Libres e iguales en dignidad y derechos
Si haces bromas del físico o la orientación sexual pones en evidencia la fragilidad de tus argumentos.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Así reza el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Parece razonable pensar que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, y parece también sensato concluir que son otros seres humanos los que intentan despojarnos de esa dignidad y de esos derechos, a pesar de que éstos son consustanciales al hecho mismo de ser humano.
Honestamente, siempre tendemos a reivindicar nuestros derechos pero pocas veces hacemos grandes discursos sobre los deberes que van inevitablemente ligados a ellos. Si leemos con atención el artículo 1 de la DUDH podremos comprobar que no existe el derecho a comportarse fraternalmente con nuestros semejantes; la fraternidad entre seres humanos no es un derecho ni una sugerencia, es un deber (“deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”); y como tal debemos reivindicarlo. Es de vital importancia comprender el nexo existente entre el derecho a la libertad y a la dignidad y el deber de ser fraternal con los otros: el artículo 1 es indivisible, esto es, para que el ser humano profundice en su derecho a la libertad y a la dignidad debe comprenderse el sentido profundo del deber de la fraternidad.
Es en estos tiempos de agitación política y social, de extremismos, en el que se hace imprescindible recordar nuestros derechos, pero sobre todo, nuestros deberes, fundamentalmente porque tenemos tendencia a hacer un uso torticero del respeto y de la libertad. Se está convirtiendo en costumbre el hecho de presenciar discursos pomposos y rimbombantes acerca de la importancia del respeto y la dignidad para con nosotros mismos, es frecuente ver a personas en los medios y en redes sociales predicar sobre respeto y enfadarse sobremanera cuando intentan menoscabar la dignidad de personas de su partido político, familia o círculo de amigos, pero luego callar o hacer mofa con otras personas que están alejadas de su círculo ideológico o personal. Y eso atenta directamente contra el artículo 1 de la DUDH, atenta contra el deber de comportarse fraternalmente los unos con los otros.
En la reciente campaña electoral de las elecciones municipales, autonómicas y europeas, he recibido varios memes bromeando con el físico y el peso del presidente de la Región de Murcia. Me ha hecho reflexionar esta suerte de normalidad ante las bromas con los cuerpos o las sexualidades no normativas. Vaya por delante que estoy en las antípodas ideológicas del presidente de la Región de Murcia, pero esto no me impide censurar actitudes que creo que atentan contra la dignidad de él o de quien sea, sobre todo, porque luego nos echamos las manos a la cabeza y nos cargamos de razones cuando nos enteramos de casos de acoso escolar; después pondremos en nuestras redes sociales que nos parece fatal que se metan con el físico de la gente, que llamen a un niño gordo, maricón o cualquier otra cosa. Fomentar la gordofobia o la homofobia no es sinónimo de progreso: si haces bromas del físico, la orientación sexual, la identidad de género, etc., de otras personas pones en evidencia la fragilidad de tus argumentos. Hacer bromas sobre lo gordo que está alguien o sobre la pluma que tiene dice que más del que lo dice que del que lo padece.
Desgraciadamente, es normal asistir en la vida pública a actitudes como éstas, ya pasó con el físico de Colau, con la pluma de Boris Izaguirre, con la estatura de Soraya Sáenz de Santamaría o la edad o el físico de Carmena o Susana Díaz, por ejemplo. No pretendo censurar el humor, ni caer en un puritanismo que no comparto, solo alerto acerca de la tendencia a hacer bromas siempre con lo mismo: con cuerpos no normativos, con la diversidad sexual, con las mujeres, con los inmigrantes, y me preocupa porque esa tendencia es la que fomenta el acoso y el sufrimiento de seres humanos.
Tenemos el deber de comportarnos fraternalmente los unos con los otros. Y es nuestro deber sacar de la vida pública discursos que embrutezcan la política misma, es nuestro deber censurarlos. Nacemos libres e iguales en dignidad y derechos. Y nunca está de más alertar sobre lo frágil que es que esa dignidad permanezca intacta. Nunca está de más leer el artículo 1 de la DUDH para darnos cuenta de la importancia de la libertad, la igualdad y, sobre todo, de la fraternidad.
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