Un día sin leer es un día perdido
He encontrado un remedio infalible que se basa en leer por lo menos una página al día.
La Feria del Libro de Madrid suele ser una buena excusa para acercarse a los libros que nos esperan y, por lo que sea, generalmente por falta de tiempo o ganas, tenemos olvidados en segunda o tercera fila. Necesitamos un tiempo para reconciliarnos con ellos como con el o la ex de turno que todavía no ha cerrado la puerta.
Un libro, por si todavía alguien no lo ha descubierto, es un maravilloso instrumento de independencia que brinda la posibilidad de viajar desde el sofá de casa. Suena un poco a cursi, pero no por ello es menos cierto que nos permite acampar en un lugar aún por descubrir y vivir durante un tiempo en él. Y tan sólo con palabras, ahí es nada.
Pero hay veces que se nos resiste la lectura. El otro día escuchaba a una mamá decir que estaba tan cansada que cuando llegaba el momento de leer no le apetecía o directamente se dormía. Leer exige un grado de concentración que no se puede comparar con ver la serie de turno, pero de ahí a no intentarlo hay un abismo.
A esta madre y a muchos que son padres de niños les entiendo, porque el que suscribe estas líneas hay días que también apretaría el botón rojo para que se fuera a dormir y me dejara leer. Pero tengo una buena noticia, he encontrado un remedio infalible que se basa en leer por lo menos una página al día. Desconozco si hay un estudio de una universidad americana (o, en su defecto, inglesa) que lo avale, pero estoy seguro de que si es un buen libro te conquistará y hará que cada día quieras leer más de una página hasta que irremediablemente llegues al final del viaje. Probemos el método, no pasa nada por intentarlo unos días a ver qué sucede.
Ahora que la Feria del Libro vuelve de visita al madrileño parque de El Retiro (qué mejor lugar para llenarlo de libros), recomiendo a todo el que se encuentre atrapado en las redes sociales que las deje de lado, aunque sea solo por un día, y se concentre en el libro que tiene pendiente. La plasticidad de su cerebro se lo agradecerá y, de paso, si tiene tiempo para sentarse en un banco a la sombra y olerlo antes de abrirlo por la página en la que lo abandonó, verá que es uno de los mayores placeres después de, pongamos por caso, hacer el amor (esto dejémoslo a gusto del consumidor).
Mientras tanto, yo estaré pensando en usted, querido lector, desde la desembocadura del Tajo en Lisboa, observando la panorámica que me recuerda las múltiples facetas que puede desempeñar un libro como objeto. Por ejemplo, puede convertirse en un improvisado parasol e intuyo que tiene aún más funciones por descubrir.
Por cierto, no me resisto a hacer un Paco Umbral y hablar de mi libro. Estoy inmerso en mi próximo reto literario que se llamará Pan con Hormigas, sobre la infancia tan auténtica que vivimos en los años ochenta cuando jugábamos en descampados y veíamos cada tarde Barrio Sésamo. Tendrá una primera tirada corta, porque no están los tiempos (ni los precios) para autoflagelarse con una edición leonina, así que si quieres puedes reservar un ejemplar aquí.