Los populismos acaban 2020 peor que como lo empezaron
Mientras la popularidad de numerosos líderes escépticos cae o se mantiene, solo en Brasil su presidente consigue salir reforzado pese al coronavirus.
Al contrario de lo que inicialmente podía suponerse, la pandemia no ha sentado bien a los populismos. El coronavirus se ha cebado en particular con aquellos países dirigidos por líderes escépticos y negacionistas que no han parado de minimizar los efectos del virus ni aun habiéndolo sufrido en sus propias carnes. El poder que ostentan a día de hoy casi todos ellos es menor que hace un año.
En Estados Unidos, la demagogia y el rechazo a la evidencia científica se encarnan en su todavía presidente, Donald Trump. Sin embargo, su discurso cargado de racismo y relativismo está a punto de salir, al fin, de la Casa Blanca.
A pesar de haber conseguido más apoyos que en 2016, estos no han sido suficientes para mantenerle en el poder cuatro años más. A partir del próximo 20 de enero, el presidente electo, Joe Biden, se convertirá en el oficial, pese a la obstaculizada transición que el magnate ya se ha encargado de poner en marcha.
A su portazo se suma el de un gran número de altos cargos. A algunos de los cuales este 2020, además, les ha traído una investigación. Es el caso de su principal asesor, Steve Bannon, reconocido nacionalista y referente de la derecha más radical, impulsor del ya clásico ‘America, first’ —EEUU, primero—.
El virus como ventana de oportunidad
Al otro lado del charco, más líderes europeos de corte populista también se resienten. En Reino Unido, el principal estratega en el culebrón del Brexit, Dominic Cummings, mano derecha del primer ministro, Boris Johnson, y principal artífice de la fatídica campaña ‘Vote Leave’ —Vota salir— de 2016, ha dimitido haciendo visibles las diferencias en Downing Street en plena segunda oleada de contagios.
En la partida de Cummings y sus fieles subyace un volantazo en la dirección del país. Un viraje ideológico hacia posiciones —al menos a priori— más cercanas al conservadurismo tradicional, algo que la vieja guardia ‘torie’ llevaba tiempo demandando.
“Al principio, parecía que la pandemia podría convertirse en una suerte inesperada para los populismos”, comenta a El HuffPost Paweł Zerka, investigador del European Council on Foreign Relations (ECFR). “Después de todo, les ha brindado una oportunidad perfecta para difundir información falsa y convertir en chivo expiatorio a grupos o individuos específicos”, añade.
“Ejemplo de ello es Marine Le Pen en Francia, quien se apresuró a criticar la falta de fronteras en la Unión Europea; o Matteo Salvini en Italia, quien pidió al primer ministro italiano, Giuseppe Conte, que dejara el cargo, argumentando sus políticas de rescatar a migrantes a la deriva había contribuido a la propagación de la enfermedad en el país”.
“Sin embargo, el auge populista no se ha materializado en 2020″, aclara. “Los partidos gobernantes: desde los demócratas cristianos en Alemania y los liberales en los Países Bajos, hasta los socialdemócratas en Dinamarca y Finlandia, han subido en las encuestas”.
Reacios al riesgo
La explicación, argumenta, se encuentra en que la sociedad ha valorado positivamente las gestiones competentes, las millonarias cantidades de dinero que los Gobiernos han inyectado para reactivar la economía de sus Estados con el objetivo de evitar despidos y quiebras, o simplemente, en que los ciudadanos han concluido que “este no era el momento adecuado para experimentar con ese tipo de posturas”.
“La hipótesis que puede extraerse de todo esto es que la ansiedad hace que las personas sean más reacias al riesgo y, por lo tanto, más favorables al statu quo”, señala.
A pesar de ello, Zerka no descarta que algunos todavía estén a tiempo de sacar beneficio de esta crisis. “Si bien no lo han logrado aún, es verdad que la popularidad de ciertos líderes tampoco ha sufrido necesariamente. Le Pen actualmente registra un porcentaje estable de apoyo del 25%, al mismo nivel que el presidente, Emmanuel Macron, antes de las próximas presidenciales de 2022″.
“En los Países Bajos, el Partido de la Libertad de Geert Wilders ha pasado de un 15% en junio a casi el 25% a día de hoy, y las elecciones generales holandesas están programadas para marzo del próximo año. Mientras que, tanto el partido de los Finlandeses como los Demócratas en Suecia, también cuentan con un apoyo estable de alrededor del 20%. Por su parte, Vox se mantiene en un 15% y el declive de Alternativa para Alemania se ha estabilizado en una base del 10%”, detalla.
Margen para un ‘empujón populista’
La segunda ola acaba de empezar, y para Zerka, aún hay mucho margen para que un descontento social, provocado por las malas perspectivas económicas de cara al próximo año, empuje a los populismos europeos.
Brasil podría ser el espejo en el que mirarse. Pese al negacionismo y la irresponsabilidad de su líder, Jair Bolsonaro, quien llegara a considerar el virus como una “gripeciña” y a darse baños de masas sin respetar ningún tipo de medida preventiva —siendo el país que dirige uno de los más afectados por el virus—, la popularidad del presidente se ha disparado hasta el 40%. La cifra más alta desde que llegara al cargo.
“Pero del mismo modo, la incompetencia en la gestión de la crisis podría perjudicar también ciertos liderazgos. Por ejemplo erosionando la base de poder de Jarosław Kaczyński en Polonia, o debilitando a Viktor Orban en Hungría. Mientras que un éxito relativo frente al virus, permitiría a Mark Rutte y al sucesor de Angela Merkel marginar a sus rivales populistas en las elecciones parlamentarias que se celebrarán en Holanda y Alemania el próximo año”, apunta.
Para el experto, mucho dependerá de la narrativa que prevalezca, tanto a nivel europeo como en el seno de cada país, en el discurso sobre cooperación entre los Estados Miembro: “Si el fondo de recuperación de la UE —que se acordó antes de que llegara la segunda ola— se considera un éxito, si efectivamente resulta suficiente y no genera demasiados resentimientos en el norte y este de la UE, después de todo los primeros todavía podrían sentir que están contribuyendo más de la cuenta al bote europeo sin recibir mucho a cambio. Y, en cambio, los últimos podrían concluir que están recibiendo menos de lo que solían recibir, al mismo tiempo que se les estigmatiza injustamente por vincular criterios de Estados de derecho a las decisiones presupuestarias”, expone.
Cabe recordar que tanto Hungría como Polonia vetaron este lunes el acuerdo sobre el presupuesto de la UE para 2021-2027 y la decisión sobre los recursos propios para financiarlo, lo que podría retrasar la entrada en vigor de las nuevas cuentas y del Fondo de Recuperación tras la pandemia.
Ambos países tienen abiertos expedientes de Bruselas por sus problemas con el Estado de Derecho y han venido rechazando sistemáticamente que se vinculen al mismo los fondos comunitarios, de los que son receptores netos.
Desde Naciones Unidas, el mensaje es claro: “El populismo como enfoque para contener el virus solo lleva a un empeoramiento palpable. Dejemos trabajar a la ciencia”.