Llevo un año en mi nuevo teletrabajo y aún no conozco a mis compañeros
Mi primer día de trabajo fue el martes 11 de enero de 2020 y empecé las primeras semanas desde casa. Y aquí sigo.
Mientras escribo esto, estoy acabando el día 378 en mi trabajo.
Y, después de 378 días, todavía no conozco al 99% de mis compañeros. Todavía no he pisado la oficina. No conozco los restaurantes de alrededor ni los bares a los que iríamos a tomar algo los viernes al acabar la jornada en circunstancias normales. No he asistido a ninguna reunión presencial ni me he encontrado con un compañero en el descanso del café. De hecho, todavía no he tenido ninguna interacción espontánea con ninguno de mis compañeros.
Como les pasa a muchos, mi último año en el trabajo ha estado lleno de documentos compartidos, correos, chats y reuniones por videoconferencia. Estoy muy feliz en mi nuevo puesto de trabajo, pero, un año después, todavía siento que soy el nuevo. Con el regreso de la normalidad cada vez más cerca, me pregunto a menudo: ¿llegará a ser este trabajo como me lo esperaba cuando eché el currículum?
Nunca sabes qué puedes esperar de un nuevo trabajo. Puedes buscar el nombre de la empresa, buscar reseñas de antiguos empleados, revisar su página web o cotillear el LinkedIn de la gente que trabaja ahí, pero eso no te prepara para la realidad del nuevo empleo con nuevos compañeros y en un nuevo entorno.
Tenía muchas esperanzas puestas en este trabajo cuando eché el currículum a finales de febrero de 2020. Llevaba un tiempo trabajando como autónomo de forma intermitente en un proyecto que tuvo que cerrar de repente por la pandemia. Aunque lo había disfrutado, ahora necesitaba la estabilidad financiera de un trabajo a jornada completa.
Todo lo que me habían contado sobre este puesto de trabajo encajaba con lo que buscaba. La mentalidad de sus empleados de trabajar duro y pasárselo bien, junto con las invitaciones a eventos que recibían, me hacían pensar en una buena oportunidad laboral. A estas alturas, no hace falta que explique por qué no se han cumplido esas expectativas.
Mi primer día de trabajo fue el martes 11 de enero de 2020. Muchos de mis compañeros estaban ya con esa “gripe extraña” que empezaba a circular por el mundo y yo empecé las primeras semanas desde casa.
Y aquí sigo.
Empezar un nuevo trabajo en un nuevo sector es bastante complicado de por sí. Si además no conoces a nadie, se te hace cuesta arriba. Muchos hemos sobrevivido al confinamiento apoyándonos exclusivamente en nuestras parejas y amistades. En estas condiciones, aclimatarte a un nuevo trabajo es aún más complicado para todo el mundo.
Por ejemplo, cuando empiezas un trabajo (quizás solo si eres una persona insegura como yo), necesitas que te confirmen que estás haciendo las cosas bien. ¿Es esto lo que me has pedido? ¿Puedes comprobar que está bien? ¿Te gusta así? Y eso, cuando estás teletrabajando, es muy difícil de hacer si no quieres bombardear a tu jefe con mensajes cada 10 minutos.
Se ha hablado mucho de las ventajas y desventajas de las videoconferencias. De lo que apenas se habla es de que muchas de las señales no verbales de la conversación se pierden en este tipo de llamadas. Cuando no conoces a las personas con las que estás y el contexto en el que se encuentran, esa información se pierde.
Una vez alguien definió cultura organizativa como “la forma en que hacemos las cosas aquí”. Cuando no tienes un “aquí”, es difícil desarrollar una cultura organizativa y un lenguaje común con tus compañeros.
Así pues, creo que el futuro del teletrabajo aún está sujeto a debate. Muchas empresas se han adaptado a un modelo híbrido (unos días en casa, unos días en la oficina). Aunque parezca una buena idea a simple vista, habrá que dejar bien claras las directrices y los límites para evitar conflictos: ¿quién decidirá cuándo puedo trabajar desde casa y cuándo tengo que acudir a la oficina? ¿Quienes vayan a la oficina se encontrará con un montón de escritorios vacíos y muchas caras al otro lado de la pantalla?
También está claro que la pandemia tiene el potencial para introducir en un lugar de trabajo malas prácticas, como obligar a los trabajadores a estar disponibles todo el día para leer y responder correos electrónicos o hacerlo por iniciativa propia. Gestionar estas cosas en un modelo híbrido va a ser muy complicado.
Dicho eso, hay que destacar los aspectos positivos del teletrabajo. A mí, por ejemplo, me viene muy bien trabajar desde casa porque estoy siempre recibiendo paquetes y cartas. Para los padres y las personas con discapacidades, si se hace bien, es una oportunidad generacional que les abre las puertas de muchas empresas de todo el mundo.
Cuando esta pandemia acabe, si es que acaba algún día, iré a mi oficina y conoceré a mis compañeros. El resto ya se verá. Quizás lo descubra tomando algo con ellos al acabar la jornada.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.