Es casi imposible contagiarse de coronavirus en el metro o el autobús
Los verdaderos focos de los gérmenes según los expertos en enfermedades infecciosas.
El ‘efecto coronavirus’ ha disparado todas las alarmas entre la población, hasta con los gestos más habituales. Que alguien tosa en el metro o en el autobús provoca ya el sobrecogimiento en no pocos pasajeros. Los geles desinfectantes se han agotado en muchos establecimientos, no quedan mascarillas en las farmacias y cada día se habla de nuevos contagios. La preocupación, sustentada en factores no del todo ciertos, va en aumento.
El nivel de riesgo mundial es “muy alto”, según la OMS, que pidió el pasado lunes al mundo que se preparara para “una potencial pandemia”. Sin embargo, ni “pandemia” significa “apocalipsis” ni el coronavirus mata más que la gripe común.
La hipocondría ha sido más contagiosa que el propio virus, aunque el nerviosismo no tiene por qué desbocarse por escuchar a alguien estornudar, por ir pegado a la gente en el metro o por meterse en cualquier otra aglomeración.
De hecho, los ‘puntos calientes’ que más gérmenes acumulan están precisamente en aparatos, objetos y elementos de uso común, diario y casi imprescindibles en nuestro día a día: el móvil, las barandillas o las puertas. No hay forma de renunciar a ellos, pero representan un peligro mínimo en la transmisión del virus.
Es muy difícil, por no decir imposible, contagiarse de coronavirus por compartir espacio en el transporte público, apunta el doctor Benito Almirante, uno de los portavoces de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). De hecho, la forma de contagio más fácil con un desconocido es compartir viaje en avión, ya que es el contacto permanente el que lo favorece. Es decir, el problema es la exposición prolongada.
“No es una situación apocalíptica. Preocupa porque es un virus nuevo, por la falta de conocimiento y por descubrir cómo erradicarlo”, subraya el doctor.
El coronavirus se contagia a partir de las vías respiratorias de pacientes que ya tienen la infección y puede sobrevivir como mucho unos minutos en el móvil, las pantallas, en cualquier utensilio o en las manos, al tocar a otra persona. El virus necesita un lugar en el que vivir, por tanto muere pasados esos escasos minutos.
Para contagiarse a través de la barra del metro o el autobús, la persona infectada —que haya tosido cubriéndose la boca y haya tocado después la barra— tendría que haber dejado en ella “una cantidad de saliva enorme”, explica Benito Almirante. Es así porque, en el momento que se seque (y lo hace rápidamente), el virus muere.
“No es un mecanismo de transmisión importante”, subraya. Lo que sí es un foco de gérmenes importante para transmitir el coronavirus es un pañuelo. Ahí, el virus puede vivir horas por la humedad, por eso se recomienda el uso de pañuelos desechables a los que se les debe dar un solo uso. Ni siquiera es necesario el uso de mascarillas, a menos que se pertenezca a un grupo de población de riesgo (asmáticos o ancianos). En definitiva, para que una persona con coronavirus contagie a otra tendría, prácticamente, que toserle o escupirle en la cara.
“El mundo ha sobrevivido a enfermedades más graves. Somos 7.000 millones de personas y no hay ni 100.000 infectados”, explica a El HuffPost el médico, y añade que los gérmenes forman parte del día a día. Hay enfermedades infecciosas extraordinariamente frecuentes, como la neumonía, pero no es el caso del coronavirus.