Los republicanos que compiten por la candidatura presidencial del 2024 podrían enfrentarse a otro Trump
En los feudos electorales republicanos Donald Trump Jr. es el candidato más popular, después de su padre.
Mientras los republicanos que consideran postularse para la Casa Blanca en un mundo posterior a Donald Trump son estudiados como posibles rivales, surge un nombre que podría echar a perder todos sus planes: el otro Donald Trump.
El lunes por la tarde, el Partido Republicano nominó oficialmente al actual presidente para un segundo mandato. Sin embargo, los focos ya están puestos en un futuro más allá, dentro de 48 meses, en las elecciones del 2024. Tom Cotton (Arkansas), Ted Cruz (Texas) y Josh Hawley (Misuri) son algunos de los senadores que buscan ser candidatos, además de dos senadores de Florida, Marco Rubio y Rick Scott, y muchos otros gobernadores republicanos.
No obstante, en un partido que gira más en torno a Donald Trump que alrededor de lo que los republicanos solían llamar “principios rectores”, los seguidores más leales del presidente bien podrían pasar a apoyar a su primogénito, Donald Trump Jr.
En un mitin en el estadio Veterans Memorial Coliseum, a finales del pasado mes de febrero, Trump Jr. y su novia, Kimberly Guilfoyle, fueron sin duda los oradores más populares; recibieron una prolongada ovación, incluso cuando iban y volvían de una entrevista antes de empezar el evento.
Poco después, cuando subió al escenario, los 15.000 asistentes comenzaron a cantar 46: una referencia al presidente que sucederá a su padre. Trump Jr. sonrió y no hizo amago alguno de desanimarles.
“Centrémonos primero en el 2020. Mantengamos la vista en el premio, ¿de acuerdo? Gracias”, comentó desde el escenario.
Al día siguiente, él y Guilfoyle se volvieron a meter al público en el bolsillo durante un mitin en Las Vegas. “Tiene mucha energía en el escenario”, afirmó Michael McDonald, presidente republicano en Nevada.
“Le votaría sin pensármelo”, comentó Lou Woodward (57), quien dirige un negocio de construcción en Massachusetts y que vio a Trump Jr. enardeciendo a los asistentes antes de la intervención de su padre, en Manchester (Nuevo Hampshire) a principios de febrero. “Si se parece en algo a su padre, será fantástico”.
“Están cortados por el mismo patrón”, comentó la jubilada Linda Payette, mientras esperaba para entrar en el estadio de hockey de la Southern New Hampshire University. “Dicen las cosas como son. Sin tapujos.”
Desde que los mítines presenciales terminaron, Trump Jr. se ha hecho incluso más omnipresente en la campaña por la reelección. Prueba de ello es que presenta un programa semanal en directo y aparece frecuentemente en el canal de noticias Fox News.
McDonald comentó que resulta fácil imaginar que el hijo intente suceder al padre. ”¿Con todos los seguidores que tiene ahora mismo? No, no me sorprendería”, comentó McDonald. “Tiene lo que hay que tener, lo tiene al 1000%”.
Sin embargo, lo que el presidente y su familia desean y lo que los votantes republicanos realmente quieren son dos cosas totalmente distintas, según John Ryder, uno de los antiguos miembros más importantes del Comité Nacional Republicano en Tennessee. “Al igual que Jeb Bush y Hillary Clinton fueron una mala idea, Don Jr. es una mala idea. Al pueblo estadounidense no le atraen las dinastías”, afirma. “Creo que le resultaría muy, muy difícil convencer al país”.
Trump Jr., que tiene 42 años y trabaja en el negocio familiar de su padre, The Trump Organization, se negó a responder a algunas preguntas la semana pasada. “Hablad con mis chicos”, dijo, sin especificar a qué “chicos” se refería y, después, colgó.
El asesor republicano de Florida y destacado crítico de Trump, Rick Wilson, ha señalado que los seguidores habituales del partido que consideran fácil recuperar el control tras la salida de Trump de la Casa Blanca están locos.
“Este es el principio de la era de los Trump imperiales. El presidente dirá: ‘Donald J. Trump Jr., mi hijo y heredero, es el único que puede seguir mis pasos’”, comentó. “Se han convertido en una fuerza política dinástica. La dinastía idiota de la familia Trump”.
El Partido Republicano se encontraba en una encrucijada cuando Trump se apoderó de él en el 2016. Tal y como se reflejaba en la “autopsia” de la derrota del candidato Mitt Romney en 2012, el partido había perdido el voto popular en cinco de las seis elecciones presidenciales más recientes. La recomendación al respecto había sido tratar de llegar de forma contundente a los latinos y otras minorías, para que el partido fuera competitivo cuando llegara ese futuro no tan lejano en el que los blancos ya no serían mayoría en el país.
Sin embargo, Trump, un presentador de concursos de televisión que no había servido ni en un distrito local cuando se presentó a presidente —frente a lo que se había considerado un fuerte grupo de contrincantes—, eligió el enfoque opuesto. Apostó por políticas que avivaban el agravio de los blancos y gritó a viva voz las apelaciones racistas a las que solo se habían referido de forma indirecta los republicanos desde 1968.
“La campaña presidencial más abiertamente racista desde Andrew Johnson”, afirmó Stuart Stevens, un asesor republicano que ha publicado recientemente It Was All a Lie (Todo fue una mentira), una historia sobre cómo se ha basado el partido en la “estrategia sureña” de Richard Nixon durante el último medio siglo. “Trump hizo un llamamiento visiblemente racista. Llevó la estrategia sureña un paso más allá, generando miedo y odio hacia los musulmanes, los hispanos y los negros”.
Trump se aseguró rápidamente el segmento principal del electorado republicano cuya mayor preocupación era la cambiante demografía de los Estados Unidos, y terminó conduciendo a ese grupo a la nominación, puesto que una docena de republicanos más tradicionales se dividieron el resto de los votantes.
Su inesperada victoria hizo que muchos de los líderes del partido que habían firmado la “autopsia” en el 2012 decidieran que quizá Trump había encontrado un camino mejor hacia la mayoría: atraer a los votantes blancos de la clase trabajadora en los estados del norte y del Medio Oeste.
Uno de los principales representantes del Comité Nacional Republicano, que prefiere mantenerse en el anonimato, defendió que, tras la llegada de Trump, el partido abandonara los arraigados principios en cuanto al libre comercio y la estrecha alianza con la OTAN. Destacó, además, que Trump, a diferencia de los dos candidatos republicanos anteriores, había llegado a presidente. “Nuestro trabajo es ganar”, declaró al HuffPost en el 2017. “Y ganamos”.
Desde entonces, el control de Trump sobre el funcionamiento del partido es cada vez más completo. Los republicanos viven con miedo a recibir un comentario de Trump o un tuit que los desacredite, debido al poderoso control que ejerce sobre sus seguidores. A nivel local y estatal del partido, los activistas republicanos más veteranos se han visto obligados a abandonar y han sido reemplazados por personas leales a Trump. El Comité Nacional Republicano se ha convertido en una rama del negocio familiar de Trump y en un benefactor para sus hijos.
Una empresa perteneciente a Brad Parscale, fundada conjuntamente por el Comité Nacional Republicano y la campaña de Trump propiamente dicha, paga secretamente 15.000 dólares al mes tanto a Guilfoyle como a Lara Trump, la mujer de su hijo mediano, Eric. Además, el Comité Nacional Republicano ha comprado grandes cantidades de libros escritos por Trump Jr. como prima para dar a los donantes, lo que le permite ganar decenas de miles de dólares.
Asimismo, el partido, la campaña de Trump y los dos comités conjuntos de recaudación de fondos han gastado, desde que asumió funciones hasta el 30 de junio, 6,9 millones de dólares en las propiedades inmobiliarias de Trump, pese a que normalmente son más caras que otros hoteles y resorts de la competencia en las mismas zonas, devolviendo así el dinero de los donantes a las arcas de Trump.
Cuando se les preguntó por este asunto, los miembros del Comité Nacional Republicano declararon al HuffPost haber disfrutado al visitar las propiedades de Trump.
“Ya no es un partido, es una secta”, ha llegado a asegurar Joe Walsh, un antiguo congresista republicano que se presentó como contrincante de Trump para la candidatura del 2020.
Ahora, a 10 semanas del día de las elecciones, el Partido Republicano se enfrenta a un momento existencial. La victoria de Trump consolidaría casi seguramente su dominio sobre la organización, de 166 años de antigüedad, y le facilitaría el poder elegir a su sucesor, incluido su propio hijo.
“Creo que Don Jr. sería el candidato favorito”, dijo Stevens, que trabajó en las campañas presidenciales de George W. Bush y Mitt Romney.
De todas formas, si Trump pierde no significa necesariamente que vaya a perder el control sobre el partido. A diferencia de presidentes anteriores que perdieron tras una legislatura (el demócrata Jimmy Carter y el republicano George H.W. Bush), nada apunta a que Trump vaya abandonar la política de buenas a primeras.
“No dejará de tuitear. No dejará de hablar. Aparecerá en la Fox todo el tiempo o creará su propio canal de televisión”, comentó Wilson.
Añadió que a los senadores republicanos que han complacido a la base de votantes de Trump, hablando como él y bailándole el agua, les espera una desagradable sorpresa. “Es un cúmulo espantoso de aspirantes que publicarán cosas en contra del hijo de dios”, comentó. “Veremos qué pasa. Es una secta centrada en la familia”.
Un antiguo asesor de la Casa Blanca predijo una pelea brutal entre el ala que se ha formado siguiendo a Trump (por ejemplo, Cotton y Hawley) frente a los republicanos más tradicionales, como Rubio, o el exembajador de las Naciones Unidas, Nikki Haley. “Creo que es como una guerra civil. Van a estar como el perro y el gato”, dijo, manteniéndose en el anonimato, y añadió que dudaba que Trump Jr. hiciera una apuesta seria por la candidatura. “Creo que es lo suficientemente inteligente como para mantenerse al margen”.
Pero un asesor informal de la Casa Blanca cercano a Trump comentó que veía, sin lugar a dudas, a Trump Jr. participando. “Creo que es muy bueno. Creo que es bueno para las bases. No le subestimaría en el 2024″, comentó manteniéndose en el anonimato. ”¿Qué vamos a hacer? ¿Sacar un Pence o un Rick Scott o cualquier otro tío blanco y aburrido y que nos jodan? Por eso, una parte de mí está de acuerdo con la idea, ¿por qué no?”.
Por supuesto, dependiendo de lo que pase en noviembre, puede que Trump Jr. no sea el único Donald Trump que quiera presentarse a las elecciones en el 2024.
Brian McDowell, que apareció hace ya una década y media en la tercera temporada de The Apprentice, el concurso de televisión del presidente Trump, y que ahora vende sus productos promocionales en los mítines, manifestó que, si el presidente pierde este otoño, tan solo significa que tendrá la oportunidad de volver a presentarse.
″¿Si Trump pierde? Volverá a presentarse dentro de cuatro años”, afirmó McDowell.