Margaret Court, Serena Williams, Steffi Graf, Roger Federer, Helen Wills, Chris Evert, Martina Navratilova, Rafael Nadal
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Y no Margaret, Serena, Steffi, Federer, Helen, Chris, Martina y Nadal, como muchas veces los medios de comunicación se han referido y se refieren a estas y estos tenistas.
Ni Court, Williams, Graf, Roger, Wills, Evert, Navratilova y Rafa, que la lengua evidentemente permite enunciar pero que tampoco sería en absoluto recomendable.
A raíz de la duodécima y meritoria victoria de Rafael Nadal en Roland Garros, se ha vuelto a oficiar el milagro de los panes y los peces pero al revés. Se detectan cambios pero todavía se puede escuchar en algunos medios que quien ha ganado más gran slams del mundo es Roger Federer, y sus veinte trofeos se presentan como la única meta a alcanzar por Rafael Nadal.
Pues bien, el título del artículo simplemente pone por orden de victorias de gran slams a una serie de formidables tenistas. Es decir, ganar una final en la arcilla de Roland Garros, en las pistas duras del Open de Australia o al Open de los USA, o en el césped de Wimbledon. Este cuadro quizás lo deja más claro:
Si hablamos de un Grand Slam —o sea, ganar estos cuatro torneos en una misma temporada— la lista es mucho más exigua. Por orden cronológico lo han ganado, Don Budge, Maureen Connolly, Margaret Court, Rod Laver y Steffi Graf. Tres mujeres y dos hombres.
Al margen de estos ranquins repletos de buenísimas y memorables tenistas, viene al caso recordar otra bien potente: Billie Jean King. Una de las grandes del tenis y una de las mejoras atletas de la historia. Ganó doce gran slams individuales, dieciséis de dobles femeninos y once de dobles mixtos.
Si la cito, sin embargo, es sobre todo porque en 1973 King fue una de las nueve fundadoras de la WTA (Women’s Tennis Association), organismo rector del circuito profesional de tenis femenino ideado para eliminar la discriminación sexual, la brecha salarial y a favor de la igualdad entre mujeres y hombres. Las otras —casi nunca citadas— son Julie Heldman, Valerie Ziegenfuss, Judy Dalton, Kristy Pigeon, Peaches Bartkowicz, Kerry Melville Reid, Nancy Richey y Rosie Casals. Gracias a estas pioneras, las tenistas han tenido unos emolumentos justos alejados de la miseria a la que se somete a muchas profesionales cualquiera que sea el ámbito en que trabajen.
Actualmente la WTA cuenta con más de dos mil quinientas jugadoras de cerca de cien países. Nunca agradecerán suficientemente los servicios de King y compañía, a contrapelo y no sin sufrir burlas y escarnios.
Una manera fácil de aproximarse al nacimiento de la WTA es la película La batalla de los sexos (EE.UU., 2017) de Valerie Faris y Jonathan Dayton, dedicada a recrear el partido que también el año 1973 jugaron Billie Jean King y el extenista Bobby Riggs, ganado brillantemente por King.
Se ha dicho que se detectan cambios en la manera de abordar la presencia de mujeres y hombres en los medios de comunicación. Por ejemplo, en una noticia reciente sobre Nadal, «Una ‘rivalidad’ que parece no tener fin», leemos en los subtítulos: «Rafa Nadal (17) y Roger Federer (20) son los dos tenistas masculinos con más Grand Slams / Las tres primeras posiciones de este ranking son para Margaret Court, Serena Williams y Steffi Graf». La especificación «masculinos» del primer subtítulo es hoy en día totalmente procedente; citar a las tres tenistas en el segundo, también.
A veces, es un deportista quien pone las cosas en su sitio. En 2016, el tenista escocés Andy Murray enmendó la plana a un presentador de la BBC cuando durante una entrevista después de ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos, destacó que Murray era el primer tenista en ganar dos oros olímpicos. Y Murray le recordó que tanto Venus como Serena Williams habían ganado unos cuatro cada una.
Se podría pensar que el entrevistador se refería a que Murray era el primer hombre que ganaba dos medallas de oro consecutivas en individuales, pero sus palabras fueron: «Eres la primera persona en la historia en ganar dos medallas de oro olímpicas en tenis. Es una hazaña extraordinaria, ¿no?». Un año después Murray tuvo que volver a intervenir cuando le hicieron una pregunta que olvidaba (y por tanto, despreciaba) a las tenistas de los torneos de Grand Slam.
Veo que en la cinta de noticias que va pasando por la parte inferior del televisor (estoy mirando la cadena del Notícies 3/24), sale un corto que no necesita traducción: «Al Mundial, golejada històrica dels Estats Units sobre Tailàndia (13-0)». Ninguna especificación de que se trata de una competición femenina, del mismo modo que tampoco se especifica si es masculina. El público es lo suficientemente inteligente, sensible y no sexista para que tenga que haber la limitadora especificación.
Lo veo de reojo mientras, antes de la pausa de media mañana, admiro los potentes, formidables y bien fundamentados (en ocasiones, vehementes) alegatos —a pesar de tener que hacerlos bajo la coacción de un impaciente y malhumorado Manuel Marchena— de las letradas (espero que cobren lo mismo que los letrados) Marina Roig, Olga Arderiu y Judit Gené (¡magníficos sus «cuando una tiene el convencimiento...»!).
Por fin reconozco la descripción de la manifestación ante la Conselleria d’Economia o del referéndum del 1 de octubre. La fiscalía por un momento me hizo creer que era marciana.