Los "rechazados" de Catania, el limbo que desespera a los migrantes rechazados por Meloni
La ONU pide a Europa que facilite el desembarco urgente de 600 migrantes, porque es "un imperativo humanitario, con raíces en la ley internacional y las leyes del mar".
El puerto de Catania es hoy un limbo para 250 inmigrantes salvados hace días en el Mediterráneo por dos naves humanitarias y a los que Italia impide pisar tierra, los primeros afectados de la nueva doctrina del ultraderechista Matteo Salvini: sólo desembarcar a los considerados “vulnerables”.
En el puerto siciliano, los inmigrantes “rechazados” gritan desde las naves de las que se les impide bajar mientras un centenar de activistas se han congregado en las instalaciones para mostrarles, a voces y con pancartas, su apoyo.
Apenas han pasado dos semanas desde la investidura del Gobierno de Giorgia Meloni, pero su vicepresidente y ministro de Infraestructuras ya ha emprendido su batalla predilecta: dificultar la labor de las organizaciones que salvan inmigrantes en el mar.
Salvini en su época al frente de Interior, en 2018 y 2019, ya impulso leyes que preveían multas a las ONG que accedieran a aguas italianas, pero ahora ha inaugurado una nueva política, la de los desembarcos selectivos, para pasmo de la oposición de izquierdas y hasta los obispos.
El ministro del Interior, Matteo Piantedosi, su mano derecha, ha decretado que Italia solo acogerá a los inmigrantes más vulnerables mientras que los que no lo sean deberán permanecer a bordo de las naves de rescate para ser luego devueltos a aguas internacionales.
Esta política ya tiene dos símbolos, el de los primeros barcos en afrontarla, el Geo Barents de Médicos Sin Fronteras (MSF), que entró en el puerto con 572 inmigrantes salvados el 27 de octubre en el mar, y el Humanity 1 con 179 salvados también hace casi dos semanas.
Sin embargo, no todos han podido bajar de la nave y poner fin a su periplo. El desembarco selectivo se consumó de noche, con la revisión de un equipo médico que subió a bordo para determinar quién podía y quién no poner un pie en Italia.
Así, del Geo Barents pudieron bajar 357 inmigrantes vulnerables, es decir, mujeres, niños y enfermos, mientras que 215 no obtuvieron esta consideración. Lo mismo ocurre con la Humanity 1, donde 35 personas siguen dentro, desconociendo su futuro.
″¡Libertad!”
Los dos buques, el primero mucho más grande, siguen anclados en el enorme puerto de Catania, en dos muelles bastante distante entre sí, aunque esto no ha impedido que un centenar de personas acudiera a manifestar su apoyo a los rechazados, incluso de noche, cuando la brisa del mar se hace fríamente desagradable.
El acceso a los barcos está delimitado por dos rejas y varios agentes de policía. Por eso, algunos activistas gritan “libertad” o “bienvenidos” megáfono en mano mientras otros, indignados, se desfogan con repentinos empellones a la reja, hasta que aparece un policía con gesto serio y paran para volver a empezar poco después.
Al caer la noche, los manifestantes encienden las linternas de su móviles como diciendo a los inmigrantes que siguen ahí, apoyándolos, mientras uno, joven, saca la guitarra para animar el cotarro y caldear el ánimo con himnos reivindicativos como el Bella Ciao.
En el Geo Barents, atracado como un gigante, la situación es insostenible para estos excluidos que sobrevivieron al periplo africano, a la violenta Libia, a la travesía marítima -letal para muchos- y a la larga espera a bordo del barco de su salvación.
Los que quedan son todos hombres paquistaníes, bangladesíes, egipcios y un sirio, que a menudo pelean entre sí y no entienden qué ocurre, explica a EFE el jefe de la misión, Juan Matías Gil. “No comprenden qué hacen ahí, crece la tensión, pelean entre ellos, piensan que nosotros tenemos algo que ver y se generan tensiones con nosotros. Luego uno se lo explica y todo pasa, pero el conflicto está latente”, avisa, con rostro francamente preocupado.
Entre estas personas se han dado algunos ataques de pánico y, por eso, MSF ha pedido a las autoridades que repitan la evaluación de los migrantes teniendo en cuenta sus condiciones psicológicas, pues muchos han sido víctimas de todo tipo de violencia en Libia.
También quedan a bordo aún algunos enfermos de sarna genital que ocultaron este problema a las inspectores médicos “por vergüenza”, quedándose atrapados.
Dos de los inmigrantes, presos de la desesperación, se tiraron esta tarde al agua del puerto de Catania y se niegan a subir a bordo. Están ahí, sentados en el muelle, y ya han solicitado asilo porque formalmente han llegado a tierra italiana, aunque haya sido lanzándose por la borda. “Preferirían irse con la policía que volver dentro”, explica Matías Gil, que aclara que han recibido más víveres.
Por contra, algunos de los que todavía no han sucumbido a la desesperación esperan dentro el permiso para bajar y se resignan con algún grito desde la cubierta o colgando algún letrero desde el inmenso lomo del navío: “Help us” (ayúdennos), se lee en un cartel de cartón que alguien ha dejado pendiendo desde la barandilla.
El llamamiento de la ONU
Por su parte, varias agencias de las Naciones Unidas pidieron hoy en un comunicado conjunto a los países europeos que permitan un desembarco “rápido y seguro” de los cerca de 600 migrantes actualmente varados en cuatro buques de rescate de ONG en la ruta del Mediterráneo central.
“Los esfuerzos de Italia por permitir el desembarco de 400 personas, las más vulnerables a bordo del Humanity 1 y el Geo Barents, son bienvenidos, pero se necesita una solución urgente para los restantes”, señaló el comunicado conjunto de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“Pedimos a los Estados de la región que protejan las vidas de los rescatados, acabando con el actual callejón sin salida y ofreciendo un lugar seguro para desembarcar”, insistieron las dos agencias, que pidieron que se prioricen “el salvamento de vidas y la dignidad humana”.
Tras el desembarco, los países europeos deberían compartir la responsabilidad a la hora de acoger a estos supervivientes, muchos de ellos embarcados en Libia, donde “en numerosos casos sufrieron abusos y violaciones de derechos humanos”, añadieron ACNUR y OIM.
Las dos organizaciones insistieron que el rescate marítimo es “un imperativo humanitario, con raíces en la ley internacional y las leyes del mar”, y recordaron que al menos 1.337 migrantes han desaparecido en la ruta del Mediterráneo central en lo que va de año.
La mayoría de los 88.000 migrantes que usaron esa ruta, en su mayoría para llegar a Italia, fueron rescatados por guardacostas italianos y otros cuerpos estatales del país, mientras que un 15 % fueron recogidos por buques fletados por ONG.