Lope gana a Calderón en el Festival de Almagro
Comienza el Festival de Almagro con la entrega del Premio del Corral de Comedias a Ana Belén, dos calderones fallidos y un buen espectáculo de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico a partir de poemas de amor de Lope de Vega.
Pasearse por Almagro estos días es escuchar lo contentos que están todos con que el festival de teatro no se haya cancelado. Los días programados se han reducido. El número de obras y compañías, también. Da igual, porque tienen su festival y el impacto económico del mismo. Por un lado, en la zona, donde el festival supone reactivar el turismo, la contratación temporal de personal y cubrir la falta de ganancias durante del confinamiento. Por otro, en las compañías teatrales. Compañías que pueden exhibir sus producciones y cobrar, al menos, este bolo, aunque después no tengan otras fechas. Son y se avecinan tiempos de mucha necesidad y un buen y conocido festival de teatro puede ayudar a cubrirla.
Sin embargo, esos son efectos colaterales de cualquier festival con el prestigio del Festival de Almagro. Un prestigio que, para los estudiosos, los hispanistas (sobre todo, norteamericanos que tienen un vínculo especial con el mismo), la prensa y el público que vienen de fuera se basa en los contenidos que ofrecen. En la propuesta artística.
En este sentido el festival no ha comenzado bien. El estreno absoluto del nuevo montaje de la comedia de Céfalo y Pocris de Calderón de la Barca de la compañía Teatro del Velador en la Antigua Universidad Renacentista (AUREA) resultó decepcionante. Y la verdad es que no se entiende muy bien el motivo.
En la puesta se intuían buenas intenciones y oficio. Aunque no se sabía porque había un violonchelista tocando en directo si mucha de la música que se usaba era enlatada. A lo que se añadía que lo que decían, las palabras, no se entendían o se entendían a medias lo que dificultaba poder seguir la trama. Sin embargo, había un trabajo en la dicción, en el vestuario, en estar en escena. Un esfuerzo que se concretaba en ese actor que hacía de enano dejándose las rodillas en el escenario. Una intención en las formas de los trajes, en sus colores que chocaban con esas ventanas viejas, ocres, de vidrios rotos que había en el fondo del escenario.
Tal vez sea todo esto problemas de la crítica, pues el público aplaudió esta comedia palaciega. Esta historia en la que Céfalo vuelve a casa, pero temeroso de que su mujer Pocris ya no le quiera, se disfraza y la pone a prueba. Lo que introduce la desconfianza, y los celos, en Pocris. Y de ahí, a la desgracia solo hay un paso.
El galán fantasma, también de Calderón, es un texto mucho más conocido y popular que trae al Palacio de los Oviedo la compañía 2RC desde Canarias. Una comedia ligera de jóvenes enamorados, cuyo amor tiene que superar impedimentos, en una trama con pasadizos secretos y fantasmas. Tiene todos los elementos de las comedias románticas que tanto éxito tienen después de comer. Pero, claro, es de Calderón y lo que dicen y cómo lo dicen está a otro nivel.
Parece que el principal interés de su director de escena que el texto, mejor dicho, las palabras, se entiendan. El resto de los elementos parecen ausentes. Es decir, parece que los actores no saben para qué dicen lo que dicen. Cuáles son sus objetivos. Qué quieren conseguir del otro o de la otra, para qué se mueven en escena. Eso condiciona un decir repetitivo del texto, un trabajo formal en el decir y el hacer, al que le falta el de actuar, el de interpretar.
Hay dos excepciones a lo anterior. Por un lado, el Candil que interpreta Toni Báez al que su lado cómico no le quita su grado de verdad, de ser humano. Por otro, la música en directo, que suena bien, gusta y agrada.
De nuevo, deben ser remilgos del crítico, pues es cierto que el respetable, al menos el que tenía a mi alrededor, rió. Lo vivió como el espectáculo popular que pretende ser. Siguió el enredo y se alegró con la más que esperable resolución de este, como ocurre con toda comedia romántica. Lo que, en tiempos de los cómicos de la legua, le habría garantizado una buena recaudación en las plazas de los pueblos.
Por todo lo anterior, En otro reino extraño en el Teatro Adolfo Marsillach se alza con el triunfo del arranque del festival. Estreno absoluto de La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico montado a partir de textos de Lope de Vega sobre el amor contraponiéndolo a las ideas amorosas que circulan hoy en día. Como son los amores entre personas del mismo sexo o el poliamor o el amor a uno mismo o simplemente amar no se sabe cómo ni a quién ni a quienes. Y, resulta que las reflexiones poéticas de Lope, como clásico que es, son capaces de hablar del amor hoy. Siempre que se hable de amor y no de con quien te acuestas y con quien te levantas.
El espectáculo es mesmerizante por momentos, a la vez que se cae en otros. Momentos que, desde el patio de butacas, parece que son fáciles de pulir, de darles brillo. El caso es que funciona. Y funcionará mejor entre los más jóvenes. No por el uso de las nuevas tecnologías, la referencias y el omnipresente Zoom que parece que ha llegado para siempre a nuestras vidas. Tampoco por esas versiones en rap, rock, pop o jazzísticas de romances y sonetos que suenan bien, a concierto, a un espectáculo de Operación Triunfo hecho con los artistas que han pasado por el programa.
Funciona por lo que hablan y cómo lo hablan. Mezclando la musicalidad del lenguaje contemporáneo con la que nos ha llegado de los versos del Siglo de Oro y tratar de responder ¿qué es amar? ¿Qué es querer? ¿Qué sucede cuando se ama y se quiere? ¿Qué sucede en el sujeto que ama? ¿Y en el sujeto amado? ¿Qué es y para qué (nos) sirve el amor? ¿Cuál es su utilidad, si es que la tiene? ¿Para qué hay que amar? ¿Para qué hay que hacerlo de una determinada manera?
Obra que es posible gracias a ese elenco actual de La Joven, preparados para lo que les venga. Ya sea decir versos, un texto (por muy contemporáneo que sea), cantar, tocar instrumentos o bailar. Sea o no con medidas de seguridad, con o sin pandemia. Algo que están demostrando algunos de ellos implicados en proyectos tan interesantes como los de la compañía Bella Batalla o Los Números Imaginarios que ya se han podido ver en los teatros.
Por tanto, en este duelo inesperado en los teatros de Almagro, Lope, en su versión poéticamente reflexiva, gana al sesudo Calderón. ¿Quién lo iba a decir? Más este año que se si le daba el Premio del Corral de Comedias a Ana Belén era, más que nada, por la Semíramis de la Hija del Aire de dicho autor que hizo en este pueblo manchego y que parecía que nadie había olvidado, y eso que ya han pasado los años.