Los políticos, fuente de depresión de los ciudadanos
Enfrascados en batallas de partido, tratando de sacar tajada de algo que debería ser tan inviolable como la salud, siguen quebrando la escasa confianza que la población tenía en ellos.
Para diagnosticar que atravesamos una depresión social basta con mirar y preguntar a nuestro alrededor. Las razones son obvias: coronavirus, crisis económica, incluyendo paro, miedo al futuro. Como recuerda el psiquiatra Benito Peral, “las cuatro situaciones que motivan la depresión son las de pérdida, la sobrecarga, el aislamiento y el cambio. Todas se están dando ahora a la vez”.
Lo que no es de recibo es que los dirigentes políticos, que deberían ser referentes en un momento tan duro como este, se hayan convertido en una fuente más de alimento para la depresión de los ciudadanos.
En mayo del año pasado, solo tres meses después del confinamiento, el dato era que 1 de cada 5 españoles sufría depresión. Todo apunta a que la cosa ha empeorado bastante y el espectáculo de la clase política agudiza los síntomas de desánimo.
“Ahora mismo hay un ambiente de descrédito de la política igual que en el año 2010, en los prolegómenos del 15M, cuando se juntaron la crisis económica del 2008, gestión política de la crisis y el estallido de la corrupción. Estamos en un clima de desautorización de la política y de desesperanza derivada de la crisis sanitaria”, apunta Carolina Bescansa, profesora de Sociología y Ciencia Política en la Complutense.
Nos ha bastado un mes del 2021 para disipar la euforia con la que enterramos el 2020 pensando ingenuamente que no podía llegar un año peor. Cada mañana despertamos con una noticia más descorazonadora que el día anterior, ya sea la nevada del siglo, la tercera ola de la pandemia o terremotos varios en Granada. La impotencia y el hastío, más contagioso que el covid, se va apoderando incluso de los optimistas por naturaleza. Solo falta que nos invadan los marcianos.
“Hay una pérdida de confianza, pérdida de trabajo, pérdida de expectativas... La sobrecarga genera incertidumbre, no saber qué va a ocurrir. Aislamiento, ni digamos, los apoyos sociales han bajado muchísimo. Hay cambios de toda índole, las cosas cambian constantemente, te cuesta estar al tanto hasta de las las normas que te conciernen”, añade el doctor Peral, visualizando ese contexto que es el caldo de cultivo perfecto.
En esta situación, miras a los políticos enfrascados en batallas de partido, tratando de sacar tajada de algo que debería ser tan inviolable como la salud y te das cuenta de que siguen quebrando la escasa confianza que la población tenía en ellos. Hoy se echan en cara que AstraZeneca haya dejado tirada a la Unión Europea con la vacuna, mientras tú ni tan siquiera ves ya luz al final del túnel y las fuerzas vivas de antaño se vacunan saltándose la cola, resucitando esa España casposa que tanta grima da.
Que “la depresión es una pandemia” es lo primero que se le viene a la cabeza al profesor José Antonio Llosa, doctor en Educación y Psicología, especializado en investigación e intervención psicosocial, uno de los referentes de la Universidad de Oviedo, quien recuerda que el consumo de psicofármacos es una de las pruebas de una sociedad deprimida. Y España está entre los más consumistas.
“Venimos de una crisis económica, estamos en la crisis sanitaria y la próxima crisis será la de la salud mental. No me atrevo a decir si en la depresión influyen los políticos, pero en una sociedad desesperanzada hay evidencias de que no están a la altura”.
¿Qué puesto ocupa la desesperanza en la depresión? “Es un factor elemental en la depresión clínica: desesperanza, anhedonia, desinterés... Pero independientemente de las hipótesis, los políticos ayudar no ayudan. La fractura social influye en esa desesperanza. Con respecto al milenio anterior, observábamos proyectos en común que ahora no existen, la fragmentación está ahí y la desafección -una palabra que nos gusta mucho- lo impregna todo. Siempre les digo a mis alumnos que la polarización social no es un concepto que os hayáis inventado ahora los periodistas, es un concepto psicosocial. Y asuntos como los señalados, la actuación y disputas entorno a las vacunas, favorecen la desafección. En los estudios que tenemos con los jóvenes, todos los elementos que afloran no hacen sino venir a acentuar la desesperanza” resalta el profesor Llosa.
Y esos jóvenes, los más desesperanzados, son el futuro de estas sociedades alicaídas, trastornadas y los que tienen que votar hacia dónde van. “Si se analizan los síntomas depresivos por edades, el 42,9% de los jóvenes entrevistados de entre 18 y 24 años reconoce estar pasando por síntomas de depresión. El 32,2% si tienen entre 25 y 34 años. El 26% para los de 35 y 44. El 15% para los de 45 y 64 años”, señalaba un estudio pilotado por la profesora Carmen Valiente de la Universidad Complutense, en mayo del año pasado.
Por eso, la socióloga y politóloga Carolina Bescansa se fija especialmente en los marcadores emocionales que el CIS incorporó desde octubre. “Desde el punto de vista de la subjetividad, emocionalmente la situación se percibe peor cada mes. Desde octubre crece el porcentaje que considera que esto está afectando a su vida privada y sus relaciones, sobre todo entre votantes de PSOE, PP y Unidas Podemos, mientras que al perfil de Vox considera que le afecta más en el trabajo y la economía doméstica”. Y anima a analizar los perfiles de gente que se ha autoconfinado, entre los que destacan porcentajes considerables entre gente joven, además de la gente mayor de 65 años.
Una depresión colectiva agravada por ‘el mal comportamiento de los políticos’ que aparece señalado en el CIS como el tercer problema de España, por detrás de la crisis económica y el covid. Y es que en lugar de cómo solución se les contempla como causantes de problemas. No os deprimáis por ellos, que no lo merecen.