Legislatura larga
Que desterremos, por fin, las cuentas austericidas de la etapa de Rajoy es una excelente noticia para todos, menos para la derecha.
Esta semana los Presupuestos Generales del Estado para 2021 saldrán del Congreso de los Diputados con una amplia mayoría de apoyos rumbo al Senado. Si el guion previsto se cumple, y no hay motivos para que no ocurra, a finales de diciembre las cuentas serán aprobadas y entrarán en vigor el 1 de enero. Este escenario de estabilidad permitirá a España afrontar con garantías y planificación la crisis económica y social derivada de la pandemia. Y tiene una segunda derivada política: el fracaso de la estrategia de tierra quemada de la derecha.
Con su presidente, Pedro Sánchez, a la cabeza, el Gobierno ha demostrado una indudable capacidad de negociación para sacar adelante los PGE. La suma de votos será, incluso, superior a la de la investidura, y se abre así el horizonte de una legislatura larga que permitirá salir de esta crisis con políticas progresistas, afrontar la reconstrucción social poniendo el acento en las personas, profundizando en la cohesión social y territorial, sentando las bases de un nuevo modelo económico basado en la educación y la formación, la investigación y la ciencia, la transformación digital y la transición económica, y todo bajo el paraguas de la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. El reto es apasionante y no exento de dificultades. Eso sí, la hoja de ruta está trazada y los objetivos son compartidos por una inmensa mayoría de la sociedad española.
Que tengamos presupuestos en una crisis de esta magnitud, después de dos prórrogas, y que desterremos, por fin, las cuentas austericidas de la etapa de Mariano Rajoy es, por una o todas estas razones, una excelente noticia para todos, menos para la derecha. Su problema es que se mueve exclusivamente por el ‘cuanto peor, mejor’ para sus espurios intereses electorales. Los partidos de la derecha fiaron toda su estrategia a hacer descarrilar al Gobierno, al que no concedieron legitimidad democrática desde su formación, ni los cien días de cortesía, al que ha pretendido sabotear durante el estado de alarma sin importarles la gravedad del momento ni el sufrimiento de los ciudadanos. La jugada les ha salido rana durante todos estos meses pasados y ahora con los Presupuestos Generales.
Desde el búnker conservador se ha tratado por todos los medios a su alcance (bulos, exageraciones, agitación de las más bajas pasiones y otras lindezas) que los PGE no vieran la luz para propiciar un eventual adelanto electoral y sumir a España en una crisis política. La generosidad y la responsabilidad no tienen entradas en su diccionario político. Como escribió Shakespeare, a algunas personas “la grandeza les queda grande”. El primer partido de la oposición hace gala de una talla política y moral cada vez más pequeña. Su visión de Estado desaparece cuando no están en el poder. Su patriotismo tiene más o menos intensidad según los bancos que ocupan en la madrileña Carrera de San Jerónimo. De Vox no cabe esperar más que ruido, crispación y generación de odio para sembrar división en el país.
La competencia con la extrema derecha ha radicalizado al Partido Popular, que nunca ha estado más lejos del centro que bajo el liderazgo de Pablo Casado. Ni siquiera en los momentos más autoritarios de José María Aznar, cuando nos enroló en la ilegal guerra de Irak y su bochornosa foto de las Azores. El PP consume hoy muchas de sus energías en competir en el marco de Vox y lo único que consigue es desdibujarse y alimentar a la hidra ultra. Un partido con experiencia de gobierno que antepone el beneficio propio y relega la grandeza de sumar fuerzas para superar este tiempo tan extraordinario que nos ha tocado vivir por los efectos de la covid. A ver si una vez que queden aprobados los Presupuestos y con la certeza de que no habrá cita con las urnas a corto plazo, el PP reflexiona y reorienta su oposición destructiva. Que sea capaz de interiorizar que “casi siempre la responsabilidad”, en palabras de Stefan Zweig, “confiere grandeza al ser humano”… Y también a la acción política. Porque el bien común está muy por encima de nuestros deseos y miserias particulares.