que contar: "Vale, ya te he escuchado y te voy a ayudar, pero no es para tanto".
Como soy un tío avispado y no estoy mal de la cabeza, no lo digo en voz alta, pero lo pienso. Hasta que no me convence de lo contrario, sigo dando por hecho que su reacción emocional es completamente desproporcionada con respecto a lo que requeriría una situación así. Resumiendo, que si mi mujer está en un disgusto de nivel 8, yo doy por hecho que la situación es más bien de nivel 6.
Hablo desde mi propia experiencia en mi relación, pero sé que no soy el único. El tópico de que los hombres no deben fiarse de los sentimientos de las mujeres supone, de forma aproximada, el 72,81% de las comedias que vemos, el 31,2% de los libros que leemos y el 98,9% de las conversaciones que mantenemos con otros hombres sobre la mujer de nuestra vida. La cosa es que las mujeres están locas y nosotros no. Aunque muchas mujeres se muestran muy molestas con esto mismo, en general suele pintarse como una de las diferencias graciosas e inocuas que hay entre ambos sexos.
Quizás sería inofensivo si se limitara a los sentimientos relativos a las diferencias a la hora de fregar los platos o sacar la basura, pero esta desconfianza está generalizada, es un escepticismo que invade todos los ámbitos y pone siempre en entredicho la veracidad de sus palabras y sus experiencias. Entonces, si no podemos fiarnos de sus sentimientos, lo siguiente es no poder fiarnos de su testimonio.
Llegados a este punto ya es más fácil entender por qué hizo falta el testimonio de todo un equipo femenino juvenil de fútbol americano para que empezáramos a considerar que tal vez Bill Cosby no era tan buenecito como su personaje en la ficción, Cliff Huxtable. O por qué, pese a las quejas de novias, colegas, primas, esposas y compañeras de clase, muchos de nosotros nos negamos a creer lo grave que es el acoso callejero hasta que lo vemos con nuestros propios ojos. Y por eso hicieron falta pruebas en vídeo para creernos lo que algunas mujeres llevaban años intentando decir sobre el músico R Kelly.
Podemos establecer un paralelismo obvio aquí entre la forma en que muchos hombres conciben los sentimientos de las mujeres y la forma en que los blancos conciben los sentimientos de los no blancos. Parece que todos los días sale una nueva encuesta que refleja que muchos blancos no se creen el discurso de los negros sobre el racismo que sufren, hasta que lo ven en persona. Así se ignoran los testimonios y los sentimientos. Solo los "hechos" que han sido suficientemente verificados por blancos y negros "de bien" tienen suficiente fundamento para creérselos.
¿Cómo poner fin a esto? ¿Acaso puede solucionarse? La verdad es que no lo sé. La desconfianza en los sentimientos de las mujeres está tan enraizada en nuestra cultura que muchas veces dudo que muchos hombres sean conscientes de lo que sucede. Sin embargo, sí que puedo poner mi granito de arena. La próxima vez que mi esposa acuda a mí con un disgusto que no sé si justifica semejante reacción, debo fiarme de ella. Tras cinco meses de matrimonio, ocho de compromiso y un año entero de lo que demonios estuviéramos haciendo antes, es lo mínimo que puedo poner de mi parte.
Este post fue publicado originalmente en VerySmartBrothas.com, apareció posteriormente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.