Los explosivos papeles de Kennedy: ¿qué pueden revelar sobre su asesinato?
Trump, dispuesto a publicar este jueves los documentos sobre uno de los grandes misterios de la historia.
Sonrisa radiante él, esa que había encandilado a buena parte de los estadounidenses junto a sus inéditas políticas, y traje impecable con corbata verde. Elegante y fiel a su estilo ella, con un conjunto de chaqueta rosa tweed firmado por Chanel, elegido personalmente por su marido. Ambos aterrizaron felices en Dallas, donde todo parecía haberse alineado para dar lugar al día perfecto. Hasta el tiempo estaba de su parte: el cielo había descargado lluvia y más lluvia y había dado paso a un radiante sol. Eso permitió que la pareja presidencial se subiera al innovador Lincoln SS-100-X sin capota, de forma que los miles de ciudadanos que se habían acercado al recorrido que iban a hacer en coche pudieron verles en persona. Bastaron ocho segundos para que toda esa magia se perdiera y se tornara en el horror. Fue el tiempo que necesitó Lee Harvey Oswald para asesinar a John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963.
Según la versión oficial, el exmarine Oswald disparó en ese lapso de tiempo tres veces, pero fueron dos los disparos que alcanzaron y mataron al presidente Kennedy. Sólo una hora después de perpetrar el ataque fue detenido mientras gritaba: "¡Yo no he matado al presidente Kennedy! ¡Yo no he matado a nadie! ¡No sé nada acerca de eso!". Oswald estaba fichado por los servicios de inteligencia, que sospechaban de sus pasos y había vivido en la Unión Soviética en plena Guerra Fría. Una vez capturado insistió en negar su responsabilidad en la muerte del presidente y, durante su traslado a prisión, el 24 de noviembre, fue asesinado a tiros por Jack Ruby, dueño de un club nocturno que supuestamente pretendía vengar a Kennedy.
La Comisión Warren, que investigó el asesinato, concluyó, tras examinar 3.154 pruebas y estudiar las declaraciones de 552 testigos, que Oswald estaba detrás del asesinato del por entonces líder de EEUU, que había actuado solo y que no formaba parte de ninguna trama comunista internacional.
Esto es lo que dice la versión oficial, la que es pública, cuestionada hasta la saciedad. De hecho, en 1979 el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos de EEUU estimó que podría existir una conspiración en torno al asesinato del presidente Kennedy. Por eso el mundo está pendiente de la decisión del actual presidente de EEUU, Donald Trump, que tiene en sus manos revelar todo sobre este asesinato. Será él quien dé luz verde —o no— a desclasificar el 1% de los documentos que permanecen totalmente clasificados.
Ese 1% puede sonar a poco, pero son 3.100 documentos relacionados con un viaje que Oswald hizo a México dos meses antes del asesinato de Kennedy. Es, por tanto, clave en todo este misterio. El expediente del caso JFK contiene unos cinco millones de páginas. Cerca del 88% de los registros han sido ya desclasificados, un 11% se ha revelado parcialmente y sólo ese 1% está oculto. Los investigadores del asesinato creen que en esos documentos se muestra que tanto la CIA como el FBI habían seguido de cerca las actividades de Oswald en México y sabían que se había reunido con espías soviéticos y cubanos, así como las intenciones del exmarine y no hicieron nada para evitarlo. Esto da base también a los conspiranoicos, que apuestan a que la CIA va a impedir que se revelen los expedientes porque afirman que la Agencia entrenó y ordenó el asesinato a Lee Harvey Oswald, el único culpable del crimen.
¿Y por qué esos documentos no han visto todavía la luz? Porque el Congreso aprobó en 1992 la Ley de "recopilación de documentos del asesinato de JFK", según la cual deben ser divulgados, como tarde, 25 años después de la firma de la ley. Esa fecha es este 26 de octubre de 2017. El presidente de EEUU es el único que puede autorizar una nueva retención, que duraría otros 25 años. Donald Trump ha dicho que permitirá que los documentos sean revelados "a la espera de recibir más información".
Fuentes del Consejo de Seguridad Nacional aseguran a la prensa estadounidense que varias agencias federales están pidiendo al presidente que no divulgue cierta información alegando motivos de seguridad nacional. En The Washington Post, Roger Stone, consultor político muy cercano a Trump, da incluso nombres: asegura que el director de la CIA, Mike Pompeo, está presionando al presidente para que bloquee la publicación de los documentos. Ni la CIA ni el FBI han confirmado si le han pedido o no que impida que se revele todo el expediente.
¿Y SI SE PUBLICAN?
Pero la sociedad estadounidense, el mundo, quiere saber. Y más teniendo en cuenta que se ha llegado a apuntar a una operación para matar al presidente a gran escala que involucraría no sólo a la CIA, al KGB, y al FBI, sino también hasta al entonces vicepresidente de EEUU, Lyndon B. Johnson. Johnson estaba siendo investigado por prevaricación, lavado de dinero... y todas las causas fueron cerradas justo cuando alcanzó la vicepresidencia. Esto hizo que fuera objeto de duda para muchos. La suma de todos estos factores ha hecho que la versión oficial nunca haya sido considerada suficiente respuesta para varias generaciones que quedaron conmocionadas y marcadas.
La implicación a solas en el asesinato de Oswald no es lo único que no cuadra para quienes creen que hay algo más. Jack Ruby, que mató a este ex marine, murió cuatro años más tarde en circunstancias extrañas. La versión más extendida es que Ruby acabó con Oswald para que no se supiera quién era el autor intelectual del magnicidio.
También se ha hablado mucho del papel que tuvo la mafia en la vida de Kennedy, de hecho incluso se ha llegado a afirmar que llegó a ser presidente gracias a su ayuda. El popular cineasta Oliver Stone los vinculó en su película "JFK" en la que aseguró que el asesinato fue obra de la CIA y los servicios secretos militares, que utilizaron en la conspiración a la mafia y a Lee Harvey Oswald como chivo expiatorio.
La última palabra la tiene Trump que, consciente de la expectación que genera su decisión, está usándola como de costumbre: a su antojo y como si de un reality show se tratara. Sus detractores insisten en calificar la desclasificación de los informes como "otro acto de irresponsabilidad del inquilino de la Casa Blanca", y una forma de usar la seguridad nacional para atacar a sus enemigos en Washington. Pero él hace oídos sordos y usa este asunto como ya hizo en campaña: para su propio beneficio. Todavía resuenan aquellas palabras del Trump aún candidato, que no vaciló a la hora de acusar, sin prueba alguna, al padre de su oponente Ted Cruz de haber formado parte del complot para asesinar a Kennedy.
La clave está, por tanto, no sólo en si los documentos arrojan más luz sobre el que es uno de los grandes misterios de la historia, sino en las consecuencias políticas que su publicación tendrá para Trump. En un artículo firmado por Philiph Shenon en Politico, se ahondaba en esta idea: "La burocracia de Washington trata de proteger la reputación de sus agencias. Y esa reputación puede salir malparada en el caso del asesinato de JFK (...) La CIA y el FBI siempre trataron de crear la idea de que Oswald era un lobo solitario, pero los hechos no concuerdan con esa tesis". Así, en opinión de este analista, si Trump da luz verde a la publicación de los documentos y estos dejan en evidencia el papel de los servicios secretos... Sería el peor de los golpes que el presidente podría darle a unas agencias que jamás le han aceptado.
Consecuencias para las agencias estadounidenses como tal no habría, dado el paso del tiempo, pero su reputación y credibilidad quedarían muy tocadas.
La respuesta a tanta incógnita, en cuestión de horas. Lo único claro es que, recuerden, a Trump no le preocupa jugar con fuego... Y esta vez eso es lo que muchos esperan que haga.