Pacientes que necesitan ser atendidos hoy para no ser crónicos mañana
A muchos pacientes crónicos se nos indicó que no acudiéramos a los centros de salud para no sobrecargarlos o por temor al contagio de coronavirus.
La actual crisis sanitaria ha puesto en evidencia algunas cuestiones que los pacientes crónicos ya conocían, entre ellas, una en la que coinciden los expertos en salud y los propios profesionales. ¿A qué me refiero? El actual sistema autonómico, con diecisiete sistemas sanitarios, junto a unas decisiones de gestión adoptadas sin la precisa coordinación y cogobernanza, tan necesaria ahora y siempre, han colocado a nuestro sistema sanitario en el punto de mira fuera de nuestras fronteras (COVID-19 in Spain: a predictable storm?).
De acuerdo con el principio de eficacia y eficiencia en el gasto público que recoge nuestra Constitución, si el área a gestionar es más pequeña ello se traduce por lo general en una mayor eficiencia. Esto podría pensarse de nuestro actual sistema sanitario parcelado, el cual ha gozado siempre de un gran predicamento, y que no se discute. Ahora bien, si no inviertes en el mantenimiento de sus bases y cada uno va a lo suyo, surgen las inequidades, cuyos efectos recaen principalmente es los pacientes.
El pasado ya no tiene vuelta de hoja, no se poseían alertas de tsunami a pesar de los avisos en otros países, y sin embargo, cuando se avecina una caída en los mercados de valores asiáticos, los efectos sí se ven venir.
Como toda pandemia, trajo los vientos indeseables de pérdida de vidas, puestos de trabajo, incertidumbre, etc., sometiendo a nuestro sistema sanitario a una prueba de estrés que lo ha dejado exhausto y sin tregua para la siguiente. No obstante, ha habido tiempo para que la siguiente, que sí se sabía que iba a llegar con iguales efectos o peores, pudiera surfearse, dada la terminología que se ha venido utilizando estos meses.
¿Qué se ha hecho entre ambas? Acudir a los consabidos eufemismos en una mal llamada guerra. Así, nos acostumbramos a escuchar la “desescalada”, la llegada de la “nueva normalidad”; en definitiva, los mensajes cortoplacistas que ofrecieron una falsa seguridad a una población cansada del confinamiento, en pro de salvar una economía de servicios y la temporada estival. Y me pregunto: ¿Qué terminologías usamos ahora? ¿Ha merecido la pena ir tan rápido? Es imprescindible salvar los eventos sociales de la campaña navideña... ¿A toda costa? Aquí las respuestas no las tengo que dar yo, porque leyendo a los expertos se contestan por sí solas.
Otra vez vuelven los mensajes frente a esta “guerra” o “lucha” contra un virus, que, como toda contienda, se vendió como rápida, en búsqueda de una vacuna que lógicamente tardará, o un tratamiento efectivo. También la Gran Guerra se iba a solucionar antes de la Navidad de 1914 y fueron cuatro años sangrientos cuyo fin se aceleró en parte por la gripe del 18 (la mal llamada española).
Desde estas líneas podría escribir como ciudadana, no obstante, prefiero acudir a mi papel de paciente crónica y de dolor, porque se nos indicó que no acudiéramos a los centros de salud para no sobrecargarlos o por temor al contagio. Tan solo apuntar que cuando el dolor es inhumano solo le tienes miedo a él.
No dudo que todos los sectores económicos están sufriendo un estrés sin precedentes y precisaremos de años para sobreponernos, pese al escudo social creado y las ayudas que se han prometido.
La autora del Diario de Wuhan, Fang Fang, alertó en marzo de la falta de opciones para el tratamiento de los otros pacientes con enfermedades crónicas. De igual manera, los distintos profesionales han alzado la voz con mensajes semejantes en España y otros países a este respecto.
Concretamente, el Dr. Ignacio Vallejo alerta sobre el aplazamiento de otras patologías, en especial la atención a las personas con problemas crónicos en la era Covid, que recalca “la importancia de centrarnos no solo en la atención aguda de los pacientes con Covid-19, sino también en trabajar de forma proactiva por mantener la asistencia de las personas con enfermedades crónicas, complejas y de altas necesidades. Esta circunstancia es importante no solo de cara a proporcionar la mayor estabilidad de sus procesos o ganar en salud, sino también para preservar en lo posible nuestro sistema sanitario”.
O el Dr. Julio Mayol, director del Hospital Clínico de Madrid y sociedad científica española de investigaciones quirúrgicas, apunta en una reciente entrevista que: “Con la demora en diagnósticos y tratamientos solo estamos viendo la punta del iceberg. El gran reto para los pacientes son los diagnósticos y las pruebas para acceder al sistema sanitario”.
Desde hace años se nos insiste en el valor de la prevención de las enfermedades cardiovasculares (en 2018 en España fallecieron 120.859 personas), pulmonares y aquellas que pueden devenir en crónicas; mermando la calidad de vida del paciente, con una importante carga asistencial, una mortalidad prematura y elevando el consiguiente gasto sanitario. Son un grupo de riesgo frente a la infección por Sars-CoV-2, si bien la atención se ha centrado en los más vulnerables, los mayores; cuando la cronicidad no entiende de edad, y se apela a la necesidad de dar respuesta a todos los enfermos. Se pueden abrir los centros de especialidades u otros por las tardes o los fines de semana, aunque ya se sabe que para ello son necesarios recursos humanos y voluntad. Y sin perder de vista que la sanidad privada no haga negocio de la situación actual.
Nos hemos acostumbrado a que sea normal estar meses o años en una lista de espera, y también nos hemos habituado al constante flujo de cifras de fallecidos por el coronavirus. Unas listas que varían dependiendo de la comunidad en la que residas, volviendo a la discriminación por tu residencia. Las estrategias a corto y medio plazo se quedan de nuevo en el cajón del olvido.
Pongamos un ejemplo: al paciente que espera durante meses una prótesis de rodilla y soporta un elevado nivel de dolor, no le queda otra que esperar porque no es urgente. Cuando este paciente sea operado, es probable que el dolor se convierta en crónico, otro efecto colateral de la pandemia. Una diabetes no controlada puede derivar en la pérdida de visión, problemas cardiovasculares, un fallo renal e incluso el fallecimiento. Y así podría relatar miles de casos de pacientes que hoy necesitan ser atendidos para no convertirse en los crónicos de mañana.
En los planes de respuesta ante la infección por el Sars-CoV-2 han quedado fuera demasiados pacientes, en especial los crónicos, salvo los oncológicos, dado la gravedad de estos casos.
Como medida preventiva se ha potenciado la consulta telefónica, que puede resultar una ayuda al seguimiento de ciertos pacientes. “Sin embargo, fomentar solo consultas virtuales —en palabras del Dr. Vallejo— puede resultar no solo técnica, logística y regulatoriamente desafiante, sino también un riesgo o ser ineficaces para algunos pacientes”.
Podría extenderme en el tema de los pacientes crónicos, pero ya se han publicado distintas aportaciones que denuncian la actual situación, y de ello sabe bien Carina Escobar, presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes, porque la respuesta frente al coronavirus ha sido a expensas de reducir la carga asistencial del resto. Se han apuntado una serie de prioridades en lo que se ha denominado Horizonte CH 2025, con el fin de apostar por una transición de modelo que para muchos, los de ahora, nos resulta demasiado lejano.
Estos pacientes, entre los que me incluyo, merecen como todos ser atendidos, porque a estos no les preocupa si han perdido las vacaciones de este año, o les cierran la terraza a las diez de la noche, solo aspiran a tener una calidad de vida parecida, que no igual a la del resto. ¿Quién decide lo que es urgente o no?
He podido escuchar a pacientes postcovid que precisan ser atendidos de las secuelas y, en consecuencia, reclaman una atención específica. Precisamente, estos han sido los pacientes de este año, que se convertirán junto a otros en los crónicos de mañana.
Las enfermedades en general no entienden de alertas, salvo las del propio cuerpo, ni de un parón que sí pueden realizar otras personas, si se les presta el imprescindible soporte económico.
Como escribe Bárbara Blasco en su libro, Dicen los síntomas, estos últimos se asemejan a los “frutos maduros que el cuerpo expulsa, una vez llegado a la sazón, justo antes de iniciar el declive”, y justamente, ese declive se evita atendiendo a los primeros sin más demoras.
No olvide el lector que las enfermedades crónicas nos pueden afectar a todos.