Manuel Borrás: “Editores y prensa colaboramos a la santificación de la mediocridad”
Por Winston Manrique Sabogal
La editorial Pre-Textos recibe sendas distinciones de los gobiernos de Italia y España. Uno de sus editores analiza el presente del mundo del libro y del papel de los medios de comunicación en la difusión de la cultura.
Es Miguel Ángel Buonarroti quien habla. Es el genio del arte que se expresa también en los versos, en las Rimas publicadas en 2012 por la editorial Pre-Textos, en la traducción de Manuel J. Santayana.
La bella voz del artista en un libro que refleja el espíritu y la filosofía de este sello español por el cual, especialmente, fue distinguido en febrero con el Premio Nacional de Traducción de Italia. Un galardón que reconoce la difusión de esta editorial de Valencia de la cultura y autores italianos conocidos en el ámbito del español y otros no tanto, como esta faceta poética de Buonarroti:
El interés y aprecio de Pre-Textos por Italia es una de las tres deudas que esta editorial dice pagar, las otras son con la literatura latinoamericana y la portuguesa. Esas tres culturas sumadas a la española completan los pilares sobre los que se levanta esta editorial que arriesga en la búsqueda de autores y libros especiales que condensen belleza de contenido y pensamiento y forma.
Una búsqueda que la editorial empezó en 1976, casi un año después de la muerte de Francisco Franco, tras cuatro décadas de dictadura. En plena efervescencia del futuro de España llamado Transición. Ellos la hicieron con cultura, rescatando autores republicanos en el exilio y dando voz a voces nuevas para los españoles hasta sumar un catálogo de unos dos mil títulos que incluyen nombres que va desde Juan Larrea, Elias Canetti, Ramón Gaya, Pessoa, Rafael Cadenas, José Luis Pardoy, Wislawa Szymborska, hasta más voces como las de Ana Blandiana.
Así que cuando Pre-Textos cumplió cuarenta años el gobierno la distinguió con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Otro galardón que recibió el pasado febrero de manos de los reyes Felipe y Letizia. Una de las editoriales medianas e independientes más prestigiosas.
Y Pre-Textos son Manuel Borrás, Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba. Todos de la misma estirpe de la felicidad de los grandes lectores, de personas amables y entusiastas.
La cara más visible es la de Manuel Borrás (Valencia, 1952). Borrás ojeando y hojeando libros en las ferias del mundo, Borrás en conferencias en diferentes encuentros profesionales, Borrás leyendo entre vuelo y vuelo, Borrás entre cenas y comidas con los amigos y periodistas, Borrás entre presentaciones de libros de sus autores, Borrás a la caza de los mejores escritos, Borrás con la oficina de editor como caracol, Borrás predicador de lectores, Borrás cazador de nuevos talentos para compartir nuevas alegrías.
En uno de esos momentos que condensan el mundo borrasiano,un viernes a las siete de la noche, el editor es cazado en una cafetería madrileña con Darío Jaramillo, el poeta y narrador colombiano ejemplo latinoamericano del espíritu Pre-Textos.
Winston Manrique Sabogal. Imagino que el premio italiano es uno de los que más le ha gustado recibir.
Manuel Borrás. Me ha hecho mucha ilusión porque me toca muy de cerca. Es un premio con el que nos distingue el gobierno italiano, el Ministerio de Cultura, a una empresa como Pre-Textos cuando lo habitual es que distingan a personas físicas por su labor de difusión de la cultura italiana.
Mis tres pasiones son mi vocación americanista, mi vocación italianista y mi vocación portuguesa. Aunque son países, desde la perspectiva española, que consideramos hermanos creo que hay una ignorancia estructural con ellos. Eso se traduce en que para vender 1.500 ejemplares de ellos en el ámbito de la cultura hispana con más de quinientos millones de hablantes tardamos Dios y ayuda. Existe un gran desconocimiento más por nuestra parte.
W. Manrique. Pre-Textos nació en 1976, en los albores de la Transición, ¿qué es lo que más ha cambiado en la labor de editor en este lapso?
M. Borrás. Vivimos una situación de multiplicidad. Yo celebro el surgimiento de nuevas editoriales y aspiramos a que nos emulen y tomen el relevo y contribuyan al acervo cultural de nuestro país y de nuestra lengua. El lector, que cada vez es más menguante, tiene más de dónde elegir.
Quizá nos falta tranquilidad para escuchar, para abrir el oído y escuchar, realmente, aquello que está concitando nuestra atención.
W. Manrique. ¿Qué es lo que más echa en falta como editor?
M. Borrás. Echo en falta la tranquilidad, en el sentido de que nada verdaderamente importante en la vida requiere urgencia. La gran industria editorial ha impuesto un ritmo en el mercado que me parece antinatural. La literatura es lenta y creo que esa lentitud se ha perdido. Ahora es como ir en una competencia a ver quién saca más libros, quién saca títulos más espectaculares, quién ha descubierto a alguien... cuando la verdad no hay nada por descubrir. Te lo digo con honradez: nunca me he creído que he descubierto nada. Nadie descubre nada, todo está descubierto. Lo único que debemos es prestar atención para detectar entre todo esto qué es lo bueno y qué es prescindible; y eso es lo que quizá niega esta velocidad que se nos ha instalado.
Manuel Borrás debe su pasión por la lectura a dos mujeres, a su madre que le contagió la lectura de libros y a Eugenia, la cocinera de su casa cuando era pequeño, que le contaba historias orales. Su interés por la edición se lo debe a su amigo Eduardo Hervás, y el impulso de editor a su padre.
W. Manrique. Lo ha contado muchas veces, pero ¿cómo recuerda en este momento el surgimiento de Pre-Textos?
M. Borrás. La historia de Pre-Textos nace en una mesa universitaria. Tengo la imagen de Manolo Ramírez y yo, unos muchachos de 16 y 17 años, en la cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia cuando se nos acerca otro muchacho de 21 años, llamado Eduardo Hervás, y nos dice: "Los he estado observando y creo que tenemos afinidades". Entonces nos pregunta si nos gustaría colaborar en la creación de una pequeña editorial que va a montar. Como éramos jóvenes aventures dijimos y por qué no. Así nos pusimos a trabajar en ese proyecto muy modesto. Empezamos a sacarle gustillo al asunto. Era un mundo que podíamos intuir pero desconocíamos. Un mundo que nos incitaba mucho. Pero poco después Hervás se suicidó. Así es que Manolo y yo nos quedamos huérfanos con ese proyecto editorial.
Después, cuando iba a cumplir 18 años, tuve una crisis en la universidad por el impacto que me había producido aquella muerte tan trágica. La universidad se me desencajó. Mi padre, entonces, con muy buen criterio, me dijo que no abandonara la universidad, que era absurdo y que era muy joven. Me dijo: "Has entrado a la universidad con muchas ganas. A mí me da igual que tengas un título o no, pero creo que a ti no te conviene incorporar un fracaso tan pronto. Matricúlate libre en la facultad, acaba y después ya decides si tiras todo por la borda". Como mi padre había visto todo el proceso de la editorial, y Manolo Ramírez es como un hermano para mí desde la infancia, me dijo que por qué no me confabulaba con Manolo y seguíamos con el proyecto de Eduardo y de esa manera le rendiríamos homenaje. Además, nos dijo que nos apoyaba en lo económico. Así lo hicimos y luego se unió a nosotros Silvia Pratdesaba.
Por el imperio del mercado a la gente la tienen muy distraída, mirando hacia otro lado. Entonces, claro, hay que prestar atención, fijar la mirada.
W. Manrique. Las últimas cuatro décadas han sido de cambios importantes para la industria del libro, pero ¿como lector cuáles han sido esos grandes cambios?
M. Borrás. Lo más significativo es que nada cambia, en el fondo nada cambia. Lo esencial está siempre ahí. Nosotros tenemos el reto de saberlo cubrir, pero yo creo que la gran cultura responde a un continente del que se entra, se sale. A veces se sale más que se entra, y si se sale más es por ensimismamiento, es decir, por cuestiones extraliterarias. El riesgo se ha quedado en el camino. Me da la sensación de que por el imperio del mercado a la gente la tienen muy distraída, mirando hacia otro lado. Entonces, claro, hay que prestar atención, fijar la mirada. Y fijar la mirada es algo fundamental para un editor, para un autor, para un lector, para todos. Y eso requiere tranquilidad, silencio, soledad, pero parece que son aspectos que la sociedad contemporánea no está dispuesta a pagar.
Otro aspecto grave y muy peligroso es la falta de conciencia de problemas políticos o sociales. No podemos ignorar lo que ocurre en Venezuela, por ejemplo, o en el cuerno de África... Y me pregunto: Si somos capaces de ser generosos con una ONG de África, pero somos incapaces de ver el sufrimiento de las personas que tenemos más cerca es que algo no va bien... Y la cultura está, precisamente, para ayudarnos a centrar la mirada en esos problemas.
W. Manrique. ¿Y si está cumpliendo la cultura? ¿Y la literatura?
M. Borrás. La cultura y la literatura cumplen muy bien el papel que les corresponde. Pero todo eso necesita un correlato, y los fallos están en ese eslabón del correlato. Si la cultura escrita en español en estos momentos es buenísima pero la sociedad no capta eso significa que algo no va bien. Si la sociedad no echa de menos a un buen escritor desconocido entonces ignoran que eso es así. Lo que me resulta más paradójico es que incluso nosotros, los llamados profesionales del libro o intelectuales o agentes culturales, lo ignoramos también. Me llama la atención que en España hasta qué punto no le damos la importancia a nuestra cultura. Hay mucha retórica de la hispanidad, pero todavía siguen los grandes simas, las grandes fronteras inescrutables y eso es un error de perspectiva, de visión que a la larga la pagaremos caro. Lo que hoy se está viendo en español, junto a lo que se escribe en inglés y en portugués, son las líneas de fuerza verdaderas de la literatura mundial. Puedo entender que a la gente no le guste Javier Marías o Pedro Almodóvar, pero lo que no puedo entender es que cuando ellos tienen un éxito internacional en vez de ser celebrado por todos nosotros es casi como un elemento que actúa en su contra.
W. Manrique. Ese parecer ser un elemento muy español: No creer demasiado en ustedes mismos, un cierto desdén o no reconocimiento a los logros de sus compatriotas.
M. Borrás. Sí. España vive y ha vivido durante siglos con un gran complejo de inferioridad. Y ese complejo de inferioridad lleva también a todos estos desajustes y desafueros en los que estamos como que, de pronto, una comunidad que es autónoma elige... yo soy medio catalán y medio vasco, pero no puede contravenir la ley que todos nos hemos dado. Como demócrata lucharé para que la gente se exprese, pero dentro de la ley que hay que defender. El otro día Fernando Savater escribió en el periódico El País algo que suscribo totalmente: "Prefiero ser un ciudadano sin República que un republicano sin Ciudadanía".
W. Manrique. La Generación del 98 escribió mucho sobre eso que llamaba el problema de España, el sentimiento de derrota y algo de envidia de la que tantos autores han escrito y analizado.
M. Borrás. Sí, la envidia española es terrible. Mi maestro Ramón Gaya decía una cosa muy adaptada y muy certera sobre esa envidia, decía: "La envidia española al contrario de la italiana se diferencia en que mientras un italiano puede desear a tu mujer para beneficiársela, un español quiere a tu mujer no para beneficiarse sino para que tú no te beneficies de ella, para que tú no puedas disfrutar de ella". Esa es la gran diferencia...
Mis padres eran muy viajeros, y desde pequeño mi padre me recomendaba, incluso, que no diera a mis amiguitos mucha información de los sitios por donde iba, que no presumiera. Fue una lección. Porque en España puede ocurrir que antes de considerar a alguien un adelantado o un pionero eso puede generar enemistades. "Tú no hagas ostentación de nada, se discreto", me decía.
La prensa se está sicarizando, si valiera ese término. Sé que esto puede sonar muy fuerte, pero no se sabe muy bien si los agentes culturales son sicarios al dictado de alguien
W. Manrique. Hace un momento hablaba de algunos eslabones del correlato de la cultura que no funciona bien. ¿Por ejemplo?
M. Borrás. Uno de los eslabones es la prensa. Creo que la prensa española es una prensa muy plural en apariencia, pero no está dando la medida. Creo que, además, en el terreno de la cultura, está dejando muchísimo qué desear. Cada vez el medio se hace menos creíble. ¿Y por qué? porque en cierto modo la prensa se está sicarizando, si valiera ese término. Sé que esto puede sonar muy fuerte, pero no se sabe muy bien si los agentes culturales son sicarios al dictado de alguien... Parece que la prensa se mueve por motivos puramente industriales más que atendiendo a esa bibliodiversidad. Aunque hace más de lo que se puede. Es verdad que somos muchísimos en el mundo editorial y yo soy uno de los editores que siempre se ha sentido bien tratado como Dios manda. Yo no reclamo nada a la prensa que no me haya dado, pero creo que estamos colaborando con esto de una manera anómala a la santificación de la mediocridad. Nadie se cree la adhesión unánime de los medios a determinadas cosas.
Manuel Borrás lamenta que cada vez los medios de comunicación dediquen menos espacio a la cultura de calidad y hayan olvidado su labor educativa y orientativa. En cambio, añade, "se favorece la información cultural intrascendente" con la cual solo buscan los clicks de la gente en las ediciones digitales. "El prescriptor es cada vez más importante y los medios tradicionales no se dan cuenta de que ya no tienen el prestigio de antes", afirma el editor y filólogo.
A pesar de todo ahí siguen editoriales como Pre-Textos haciendo apuestas, arriesgando o recordando a escritores importantes o dando a conocer facetas sorprendentes , como la del genio de las artes, Miguel Ángel Buonarroti, que termina su rima "Mis ojos, que codician cosas bellas" con: