“Lo lógico es que el modelo Ahora Madrid se termine implantando a nivel nacional”
En estos dos años, Pablo Soto (Madrid 1979), concejal de participación ciudadana y gobierno abierto del Ayuntamiento de Madrid, ha sido padre por partida doble. Ha alumbrado con éxito una de las promesas estrella de Ahora Madrid, al hacer realidad que los madrileños puedan decidir en qué se emplea una parte de los presupuestos municipales. Y ha tenido una niña hace seis meses, que representa ese futuro con rostro por el que trabajar para lograr una sociedad más justa. Una batalla que Soto lleva dando desde que se convirtiera en uno de los programadores españoles más reconocidos internacionalmente por democratizar la tecnología a finales de los años 90. Justo el día 30 culmina la votación final de los presupuestos participativos de 2017. La materialización de un sueño, que están copiando ciudades como Buenos Aires, Roma o París.
Con las constantes especulaciones sobre el relevo de la alcaldesa de fondo, hablamos con él un caluroso día de junio –con el termómetro marcando 43º a media tarde-. De las consultas ciudadanas y de un modelo de gobierno en el que la izquierda se mira últimamente y que quizá podría acabar siendo una solución a la falta de entendimiento entre las distintas fuerzas políticas nacionales, para llegar a la Moncloa.
¿Qué interés hay en abrir el melón de la sucesión de Manuela Carmena cada poco tiempo?
El interés es claro. Cada minuto que se gasta en hablar de la sucesión, no se dedica a hablar de todos los logros del Ayuntamiento.
Dos años después, todavía hay que hacer un máster para saber quién es quién en Ahora Madrid.
La novedad positiva de tanta pluralidad es que nosotros argumentamos y generamos debates internos no en base a cada corriente interna, sino en torno a cuál es la posición más acertada ante los asuntos, tras contrastar opiniones. Con ello se logra que se adopten posiciones fuera del marco de las corrientes. Ahora Madrid responde menos a la lógica de partido y más a lo que es la sociedad. No se vota en bloque, como en los partidos.
¿No hay entonces una política fija, predeterminada?
No. Es un antídoto contra decisiones antipopulares que se toman solo por ser tercos y en las que no se cuestiona la posición del partido.
Puede interpretarse como una debilidad
Antes se planteaba como una debilidad electoral, pero Ahora Madrid dinamitó esa tesis. Esta confluencia ha demostrado que se puede construir un partido con unas primarias en las se presentan diversas organizaciones y partidos; que se puede montar tres meses antes de las elecciones y hacerlo con una persona que viene de la sociedad civil. Y contra Esperanza Aguirre, que no se nos olvide. Es un espejo en el que cabría mirarse a nivel estatal. Lo lógico es que el modelo de Ahora Madrid se termine implantando a nivel nacional. Sería lo natural que alguien lo reflexionara.
¿Qué es necesario para que se monte un Ahora Madrid a nivel estatal?
La gente que no se identifica con la lógica que aplican los partidos necesita espacios de representación. En ese sentido, hay una oportunidad.
Entonces, ¿es exportable el modelo Manuela Carmena?
Creo que sí. En la España post 15M todo puede pasar. Quizá pasado mañana tengamos otro panorama. Quizá Podemos se reinvente o se generen nuevas estructuras e incluso decidan integrarse en una de ellas. Quizá. El horizonte está tan abierto que no hay una posición previa indiscutible. Hay 70 diputados en el Congreso que surgieron de la nada. Hay posibilidades de ver a la izquierda gobernar en la próxima legislatura.
¿Volvería a calificar de éxito rotundo las consultas que ha organizado?
Sí, claro. Lo que pasa es que la experiencia va mucho más allá de calificar si los números son altos o bajos. Si el número de personas participantes es alto, implica un éxito automático, y si es bajo, un fracaso automático.
Pero los parámetros los pusieron ustedes. De 100.000 a 600.000. 212.000 participantes en su consulta estrella está en la banda baja.
Creo que no estuvo mal. Hay un objetivo político final, que es un cambio de modelo: de una democracia representativa pura en la que los ciudadanos no tienen nada que decir a una democracia participativa en la que los políticos no tienen la capacidad de tomar decisiones sin que la gente pueda decidir. Y eso pasa no solo porque en una convocatoria vote mucha gente o poca gente. En Suiza, en la inmensa mayoría de los referéndum, no vota mucha gente, puede ser el 20% de los que tienen derecho a votar, y el 80% no participa.
¿Y entonces?
Tiene que ver con que la gente toma las riendas al saber que, en caso de que haya una decisión, puede rechazarla. Y en caso de que haya una iniciativa ciudadana que los políticos no quieran llevar a cabo, pueden obligarles a que la realicen. Es un cambio cultural que va mucho más allá de una cifra de participación.
Eso también implica que decisiones de la minoría que vota se impongan a quienes no han considerado importante votar. ¿Dónde está el límite para no acabar banalizando las consultas?
De la misma forma que, en unas elecciones, al presidente del Gobierno del PP le hemos tenido que aceptar incluso los que no le hemos querido votar, en una consulta pasa lo mismo. Se puede participar de muchas maneras distintas, la abstención también es una actitud, una decisión, pero si te abstienes otros deciden por ti.
No es igual elegir al presidente del Gobierno que votar para quitar o no un bolardo. ¿Cuál el porcentaje mínimo para una consulta?
Es el 1% de la población con derecho a voto, que son los empadronados en Madrid mayores de 16 años. Lo hemos establecido a la vista de los mecanismos que se utilizan en los lugares del mundo donde funciona bien. La cifra está en esas ciudades está entre el 1% y el 2%. En Madrid ya existía un mecanismo que era la Iniciativa Normativa Popular, que requería que el 10% de la población apoyara con firmas una propuesta para que el pleno la votase, cosa que, como todo el mundo puede entender con ese porcentaje, jamás se ha puesto en la practica. Lo pusimos en el 2% y un año después lo cambiamos al 1% y está funcionando.
¿Cuál es la critica más coherente que han recibido?
Yo creo que el retraso en el primer escrutinio. Es algo que nos esforzamos en corregir.
Imagine que no ganan ustedes las próximas elecciones. Es probable que otro partido desmonte este sistema. ¿Cuánto quedará de sus experimentos?
Permanecerá. Y no por derecho, va a ser por hecho. Sea quien sea el partido que nos releve algún día, si quiere hacer una súper operación que tenga un impacto en la vida de dos o tres millones de personas, se va a encontrar con que la ciudadanía le dirá: "No, esto no lo vas a hacer sin preguntarme". Luego, a lo mejor voto que sí, pero no lo vas a hacer sin tenerme en cuenta, porque soy yo el que lo va a sufrir, soy yo el que lo va a pagar y son mis derechos. Un caso como el de una candidatura olímpica sin consultar no se volvería a repetir.
Qué fe tiene usted en la gente. ¿Y en los presupuestos participativos también?
Los presupuestos participativos están extendiéndose a través de Madrid Decide por todo el mundo; hace poco comenzaron en la capital argentina Buenos Aires Elige, una adaptación de Madrid Decide. Y han puesto 500 millones de pesos, que son cerca de 30 millones de euros, para que la gente decida en qué se van a emplear. Imagínate 30 millones de euros en Buenos Aires, la cantidad de escuelas o de proyectos que se pueden impulsar en los barrios.
O sea, que están exportando el modelo...
Sí, a ciudades muy importantes. Hay 35 ciudades ya de todo el mundo que utilizan el sistema. En París ahora ha empezado la empresa municipal de la vivienda de París. Han estado con Madrid Decide para adaptarlo a sus necesidades. Están Roma, Ontario... se esta extendiendo por todo el mundo y eso tiene que ver con que no es una cuestión tan ideológica.