Los legendarios tercios españoles estaban formados en su mayoría por... extranjeros
Si teletransportásemos desde el siglo XVI a un soldado de los tercios al azar al presente, habría menos de un 20% de probabilidades de que hablase español.
Ah, los tercios... Cuántos pechos no se han henchido de orgullo ante el recuerdo de las incontables hazañas, victorias en inferioridad numérica y episodios de coraje y pundonor de estas legendarias unidades militares. Cuesta pensar en algún aficionado a la historia de España que no se haya sentido impresionado por estas tropas de infantería que dominaron los campos de batalla europeos durante más de un siglo y que tanta gloria cosecharon para la historia de las armas españolas... aunque estas estuvieran empuñadas en su mayoría por alemanes, flamencos e italianos.
De hecho, si tuviésemos a nuestra disposición una máquina del tiempo que nos permitiera teletransportar desde el siglo XVI a un soldado de los tercios al presente al azar, habría menos de un 20% de probabilidades de que pudiésemos comunicarnos con él en español. Lo más probable es que nos saludase en algún idioma de la familia germánica.
Cada una de estas unidades militares, que sobre el papel consistían en 3.000 soldados, se dividían en un inicio en tres partes que combatían de forma coordinada: una de piqueros, otra de ballesteros y otra de soldados equipados con espada y rodela. De esta estructura, recogida por primera vez en la llamada Ordenanza de Génova del año 1536, es de la que se cree que procede su denominación como “tercios”. Más adelante las ballestas fueron sustituidas por los más eficaces arcabuces (un arma de fuego de avancarga, antecesor del mosquete) y los rodeleros desaparecieron al quedar obsoletos, pero el nombre de “tercios” perduró.
Esta combinación de armas revolucionó la doctrina militar de la época y se impuso en los campos de batalla europeos durante más de un siglo, desde los años 30 del siglo XVI hasta casi mediados del XVII. Los soldados de los tercios combatieron a lo largo y ancho de los territorios del imperio español, gobernado por la dinastía de los Habsburgo, conocida como ‘Los Austrias’, cuyos dominios, abarcaban la Península Ibérica, gran parte de Italia, Países Bajos o las posesiones en América, entre otros. Ninguna otra formación militar de la época podía oponerse con éxito a los tercios, que tenían una capacidad devastadora a la hora de atacar y de defenderse gracias al apoyo mutuo entre piqueros y arcabuceros.
El historiador y escritor José Luis Corral, autor de la trilogía Los Austrias, explica que los tercios estaban formados por soldados de todos los dominios del imperio español: “Aunque eran mayoritarios los alemanes, también había muchos españoles, italianos y valones (flamencos católicos). Los componentes de los tercios eran soldados profesionales, y en ellos se admitía a todos los que tuvieran formación militar”. Así, estas tropas estaban compuestas por un crisol de nacionalidades, y la inmensa mayoría se alistaba más por devoción al dinero más que a una bandera.
De hecho, Corral no duda en calificar a los miembros de los tercios como “mercenarios”. “Los soldados de los tercios cobraban por su actividad como profesionales de la guerra”, sostiene. Entre las evidencias históricas que respaldan esta afirmación, este experto enumera documentos relativos “al cobro de sus salarios y, además, el hecho de que se rebelaran y se amotinaran si no recibían a tiempo sus pagos”.
El periodista especializado en temas de historia César Cervera publicó un blog en el diario ABC sobre las nacionalidades predominantes entre los soldados de los tercios. “Diferentes estudios han puesto de relieve que los españoles representaron solo el 16,7% de media de los soldados que lucharon bajo el reinado de Carlos I. En lo referido a los ejércitos que tomaron parte en la guerra de Flandes desplazados desde Italia, ya en el reinado de Felipe II, un 14,4% eran españoles”, recoge Cervera en su artículo. Es decir, como ya se ha mencionado más arriba, ni dos de cada diez soldados de las tropas imperiales de los Austrias eran españoles.
A pesar de que en su mayoría los integrantes de los tercios no procedían de lo que hoy es España, sí había algunas de estas unidades formadas por españoles. “Sí, había algunos regimientos organizados por nacionalidades, sin duda por la ventaja de hablar la misma lengua. Pero al ser profesionales, o mercenarios, no tenían el sentimiento de nacionalidad, al menos en principio”, comenta Corral. “En el siglo XVI la concepción del poder real, o imperial en su caso, seguía siendo el de la Edad Media: se era rey ‘por la gracia de Dios’. Por tanto los soldados de los tercios eran ‘soldados del rey’ y estaban a su servicio, y por la defensa de sus dominios señoriales”, explica Corral.
“Aunque es cierto que la literatura contemporánea o las proclamas de los capitanes aluden en ocasiones a cierto factor ‘nacional’, lo que primaba en los tercios no era la fidelidad a una nación concreta, pues sus miembros lo eran de varias, sino la lealtad a quien pagaba sus salarios, y este era el rey de España. Los ejércitos ‘nacionales’ no existen con la concepción moderna hasta el siglo XVIII”, añade.
Los tercios son conocidos, sobre todo, por su participación en las guerras de Flandes. En su artículo, Cervera señala que la mayoría de los hombres que formaban los ejércitos españoles en esta región de los Países Bajos eran “valones, alemanes e italianos”. De lo que sí hay evidencias históricas es de que los tercios compuestos por soldados españoles, mayoritariamente castellanos, solían ser canela fina el campo de batalla, la crème de la creème, que dirían los franceses, a la sazón enemigos habituales. Precisamente a manos de los franceses terminó la hegemonía de los tercios en el Viejo Continente, en la batalla de Rocroi, librada en 1643.
En este enfrentamiento (recreado en la película Alatriste, basada en las novelas de Arturo Pérez-Reverte), los tercios, compuestos por diversas nacionalidades, se vieron doblegados por la superior artillería francesa. Los italianos, valones y demás huyeron del campo de batalla. Sin embargo, dos tercios formados por españoles aguantaron imperturbables el chaparrón de bombazos hasta que el Duque de Enghien, comandante de las tropas francesas, les ofreció una rendición honrosa en unos términos poco habituales (salir portando sus banderas y sus armas y poder regresar a España), ejemplo que demuestra el coraje y la merecida fama de aquellos aguerridos soldados.
Los expertos fijan la derrota española en la batalla de Rocroi como el punto de inflexión en el que la doctrina de los tercios se vio superada y estos dejaron de ser los amos de los campos de batalla europeos para iniciar un lento declive hasta que pasaron a ser historia.