Más que la etiqueta 'grupos de chicas': la banda sonora de una generación suena en femenino
Shego, Las Dianas o Cariño son algunos de los ejemplos de esta nueva ola de referentes femeninos.
“Girls invented punk, not England” decía la icónica camiseta que lució en uno de sus conciertos Kim Gordon, líder del grupo de rock underground Sonic Youth. Sin embargo, lo cierto es que el punk sigue asociado a nombres como los Sex Pistols, Ramones o The Clash, bandas íntegramente masculinas.
Eso es solo un ejemplo de cómo la industria musical ha ido silenciando a las mujeres artistas a lo largo de la historia dejándolas casi únicamente como divas, generalmente de pop, o como mucho como cantantes de una banda de cualquier otro género.
La industria ha ido evolucionando de la mano del feminismo y en España en los últimos años se ha vuelto a poner el foco en el talento femenino, lo que ha generado el caldo de cultivo perfecto para la creación de nuevas bandas.
Ellas son Cariño, Ginebras, Shego, Las Dianas o Lisassinson, que toman el relevo a otras más veteranas como Las Odio, Hinds, Estrogenuinas o Hickeys, son algunas de ellas. Todas tienen un mensaje común: son amigas y deciden cantarle a los problemas de su generación que apenas se habían puesto sobre la mesa y que para muchos son todavía temas menores.
Se ha creado un movimiento referente de bandas y que anima a que las mujeres también puedan formar sus conjuntos, algo que para artistas como María Eguizábal, parte del dúo ELYELLA y mánager del grupo Ginebras, con más de 10 años de trayectoria, antes era impensable. “Antes parecía que como siempre íbamos a estar más observadas, teníamos que ser supertécnicas, super buenas músicas y hay un montón de tíos que no lo son y están ahí y tienen propuestas interesantes igualmente”, explica. La DJ recalca que a esta situación “ayuda que las que están saliendo, además de aportar frescura, son buenas músicas”.
“Creo que siempre nos criticamos más a nosotras mismas, en general, los hombres han sido más arriesgados. Que tocan mal, pues se suben [al escenario] y les da igual. Nosotras teníamos que estar muy seguras, tocar bien, ser buenas DJs y tal y hasta que no lo tienes todo muy bien atado, no te subes ahí”, añade.
Sin embargo, para las componentes de estos grupos esta etiqueta les empieza incluso a cansar. “Sí que es un poco incómodo a la larga, como el estar metida en la etiqueta, porque al final los chicos no están, no están categorizados como banda de chicos”, cuenta Maite, del grupo Shego. En ello coincide su compañera Raquel, quien recalca: “Es un poco ya cansado que sea solamente eso, porque además como que directamente eso incluye que ‘si somos muy suavecitas porque somos muy suavecitas, que si gritamos mucho porque somos unas berreantas’ siempre estamos expuestas a que nos digan eso”. Esto también ha afectado a la trayectoria de Cariño, con dos trabajos en su haber desde que iniciaron su carrera en 2018.
“Al final notas que las bandas colegas nuestras, que son de chicos, tienen oportunidades de tener entrevistas con preguntas sobre el disco, sobre su música y a nosotras las pibas nos cae esa pregunta siempre”, se queja Paola Rivero, guitarrista de Cariño. “Es diferente por desgracia y me gustaría que fuese lo mismo. Al final deberíamos tener las mismas oportunidades, pero la sociedad es machista y tal”, indica.
Feminismo, homofobia, acoso y bollodramas
Entre las canciones de estos grupos se encuentran denuncias a los galanes clásicos que acosan a mujeres como el Vicente Amor de Shego, donde cantan “llámame por mi nombre y cierra la boca, prefiero respeto, no me ofrezcas coca” o “ten cuidado con las pibas porque estamos todas locas”. Pero también otras que denuncian la situación machista que viven en la industria musical como hacen Las Dianas en su Beef Mac en el que hablan del “flipado de turno y su mierda de grupo” que siempre son cabeza de cartel.
Lo mismo sucede con Cariño, quienes dan visibilidad al colectivo LGTBI y ponen más de una banda sonora a las relaciones —también tóxicas— entre mujeres y sus correspondientes bollodramas en temas como Tamagotchi. Un canto a las realidades del colectivo que también hacen desde Las Dianas en temas como Hetero.
“Somos un poco ñoñas y románticas y tenemos un concepto del amor bastante idealizado. Es una seña de identidad”, bromea Rivero.
Además, habla de que su segundo y último trabajo, titulado también Cariño, es un “recopilatorio de vivencias” y de ahí que se plasmen en parte esas relaciones tóxicas que ha vivido María Talaverano, cantante y teclista del conjunto. “Quiso canalizar toda esa energía y toda esa rabia en canciones como Sadmeal y Tamagotchi, que van de eso, del amor tóxico. Es bastante guay, porque en nuestras propias vivencias, sobre todo en las de María y Alicia, que son las que escriben las letras, el público se ve reflejado”, señala.
Por su parte, Maite, de Shego, cuenta que en su grupo las letras “siempre tienen una intención”. “No nos apetece hacer cualquier canción hablando de cualquier cosa, sino que por lo general nos sentamos y vemos qué nos apetece. No necesariamente soy reivindicativa, pero sí contar alguna historia que nos importe que no sea simplemente ‘te quiero mucho’ o ‘te echo de menos’, que también lo hemos hecho y que está muy bien”, indica. Para ella, sus canciones no tienen por qué “100% feministas o reivindicativas siempre”. “Es hablar de cosas importantes, más allá de luchas de ningún tipo”, añade.
En el caso de Las Dianas su experiencia es similar, tal y como cuenta Isa, teclado y voz del grupo granadino, son “cinco chavalas que comparten esa clase de experiencias y las canciones nacen a raíz de ellas”. Laura, guitarra y coros del conjunto, señala que componen de forma global y que por ello tenían que ser temas con los que se sintieran identificadas “de ahí que surgieran asuntos como el machismo o la homofobia, porque eso nos afecta a todas”.
Esa frescura de sus canciones con ese toque generacional para los millennials más jóvenes o incluso para la Generación Z —basta con ver que Shego debe su nombre a la villana de la serie Kim Possible— también es algo que valoran las más veteranas en la escena.
“Veo claramente que Ginebras no tienen miedo a hablar de cualquier cosa desde la más pura naturalidad, en canciones y en su día a día, porque en sus letras son tal cual son [...] Es una generación sin prejuicios, sin miedos, no tiene que estar la corrección política en todo, que parece que siempre lo tenemos ahí, sobre todo en mi generación. Eso ayuda a que no haya miedo a decir lo que quieras”, explica Eguizábal.
A nivel creativo, también existe la libertad de, aunque sigan en ocasiones los patrones más clásicos del rock, del pop o del punk en su instrumentación, también se reivindiquen los nuevos formatos de concierto o las criticadas bases pregrabadas.
“Un directo evidentemente no es un iPod enchufado, son aparatos, están enchufadas las bases, hay ingenieros preparando todo eso, hay músicos haciendo toda la producción de esos temas para que en el directo tenga sentido. Igual no se están tocando en directo, pero igual es porque no tiene sentido que se toquen. Igual estamos en otro momento y ya se pueden cambiar las reglas del juego”, cuenta Paola, de Cariño, en referencia a la polémica del concierto de Rosalía.
Cabezas de cartel, pero en casos contados
Este año en los festivales como el BBK Live, Ginebras, Cariño y Shego se han subido al escenario principal, algo que parecía en ocasiones imposible para las mujeres nacionales. La presencia en los festivales de nombres femeninos se ha incrementado, pero todavía queda mucho por hacer.
De los carteles de festivales 2022, analizados por Newtral, las mujeres rara vez ocupan apenas el 40%, siendo el Primavera Sound el gran evento que más presencia femenina con un 37%. El que menos, el Viña Rock con un 10%. Sin embargo, estos datos mejoran la cifra de 2019. que situaba la presencia femenina en un 13,5%.
Como consecuencia, en muchas ocasiones, esa etiqueta de “grupos de chicas” dé lugar a comentarios paternalistas o a que todas ellas sufran el machismo de la industria. “Al principio, como éramos chicas y tan pequeñas, sí que es verdad que te encontrabas con gente como un poco paternalista, que te decían que no sabías lo que estabas haciendo, por las dos cosas: por ser chicas y jóvenes”, explica Laura, de Las Dianas.
“Era como ‘ay, que llevo un montón de tiempo trabajando en esto y tú que apenas sabes tocar estás subida al escenario’. Un poco de envidia cochina”, confirma su compañera Isa, quien señala que se han encontrado con muchos envidiosos similares.
Raquel, de Shego, también ha vivido situaciones parecidas. “Sí que ha habido algún momento típico, cuando terminas un concierto, que viene algún pavo y te dice comentarios que se podrían callar un poco la boca”, añade, aunque admite que los chicos de los grupos que las rodean son un espacio bastante seguro. “Creo que no lo hacen con mala intención porque es como para hacerse los guays, pero es como ’no”, explica.
Con respecto a la representación en los carteles y escenarios principales, las artistas tienen claro que hay presencia femenina suficiente y de calidad como para no tener que aguantar una cuota. “No que creo se pongan a decir cuando están haciendo el cartel ‘bueno, faltan chicas vamos a buscar grupos’ creo que los que les va molando, los van metiendo porque si realmente tuvieran ese pensamiento de ‘faltan chicas’, se darían cuenta de que faltan muchas más”, indica Maite.
Laura, de Las Dianas, coincide con ella “costar no cuesta, si no la tienes es porque no te da la gana”. “Tengo que decir que el Granada Sound se ha portado un poco este año, pero el año pasado no había ni una puta mujer y no es porque no haya bandas, porque las hay y lo sabemos todas. Pero este año se ha portado”, explica.
“Nosotras vemos que hay festivales que sí que intentan meter grupos de chavalas, pero hay otros que ves el cartel y dices, ‘¿a esta gente qué les pasa?’ Parece que si no metes grupos de chicas intencionadamente se les olvida”, detalla Isa. “Como que a la gente no se le ocurre ponernos al nivel de otros artistas masculinos y a mí como que me toca las narices”, se queja.
Muchas de ellas, aunque estén en el cartel o en el escenario principal, siguen siendo las que actúan a primera hora de la tarde, un tipo de sesgo frecuente en estos eventos.
Si haces un grupo, mejor con amigas
Lo que también tienen en común estos grupos, al igual que ocurre con tantos otros masculinos, es que en muchos de los casos sus inicios fueron una simple reunión de amigas con ganas de pasárselo bien. Las Dianas, con componentes entre los 18 y los 22 años, decidieron empezar con su trayectoria musical después de unas clases de música.
“Nos juntamos un poco de broma en realidad, era un taller de música y ninguna sabíamos prácticamente tocar”, recuerda Laura, quien señala que fue su profesor de música quien empezó a darles referencias de grupos femeninos. “Las primeras fueron Las Odio, las Undershakers… Luego empezaron a desarrollarse más de nuestra quinta como Cariño, las Hinds, las HAIM fuera de España. Creo que la relevancia de nuestro profe de música fue muy guay porque él todo el rato nos estaba enseñando referentes femeninos”, recuerda.
Para Shego, la situación es similar. Maite y Raquel eran amigas y quedaban para cantar y tocar en el salón de su casa. “Fuimos buscando [al grupo] después de tocar nosotras porque estuvimos como con un año quizás haciendo música nosotras solo. Luego llegó Irene [que ya no forma parte del grupo y la que ha sustituido Charlotte], que fue la primera que se unió porque quería tocar cualquier instrumento y dijo chicas ‘me cojo un bajo y lo aprendo’ y así fue. Y a Aroa también la conocimos antes de la cuarentena, pero tardamos en tocar con ella bastante. Todo fue muy fácil, la verdad”, cuenta Raquel.
Aunque combinar esa relación de amistad entre ellas y el trabajo no siempre es para bien. “Lo llevamos fatal, es una puta mierda, es complicado. Raquel anoche me envió un mensaje y me dijo ‘Te echo de menos como amiga, no como socia’. O sea, es una puta mierda. No sé, es cada vez más complicado y llega un momento que es como solo somos eso. Algún día quedamos a tomarnos unas cañas y hemos decidido ‘venga hoy no se habla de nada de trabajo’ y a los diez minutos, nada”, bromea Maite.
Raquel se muestra más optimista y cree que “la confianza y el poder hablar las cosas si surge algún problema” es una de sus mejores bazas. “Si no existiera esta amistad no habría tanta fuerza para hacer un proyecto así, que conlleva mucho curro y mucho sacrificio mental, físico y de todos los tipos. Y creo que si no nos quisiéramos tanto sería muy, muy difícil”, señala.
La pandemia como motor de grupos emergentes
Muchos de estos conjuntos han visto su auge total tras 2020 e incluso algunos como Shego han nacido directamente en pleno confinamiento. Para ellas, la pandemia les ha supuesto un punto de inflexión también a nivel artístico, y ese parón cultural ha generado nuevas oportunidades.
De hecho, a Cariño les ha servido para incluso atreverse con géneros alejados a su estilo inicial, como es el trap, en su tema bonus trap. “Estábamos encerradas y empezamos mandándonos audios de WhatsApp, yo monté un clip super rápido y fue a raíz de enviarnos archivos; era una broma que se hizo en ese momento y no podía quedarse fuera, aunque por sonido no nos fuese demasiado”, explica Rivero. El grupo, tras la pandemia, se ha hecho un hueco en el festival internacional Coachella compartiendo cartel con Frank Ocean, Lana del Rey o Rage Against The Machine.
A ellas el no poder componer en un estudio no les ha supuesto un impedimento, ya que solían hacerlo compartiéndose archivos. “La pandemia fue una putada, por los conciertos y demás, pero estuvimos en casa encerradas en frente del ordenador, peleándonos con el Logic [Pro, programa de composición]”, recuerda.
A las componentes de Shego les brindó que una oportunidad no hubiesen tenido si el mundo estuviera paralizado. “Creo que nos hubiéramos encontrado con más dificultades si el proyecto hubiera empezado en 2018 o 2019 y hubiese tenido que parar por la pandemia. De ser un proyecto que está empezado y que está yendo medianamente bien y que de pronto tiene que pararse”, señala Maite. “Sin embargo, creo que nos vino superbién que no nos conociera ni Dios y poder hacer música desde casa, sacarla, ver qué pasaba y luego que se fuera acabando paulatinamente la cuarentena, la pandemia…”, detalla.
“Nosotras sacamos nuestra primera canción en cuarentena y fue una canción muy chiquitita que hicimos en casa, pero para los grupos como el nuestro no nos vino mal”, recuerda Raquel.
En Las Dianas el escenario fue totalmente diferente ya que, por un lado se enfrentaban a las dificultades de la industria y, por otro, a la de sus estudios. “Ana, la batería ha acabado 2º de Bachillerato ahora, así que ha sido un año complicado para ella y para todas. Siempre es un poco difícil compaginar, porque si no tiene un examen una, lo tiene otra, pero si tienes ganas y disposición siempre hay un hueco”, señala Laura.
“En la pandemia hicimos muy pocas cosas, una para Canal Sur y poco más”, recuerda. Sin embargo, tenían canciones compuestas de sus ensayos previos que incluirían en su primer disco Lo que te pide el cuerpo (2021). “La cuarentena nos afectó, no teníamos nosotras la fuerza mental como para ponernos a componer música”, cuenta Isa.
A pesar de que la etiqueta pesa, la tendencia es positiva y, tal y como cuenta Eguizábal, no se da solo en el pop, el indie o el punk, también en la electrónica, donde ella ha desarrollado su carrera y en el que se encuentran nombres como Charlotte de Witte o Peggy Gou entre las mejores del mundo. “Está cambiando muchísimo y ayudará a que haya todavía más mujeres que empiecen en la electrónica”, recalca.
Por mucho que la etiqueta pese, los porcentajes en festivales y conciertos va aumentando a golpe de guitarrazos, frescura y, sobre todo, de empoderamiento.