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En los barrios de los ricos no hay publicidad. En nuestro espacio, rodeados de anuncios publicitarios, el mercado somos todos. Es el “bazar mundial” donde se mueve el dinero que posteriormente se quedará en los barrios ricos.
Primero somos espectadores. Luego, compradores y productores a la vez. El sistema se beneficia doblemente de nosotros: primero como obreros y después como consumidores.
El producto no posee necesariamente un cuerpo físico. Hace tiempo ya que se vende aire, conceptos e ideas, ceros y unos. La publicidad es capaz de unirse tanto con la propaganda como con la contra-propaganda. Ella siempre es así, fiel a sí misma solo vende. En cambio nosotros, nada autocríticos, simplemente decidimos comprar televisores y no respiradores. Dejamos que nos vendieran los pitos y las flautas que jamás necesitaríamos. Y lo sabíamos.
La televisión hoy no es la caja tonta. Es, más que nunca, la caja mentirosa. Los tontos somos nosotros.
No cambie de canal, quizás salga usted aplaudiendo.