El insoportable machismo del 'bromance' entre Trump y Bolsonaro
Los presidentes 'hermanos' de EEUU y Brasil están más unidos de lo que crees.
El pasado martes 19 por la noche, el presidente brasileño de extrema derecha Jair Bolsonaro y su equipo abandonaron la Casa Blair (donde se hospedan los dignatarios y jefes de Estado extranjeros cuando visitan Estados Unidos) y emprendieron el viaje de vuelta a Brasil.
Durante ese viaje hizo un nuevo mejor amigo.
Bolsonaro se reunió con el presidente Donald Trump en la Casa Blanca para tratar temas que van desde su visión de la crisis de Venezuela hasta el deseo de Estados Unidos de lanzar cohetes transportadores de satélites desde Brasil. Sin embargo, las reuniones han sido más bien un festival amoroso entre el líder conocido como el Trump brasileño y el Trump original.
Por fin reunidos cara a cara, los dos hombres que están al frente de dos de las cuatro democracias más grandes del mundo se pasaron la tarde del martes lanzándose elogios mutuos con la clase de admiración que les suele dedicar Trump a los líderes extranjeros que comparten sus ideas autoritarias.
“[Bolsonaro] ha hecho un trabajo sobresaliente y lideró una de las campañas electorales más increíbles. Creo que la relación de Brasil con Estados Unidos, gracias a nuestra amistad, probablemente está mejor que nunca, con diferencia”, declaró Trump con Bolsonaro al lado.
“Siempre he admirado los Estados Unidos de América, y esa admiración ha aumentado desde que asumiste el cargo”, afirmó Bolsonaro una hora después en una rueda de prensa conjunta con Trump.
Bolsonaro y Trump tienen mucho en común: ambos están en contra de los inmigrantes y del colectivo LGTBQ+, comparten historial de declaraciones racistas y sexistas, ninguno de los dos es capaz de ocultar su desdén por los principios básicos de la democracia, cargan contra las “fake news”, alaban a los demás líderes autoritarios y, en el caso de Bolsonaro, anhela el regreso del régimen militar a Brasil.
No obstante, lo que sirve de hilo conductor y lo que ha fomentado el bromance (un vínculo afectivo intenso pero no sexual entre dos hombres), que arraigó el año pasado y terminó de florecer la semana pasada en Washington, es el sentido de tíos duros masculinos y ofendidos que impulsa a ambos, ese machismo desafiante pero inseguro que impregna todo lo que hacen.
Ese que también impregnó la estancia completa de Bolsonaro en Washington.
“Brasil y Estados Unidos seguirán hombro con hombro en sus esfuerzos por defender las libertades, las costumbres de las familias tradicionales y a Dios, nuestro creador”, afirmó Bolsonaro durante la conferencia en la Casa Blanca.
“Y lucharemos contra la ideología de género y las actitudes políticamente correctas”, añadió para meter con calzador en uno de los momentos álgidos de su visita su profunda oposición contra los esfuerzos por lograr la igualdad para las mujeres y el colectivo LGTBIQ+.
Trump, que en una ocasión se proclamó un “verdadero amigo” del colectivo LGTBIQ+, ni pestañeó. En lugar de eso, elogió a Bolsonaro por incluir su desagrado por las “fake news” en el saco de asuntos que ambos países detestan.
Que tanto Trump como Bolsonaro se hayan casado tres veces no contradice su versión de lo que debe ser una “familia tradicional”, sino que parece reforzarla. En un encuentro improvisado con la prensa después de la visita a la Casa Blanca, Bolsonaro les dijo a los periodistas que Trump y él habían bromeado sobre lo relativamente jóvenes que eran sus esposas actuales. Trump es 25 años mayor que la primera dama, Melania, y Bolsonaro es 30 años mayor que su esposa Michelle.
“Le comenté que era un hombre joven y le expliqué al intérprete (cuidado con lo que vas a decir ahora) por qué lo considero un hombre joven: tenemos la edad de la mujer a la que amamos”, relató Bolsonaro.
Y no fue su primer intento de chiste de la semana.
En un discurso que dio en la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Bolsonaro explicó a la comunidad empresarial estadounidense que su primer encuentro con Paulo Guedes, el ministro de Economía brasileño, formado en la Universidad de Chicago, fue “amor a primera vista”.
“Económicamente hablando”, apostilló Bolsonaro, provocando las risas de los asistentes.
“No soy homófobo, por cierto”, añadió Bolsonaro, que ha llegado a decir que preferiría tener un hijo muerto que un hijo gay. Lo reiteró en una entrevista para Fox News, donde aseguró que tampoco era racista ni xenófobo.
Guedes también ha dado que hablar: según aseguró en ese mismo acto en la Cámara de Comercio, el motivo por el que Brasil sufre unas tasas tan elevadas de violencia y una economía aletargada es porque “nadie ha tenido los huevos” necesarios para solucionar los problemas.
“Así pues, hemos conseguido a un tío con huevos”, dijo Guedes. En el tema de la violencia, el plan “con huevos” que ha adoptado Bolsonaro ha sido darle a uno de los cuerpos policiales más letales del mundo aún más impunidad para disparar a matar a civiles guiándose por sospechas.
Esa imagen de tíos duros que tienen Bolsonaro y Trump es fundamental para su buena relación y para mantener el apoyo de sus más acérrimos seguidores.
La campaña de Trump y su mandato se han definido por la defensa de los hombres blancos agraviados que sienten que sus Estados Unidos les han sido arrebatados por los inmigrantes, los negros, la comunidad LGTBIQ+, las mujeres y los políticos que pretenden mejorar sus derechos.
Bolsonaro, mientras tanto, prometió en su campaña que restauraría Brasil “para los brasileños”, refiriéndose principalmente a los brasileños que sentían que su Brasil se estaba echando a perder tras años de gobiernos progresistas que aplicaban la discriminación positiva, cuotas y otras políticas concebidas para mejorar la vida de los más desfavorecidos. “El eslogan de la campaña de Bolsonaro bien podría ser ’No es culpa vuestra”, escribió en julio el profesor de Harvard Bruno Carvalho. “Como diciendo: ’Si ellos no estuvieran echando todo a perder, este país sería estupendo”.
Esto no son conjeturas: varios investigadores descubrieron en 2016 que cuanto más cree una persona en “los valores varoniles” (apoyo a la violencia de género, violencia física y bravura) “mejor consideración tiene de Trump”. Otros investigadores han sugerido que el apoyo de Trump creció en áreas que presentaban mayores niveles de “masculinidad frágil”.
El gusto por retratar a líderes como Trump y Bolsonaro como figuras míticas y cómicamente masculinas se pone de manifiesto en la clase de memes e ilustraciones que han inspirado y que no han dejado de circular con motivo de su reunión. Se les retrata como superhéroes de acción musculados, listos para salvar el mundo del azote del colectivo LGTBIQ+, del feminismo, de los inmigrantes y de lo “políticamente correcto”, que ha asolado el mundo en el que los hombres podían ser hombres.
Lo más divertido de este meme de la derecha es la imagen distorsionada que sus propagadores deben tener del cuerpo de sus líderes.
Dejando a un lado la gracieta del cómic, ese machismo claramente ha dado forma al Gobierno de Trump y Bolsonaro.
Ambos han llenado sus gobiernos de autoridades militares que proyectan el tipo de imagen de hombres fuertes y honorables que ni Bolsonaro ni Trump son capaces de dar de sí mismos. El Gobierno de Bolsonaro, formado por 23 miembros, incluye solo a dos mujeres, y una de ellas —Damares Alves, ministra de Derechos Humanos, Familia y Mujeres— ha acogido la lucha de Bolsonaro contra la “ideología de género” con un tradicionalismo rígido. “¡Atención, atención! Es una nueva era en Brasil: los niños visten de azul y las niñas, de rosa”, tuiteó Alves en enero.
Trump ha atacado de forma rutinaria a mujeres y minorías no solo con su retórica, sino con decisiones políticas, y Bolsonaro ha seguido un camino similar. Sus primeras acciones como presidente iban dirigidas a reducir los derechos y protecciones de personas LGBTQ, negros y comunidades indígenas, que ya de por sí están sometidos a elevadas tasas de violencia en Brasil.
El gobierno de machos también tiende a adoptar unas políticas de línea más dura, y a pedir más agresividad en áreas como seguridad pública y política exterior. En Brasil, Bolsonaro ha defendido que la Policía dispare a matar en lugar de abordar la violencia, mientras que el enfoque de Trump hacia la inmigración (y ahora sus esfuerzos por expulsar al presidente venezolano Nicolás Maduro sin descartar el uso de la fuerza militar) da la misma sensación de tipo duro que ambos líderes se esfuerzan tanto en proyectar. (Durante su visita a EEUU, Bolsonaro dijo que apoyaba el muro de Trump con México y criticó a los inmigrantes; tampoco descarta el apoyo militar a Estados Unidos en Venezuela).
La reunión entre Trump y Bolsonaro llegaba en un momento importante para ellos, ya que ambos necesitan la validación del otro. Sus gobiernos están en el punto de mira por las acusaciones de corrupción, y los porcentajes de aprobación y confianza para liderar sus respectivos países han caído en picado; en el caso de Trump, llegando casi a su punto más bajo, en el de Bolsonaro, bajando desde el nivel que tenía el día de tomar posesión hace apenas dos meses.
Pero su bromance ha resultado tranquilizador, una oportunidad para mirarse en el espejo y ver una versión de sí mismos en una posición de poder en otro lugar. Tanto estadounidenses como brasileños temen que este tipo de validación derive en más mano dura (por parte de ambos dirigentes) contra las comunidades más marginadas.
“Cuando vemos reunirse a dos personas de extrema derecha y neofascistas como Donald Trump y Jair Bolsonaro, sabemos que solo puede ser señal de algo malo para los oprimidos de sus respectivas naciones”, señaló el activista Sean Blackmon después de una protesta el domingo por la tarde a las puertas de la Casa Blanca, donde casi 100 personas se manifestaron contra la visita de Bolsonaro.
La política agresiva machista de Trump ha contribuido a amplificar “los grupos [radicales] por los derechos de los hombres” y ha impulsado a los ultranacionalistas blancos en Estados Unidos y en todas partes, con consecuencias trágicas. Brasil ya es uno de los países más mortíferos para el colectivo LGBTQ, las personas negras y las mujeres ―en lo que va de 2019, ha habido cuatro feminicidios al día― y se teme que la marca política de Bolsonaro se extienda y amplifique aún más.
“Ambos son personas racistas, sexistas e intolerantes contra la comunidad LGBTQ, y apoyan el terror policial”, apunta Blackmon. “Es posible que incluso experimentemos una intensificación de la opresión. Este tipo de sello de aprobación tácito por parte de Estados Unidos tiene mucho significado en el mundo. Cuando vemos a Donald Trump dar su aprobación a Bolsonaro, para él es una señal de que nada va a pararlo”.
El machismo de Trump y Bolsonaro los ha hecho amigos, al menos en el contexto de su presidencia. Pero las consecuencias de su estrategia política y la amistad que ha alimentado probablemente persistan después de que dejen su cargo.
“Tanto el presidente Trump como el presidente Bolsonaro, su actitud, su forma de ver las cosas y su estilo han permitido que entre el público resurjan estas opiniones, actitudes y comportamientos que creíamos que habíamos superado”, reconoce Paulo Barrozo, experto en política brasileño y profesor del Boston College. “Lo que más me preocupa es que esta energía oscura de prejuicios, discriminación e irracionalidad que ambas administraciones autorizan dure mucho más allá del final de su mandato”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco y Marina Velasco Serrano.