Los ricos de Franco: conocer los hechos para que no se repitan
Cuarenta y cinco años después de la muerte del dictador siguen faltando muchos datos.
Sobre la figura de Franco y el franquismo quedan muchas preguntas todavía sin respuesta y numerosas cuestiones pendientes desde el punto de vista democrático. Después de la muerte del dictador, la Transición supuso en la práctica una “ley del silencio”, una simulación, un “punto y final” aceptado por las izquierdas mayoritarias del momento con respecto a las complicidades con el régimen. Borraron el pasado de sus compañeros de viaje.
Se pagaron muchos precios para alcanzar una democracia equiparable a nuestros vecinos europeos, hubo concesiones, leyes de amnistía que borraron el pasado casi a la carta, autonomías de dos velocidades, “café para todos”, una Constitución elaborada en condiciones excepcionales… No molestar a los Franco fue otro de los precios de la transición política española. También lo fue no cuestionar el poder político-económico de las llamadas “doscientas familias”, la oligarquía desarrollada bajo el régimen de Franco.
En mi nuevo libro, Los ricos de Franco (subtitulado: Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia), amplío el foco y relato la historia y el enriquecimiento de empresarios, banqueros y buscavidas que se aprovecharon del manto protector de Franco y que utilizaron a la familia del dictador para enriquecerse. Cuento cómo se fraguaron las grandes fortunas desde la guerra civil, los negocios oscuros, el gran estraperlo, el poder de los banqueros en el tejido empresarial emergente; cómo se gestó un capitalismo franquista que siguió marcando nuestro ritmo durante la democracia, perpetuando los apellidos de las grandes familias del momento. March, Aguirre, Oriol, Carceller, Fenosa, Villar Mir, Cortina, Banús…
Cuarenta y cinco años después de la muerte del dictador siguen faltando muchos datos. Es preciso contextualizar los hechos de lo ocurrido en el siglo XX en una sociedad como la nuestra para que no parezcan incomprensibles. Es necesario tener acceso a archivos (imposibles de consultar todavía por las restricciones de la ley de secretos oficiales) que podrían permitir el conocimiento, entre otras cuestiones, de la figura real del longevo dictador, que sigue siendo un personaje lleno de incógnitas.
La historia de Franco y de su régimen fue falsificada durante sus cuatro décadas de poder absoluto, en el que se impuso un relato propagandista lleno de mentiras y medias verdades, con datos sesgados e interpretaciones rimbombantes que fueron repetidas por catedráticos afines, hagiógrafos descarados y políticos franquistas patrocinados desde el ministerio de Información que dirigía Manuel Fraga (uno de los “padres” de la Constitución). Es el mismo relato que siguen manteniendo hoy los nostálgicos del Régimen y sus nuevos voceros políticos.
El esfuerzo de investigar los negocios y los privilegios de Franco y sus “socios” ha valido la pena, porque, como escribió Cervantes, la verdad debe saltar sobre la mentira como el aceite sobre el agua. Soy periodista e historiador. El asunto es apasionante. Yo empecé a escribir sobre los Franco cuando murió Carmen Polo en febrero de 1988. Entonces era reportero en la revista Tiempo y mi director, Pepe Oneto, me encargó un reportaje sobre la familia del dictador.
Para mi sorpresa, apenas había documentación; nadie había investigado después de 1975, ni periodistas ni historiadores. Tuve que empezar casi desde el principio: guía telefónica (como Woodward y Bernstein), registros mercantiles y de la propiedad inmobiliaria, directorios de consejeros y empresas, anuarios bancarios como los del banco de Bilbao y el Central... Para contextualizar los datos nuevos busqué en libros de memorias del entorno de Franco, en algunas publicaciones de la segunda mitad de los años 70 (semanarios como Doblón, Triunfo, Posible…), incluso en las revistas del corazón. Mi investigación me condujo a publicar en Tiempo cinco reportajes al cabo de unos meses y a conseguir documentación y datos suficientes para escribir un libro. Así nació en 1990 Villaverde, fortuna y caída de la casa Franco, preludio de La familia Franco, S.A. subtitulado: Negocios y privilegios de la saga del último dictador de occidente, que Roca me publicó el año pasado.
Hasta la actualidad, el tema interesaba a un sector muy concreto de la sociedad española. En los dos últimos años, sí que existe una voluntad más amplia para querer conocer la verdad, una indignación conforme se van revelando los datos y los hechos reales de nuestra historia reciente, investigados y documentados. Ha cambiado la sensibilidad, quizás porque una nueva generación nacida en la democracia quiere saber todo aquello que les han ocultado. Contar la verdad, de una vez por todas, es el único reclamo de un buen libro.