Me enteré de que estaba embarazada 10 semanas antes de dar a luz
No solo descubrí muy tarde que estaba embarazada, sino que también se me adelantó el parto.
Narrado por Lex Barber, de 31 años, a Amy Packham.
No tenía pensado tener hijos, así que os podéis imaginar la sorpresa que me llevé cuando descubrí que estaba embarazada de 6 meses.
Habíamos vuelto de un festival cervecero en Escocia cuando decidí coger cita en el médico de cabecera porque no me encontraba muy bien. Me sentía un poco hinchada y tenía problemas para hacer de vientre. Cuando digo que me sentía hinchada, no me refiero a tener tripa de embarazada, sino a que de verdad me sentía hinchada pese a tener una talla 36 y pese a que mi tripa solo se veía un poco abultada, como si me acabara de dar un atracón. Había tenido más tripa en otras ocasiones después de un buffet de Pizza Hut, pero aun así me preocupé.
No suelo ver al mismo médico de cabecera siempre, ya que prefiero reservar el primer hueco libre con quien esté disponible. Me tocó decirle un médico de sustituciones que tenía problemas para hacer de vientre. Como podría corroborar cualquier mujer sexualmente activa, dile a un médico que te has roto un dedo y 9 de cada 10 veces te preguntará si es posible que estés embarazada.
Este médico, en cambio, estudió mis informes, vio que tomaba la píldora, me realizó un examen abdominal completo y llegó a la conclusión de que tenía una obstrucción en el sistema digestivo. Me recetó un cargamento de laxantes comerciales y me dijo que fuera al hospital si en 24 horas no se había solucionado el problema.
A la mañana siguiente, cuando mi pareja se fue a trabajar, me dijo que tenía la camiseta mojada, como si me estuvieran goteando los pezones. Pensando que estaba de broma, me despedí de él en la puerta de casa. Era mucho más probable que hubiera metido sin querer y sin darme cuenta los pezones en alguna taza de café. En cuanto cerré la puerta de casa, hice una búsqueda en Google: o estaba embarazada o tenía un tumor canceroso que requería atención inmediata.
Corrí al súper y compré dos tests de embarazo, volví corriendo a casa y utilicé ambos. Dos positivos. Mierda. Le envié un Whatsapp a mi pareja y volvió a casa para tranquilizarme, que no era misión sencilla, la verdad. Volví al médico esa misma tarde y solicité que me hiciera pruebas. En efecto, estaba embarazada. Según la ecografía, de 24 semanas.
Me sentí fatal porque había bebido alcohol estando embarazada sin saberlo y, evidentemente, dejé de hacerlo en cuanto lo descubrí. El alcohol añadía otro factor de riesgo a mi embarazo (y a la gente le encantaba recordármelo), así que también añadía presión a una situación ya bastante estresante de por sí.
Estaba aterrorizada, y aunque en ningún momento me había planteado tener un hijo, imagino que es igual de intimidante para las mujeres que siempre han querido tener uno. No tenía ni idea de adónde acudir o con quién hablar. Pese a todo, tuve suerte. El equipo médico me fue dando consejos todos los días hasta que confirmaron que era un niño. No pusieron ni una sola cara rara con mis preguntas, que probablemente eran ridículas, e hicieron que me sintiera como una princesa durante los primeros días.
Cuando me confirmaron que estaba embarazada, alguien me dijo que no me preocupara por el parto. Aunque yo no supiera qué hacer, mi cuerpo sí que lo sabría y lo haría por mí. Me resultó un consejo muy útil y confiaba en que, con todo ese equipo médico y con buenas matronas, todo saldría bien.
Las siguientes semanas pasaron volando y yo ni siquiera tuve tiempo de asustarme ni de darle demasiadas vueltas, algo que acabó siendo positivo. Mi pareja y yo organizamos todo lo que pudimos para estar listos para la llegada del bebé. Nos comunicábamos mucho para darnos confianza y ponernos de acuerdo en qué clase de padres queríamos ser. No me quedaba tiempo para asistir a clases de preparación para la maternidad, pero sí que leí un par de libros que no me intimidaron, como The Unmumsy Mum.
No solo descubrí muy tarde que estaba embarazada, sino que también se me adelantó el parto. Me acababa de acomodar bajo las sábanas una noche cuando noté que había mojado la ropa de cama. Solo estaba de 35 semanas, así que di por hecho que simplemente se estaban empezando a comprimir las cosas ahí dentro, para desgracia de mi vejiga. Sin embargo, cuando me senté en la taza del váter, no pude dejar de hacer pis.
Durante el breve tiempo que fui consciente de que estaba embarazada, tuve claro que no quería tener una tripa descomunal ni quería ir al médico por cada pequeña molestia que sufriera. Ya había llamado la atención al enterarme tan tarde de mi embarazo y no quería que nadie pensara que no era capaz de soportarlo. Ahora sé que fue muy mala idea, pero esperé 20 minutos antes de llamar al hospital. Ya sabéis, para estar segura de que estaba de parto antes de que me ingresaran.
Por suerte, las matronas tuvieron muy buen ojo y confirmaron que, de algún modo, había logrado ignorar las señales de parto y que ya había dilatado.
Estuve 17 horas de parto en total, pasé por tres matronas, me pusieron la epidural redeada de estudiantes de medicina, me indujeron el parto, dormí, desayuné y no dejé de hablar con asesores, anestesistas y estudiantes.
Claro que dolió. Vomité, lloré y no dejé de empujar en ningún momento porque no tenía ni idea de lo que querían decirme con “empuja cuando sientas que es necesario”. Incluso estando hasta arriba de medicamentos, notaba el dolor ardiente y la constante necesidad de ir al baño (algo irónico, teniendo en cuenta el primer diagnóstico erróneo que había recibido de mi embarazo). Me aliviaba pensar que mi cuerpo sabría qué hacer aunque yo no tuviera ni idea.
Di a luz en un parto natural (ignorando el hecho de que me habían administrado todos los medicamentos posibles) a Ramsay, que pesó 2 kilos y 300 gramos. Era un niño sano y feliz y enseguida soltó alto y claro el lloro que esperaba oír.
Dar a luz fue la experiencia más importante y empoderante de mi vida y sigo considerando un logro haberlo conseguido. No fue tan terrible como esperaba (al fin y al cabo, a todo el mundo le gusta contar lo terrible que fue su historia), y aunque nació un poco antes de lo esperado, fue un éxito rotundo.
Insisto en la importancia de llamar al médico si estás embarazada. Pide consejo y ve al médico para que te hagan pruebas. Prioriza la salud de tu bebé, no tu vergüenza.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.