Lo que me gustaría que mi nuevo cuerpo de mamá enseñara a mi hija
Dejad de dar la lata a las madres con su aspecto y entended que el cuerpo perfecto es aquel con el que te sientes bien, y no el que los demás esperan de ti.
Voy a sacar un tema que seguro que te sonará, ya seas madre, padre o amiga de una madre, o amigo de una madre o... seas quien seas. Seas quien seas, seguro que has oído a una mujer quejarse de que, después del embarazo, su cuerpo (su "cuerpo de amor", que es como le llamamos en mi casa, somos así de ñoños) ha cambiado.
En los meses posteriores al nacimiento de mi tesoro, pude constatar hasta qué punto había cambiado el mío. A partir de ahí tenía un cuerpo nuevo, un cuerpo de madre.
Cosas buenas...
Mi pelo, que siempre había sido liso, ahora tiene una ondulación como si acabara de salir del agua con la tabla de surf bajo el brazo. Eso está guay.
Cosas menos buenas...
He perdido dos tallas de sujetador. ¡DOS TALLAS! Teniendo en cuenta que nunca me he planteado hacerme una operación estética (aunque nunca digas NUNCA), he dicho adiós a mi pecho. A partir de ahora me llamarán "frutos del bosque", pero bueno, no está mal.
Lo peor no es eso, sino el tamaño de mi cuerpo en general, al que al parecer le han dicho que tiene que almacenar todo lo que pueda, en caso de que otro bebé decida venir a robarle el pan de la boca. No encuentro otra explicación: mi cuerpo tiene miedo, así que trata de ocupar más espacio para que yo no lo olvide. Es comprensible, pobre.
Ya en serio, creo que mi cuerpo de madre es mi segundo cuerpo. Un cuerpo diferente al que tenía antes, ni mejor ni peor, pero tan distinto que he necesitado reapropiármelo.
Así que decidí que una talla más, de momento, me iría bien. Al mismo tiempo, me gustan los tacones y el pintalabios tanto como odio que nos impongan lo que es bonito y lo que no.
Pero tampoco hago los esfuerzos suficientes para tener ese cuerpo en cuestión... la verdad es que no, si soy sincera conmigo misma. No es justo engordar 12 kilos sólo por comer una hamburguesa de vez en cuando mientras que la vecina ha tenido 7 niños, se pasa el día comiendo patatas fritas y se enfunda fácilmente un vestido de la talla 36. Pero también es verdad que si quisiera ponerme el mismo vestido que ella y de la misma talla, podría. Lo sé porque antes podía. Pero a día de hoy, no. Para empezar porque no es mi talla "real", y luego porque para mantenerme en una 36 tendría que realizar unos esfuerzos que, sinceramente, me agota sólo de pensarlo.
Por tanto, a día de hoy, tengo mi propio cuerpo de mamá. Que también es mi cuerpo de mujer, de acuerdo. Y que es también un cuerpo que me hace feliz.
Si vamos más allá, diré que no voy a adelgazar porque no me gusta hacer abdominales y porque además me gustan las chocolatinas Kinder. Pero hay una razón más existencial: creo que hay que quererse como uno es y no obligarse a tener un cuerpo que no es el tuyo por principio.
Ese es el modelo que doy a mi hija. No veo por qué, si abogo abiertamente por la abolición de los estereotipos, tendría que ceñirme a una talla de bragas que ya no es la mía sólo porque, según la gente, es más bonito. Y la verdad es que yo no lo encuentro más bonito. Además, soy muy mal público para juzgar lo que es bello o no, porque tengo la manía de ver a todo el mundo guapo. Ya en serio: es muy raro que diga que alguien es feo. Siempre hay algo bonito en las personas que las hace bellas, es así.
Pero volviendo al tema, me parece importante enseñar a mi tesoro que es perfecta tal y como es. Y enseñarle que si, en un momento de su vida, trata de cambiar por complacer a los demás, no sólo se arriesga a no conseguirlo, sino además a ser muy infeliz. Es el caso de no pocas chicas que conozco y que se privan de un montón de cosas porque la sociedad les hace creer que los muslos delgados son mas bonitos que los anchos. Y los dos son cánones.
Nos venden un cuerpo perfecto y somos las primeras en decir que joder, unos shorts vaqueros quedan mal si tienes una 42 y que usar una 46 es estar gorda.
Pero hay un montón de tías que usan una 46 y que deslumbran a su paso.
En fin, les hacemos creer que están gordas, así que ellas se empequeñecen y aíslan al borde de la piscina. Lo mismo que las que no tienen pecho. Ni siquiera es discriminación, es un lavado de cerebro. Esto siempre ha existido, pero a estas alturas ya deberíamos haberlo superado hace tiempo.
Es hora de dejar de dar la lata a las jóvenes mamás con el cuerpo que tenían antes del embarazo y de comprender que, por un lado, tu cuerpo de madre puede ser diferente de tu cuerpo anterior, sin que por ello sea más feo, y, por otro, que el cuerpo perfecto es aquel con el que te sientes bien, y no el que los demás esperan de ti. Este tema me enfada en particular porque es cuestión de peso, pero también de estrías, por ejemplo, a las que hemos declarado feas por decreto, no se sabe por qué. No son ni feas ni bonitas, son como son.
En cualquier caso, pedir a nuestras madres que sean algo que no son es enviar un mensaje terrible a nuestros hijos y, particularmente, a nuestras hijas. Como dijo Naomi Wolf, "una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza de las mujeres. Está obsesionada con la obediencia de estas".
Dicho esto, creo que las mamás fitness de Instagram también tienen razón: si es así como ellas se sienten bien, con los abdominales, nos parece bien. Sé que a ellas también las critican mucho. Siempre es igual, tenemos que admitir que no existe una norma y, a partir de ahí, todo el mundo tiene un cuerpo que está bien. Lo importante es que al final todo el mundo sea capaz de verse bien, ya sea con un cuerpo musculado o no.
Y habrás notado que he tenido cuidado con no abordar el aspecto "salud".
Hace poco leí un comentario en una página de Facebook que se atrevía a decir que las mujeres con curvas tienen graves problemas de salud. Este comentario me cabreó especialmente, ya que asociar un cuerpo con curvas a problemas de salud es como decir que todas las mujeres delgadas tienen problemas con la alimentación. Esto es falso y es violento, pero, además, aunque se cumpla en algunos casos, deberíamos tener una perspectiva indulgente y no juiciosa. Es la base, ¿no?
Me gustaría terminar mi artículo aquí, pero antes quiero compartir contigo una pequeña cuestión: yo, que soy la madre pletórica de una pequeña niña, escribo desde este prisma y, evidentemente, aspiro a que mi hija se sienta bien en su piel. Me pregunto cómo los padres de niños pequeños (chicos, no chicas) ven las dificultades que puede plantear el físico. Quiero decir que tengo la impresión de que esperamos menos de los hombres que de las mujeres en cuanto a lo de ajustarse a una norma (y, aparte, ¡no es una norma!), que toleramos con más benevolencia los kilos o las canas de ellos, por ejemplo. Me imagino que educamos a los chicos de otra forma en esta cuestión, cuando ni siquiera debería ser una cuestión... En fin, si quieres hablar sobre el tema, anímate en los comentarios.
Este post fue publicado originalmente en la web Baby Factory.
Este artículo fue publicado anteriormente en el 'HuffPost' Francia y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano