Marcialidad, togas ausentes y abucheos en el 12-O: la vieja normalidad, con nuevas marejadas
El desfile de La Castellana se ha visto marcado por el plante de los representantes de la Justicia y por
La Fiesta Nacional de este 12 de octubre ha traído estampas viejas, felizmente recobradas tras la pandemia de coronavirus: el desfile de La Castellana recuperado y reforzado con 4.000 participantes, las calles llenas de público sin distancias ni mascarillas, las tribunas a rebosar con todas las autoridades. ¿Todas? No, casi. Este año, los fastos se han visto sacudidos por la crisis en la renovación del Poder Judicial y ha faltado representantes de sus principales instituciones. Una ausencia clamorosa que evidencia cuán hondas son las diferencias en un proceso viejo de cuatro años y que ha obligado a los funcionarios de protocolo a trabajar in extremis, cuando las autoridades ya estaban llegando al evento.
El clásico recuperado de marcialidad, uniformes coloridos, acrobacias, cabras y banderas que llegan del cielo ha centrado también su atención en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abucheado a su llegada como siempre desde que está en La Moncloa, pero algo menos que otros años. Seguramente porque, en contra de lo que marca el protocolo, el socialista ha llegado un minuto más tarde que los reyes Felipe y Letizia, los ha hecho esperar y los críticos se han visto forzados, por la coincidencia, ser más prudentes. Ha sido la imagen de la mañana, los reyes en su coche esperando al mandatario. Las peticiones de dimisión se han vuelto a escuchar al final del acto, más nítidas. Sánchez las escuchaba con estoicismo, ante la mirada orgullosa de Margarita Robles, la ministra de Defensa.
Las autoridades fueron llegando, madrugadoras, y se repitieron los corrillos de costumbre. Los ministros, por un lado. Los presidentes autonómicos, por otro -han faltado el vasco Íñigo Urkullu y el catalán Pere Aragonès. Luego ha habido más porosidad, más mezcla. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, del PP, que estaba sobre el asfalto como autoridad local, ni se ha saludado con el presidente del Gobierno. Se ha puesto a hablar con el almirante Teodoro López Calderón, jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad). Departían animados Alberto Garzón (Consumo), el republicano sin corbata, e Irene Montero (Igualdad), de morado. José Manuel Albares (Exteriores) era demandado por los militares, con la guerra de Ucrania de fondo.
Se han ausentado cuatro ministros, las vicepresidentas primera y tercera, Nadia Calviño y Teresa Ribera, de Economía y Transición Ecológica, más la titular de Industria, Reyes Maroto, por razones de agenda; la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, en estado de gestación, y Joan Subirats, de Universidades, por problemas personales.
Era el primer desfile del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, como jefe del primer partido de la oposición, tras relevar a Pablo Casado. Se sabía al dedillo todo, como presidente de Galicia, pero hoy le tocaba otra tribuna en la que, por cierto, ha hablado no poco con los representantes de Vox, con Santiago Abascal a la cabeza.
Parecía que no hubiera pasando todo lo que ha pasado en estos dos años. Cuando a las once de la mañana ha comenzado el desfile, todo se veía familiar, reconocible, agradablemente normal. Madrid ha acogido con sol los actos, los ciudadanos congregados en la Plaza de Lima daban vivas al rey y movían sus banderas al paso del personal de la organización. Unos paracaidistas han bajado del cielo la enseña nacional, con malabares al llegar a tierra de los que han salido airosos, se ha izado la bandera y se ha recordado a los caídos por España, siempre el momento más solemne y emotivo.
Y luego ha comenzado el paseo de unidades, a pie, motorizadas, por aire, con la Patrulla Águila y la Legión entre las predilectas, con los ánimos arriba al ver a la Guardia Civil y, también, a la UME, esa unidad de emergencias que creó José Luis Rodríguez Zapatero y en la que pocos creían, que a base de desastres naturales se han ganado la confianza de los españoles. Hasta 4.000 militares marchando por el Paseo de la Castellana, además de 150 vehículos y 86 aeronaves.
El desfile ha sido un éxito, ha funcionado como un reloj. Lo que lo ha empañado ha sido la política. La pelea política. La principal, la judicial. El gobierno de los jueces y el Constitucional llevan años sin renovarse y Carlos Lesmes, presidente del primero y del Supremo, dimitió el lunes. Hoy su adiós se publicaba en el BOE y por eso no asistía al desfile. Parte del sector conservador del CGPJ no ha acudido porque dicen que el Ejecutivo los ha “ninguneado”, que primero sólo se les mandó invitación de la recepción del Palacio Real que viene tras el desfile y, luego, que les llegó el tarjetón para el desfile en sí, pero tarde, el lunes, sin margen de maniobra. Sí estaba, por ejemplo, el presidente del TC, Pedro González-Trevijano, que ha departido con calma con los presidentes del Senado y el Congreso, Ander Gil y Meritxell Batet.
El Gobierno lo ha negado, cita RTVE, sostiene que las invitaciones partieron del Ministerio de Defensa el viernes, antes de que Lesmes presentara su dimisión, por más que llevara días anunciándola. La pelea es un ejemplo de lo que viene pasando en estos años, que ha impedido remozar las instituciones del tercer poder nacional. Tan grave es la crisis que el lunes, dado el paso de Lesmes, Sánchez y Feijóo no tuvieron más remedio que verse en La Moncloa y prometer que van a hacer un ”último intento” para salir de esta.
Luego han estado los abucheos. Los cientos de personas apostadas en los laterales del Paseo de la Castellana desde primeras horas de la mañana, portando banderas, han saludado la llegada de don Felipe y doña Letizia con vítores y aplausos. No ha sido así con Sánchez, quien a pesar de retrasarse para hacer coincidir su llegada con la de los monarcas, ha sido objeto de pitadas, abucheos e insultos, así como gritos de “dimisión” por parte de los asistentes al desfile, que principalmente procedían de los balcones de los edificios que rodean la Plaza de Lima, más que de la calle. La Castellana no es, desde luego, territorio de izquierdas.
También la ministra Robles también se ha llevado pitos mientras bajaba a pie desde el Ministerio, en la misma avenida, hasta la zona donde están instaladas las tribunas.
El rompan filas la puesto fin al desfile, un día que la titular de Defensa reivindica como el momento en el que “nos sentimos más unidos que nunca”. “Hay que destacar la labor de los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas que están siempre presentes con voluntad de servicio y de amor a España”, añade. Ese cariño era el único del que no había dudas, hoy, en la capital del reino.