Las secuelas del coronavirus han cambiado por completo mi vida sexual
Si tenéis la mala suerte de sufrir la covid-19 de larga duración, ni siquiera la masturbación se escapa de sus secuelas.
La vida antes del coronavirus me iba genial. Trabajaba en un restaurante local de comida orgánica con un buen sueldo y me encantaba pasar el día de pie y no encajonado detrás de un escritorio. Ocupaba mis días libres escalando, componiendo música con mis amigos, paseando por el campo y haciendo rutas ciclistas.
Tenía una vida poliamorosa muy activa y me encantaba conocer amantes nuevos. No era un “mazado” de gimnasio, pero me cuidaba bastante y estaba en forma.
Un año después, mi vida es bien distinta. En mi trabajo han tenido que reducir personal. Desde que cogí el coronavirus en marzo de 2020, la ambulancia ha tenido que venir a por mí en cinco ocasiones, he estado dos veces ingresado en urgencias y me han sacado sangre tantas veces que me sorprende no salir volando.
Sigo con fatiga constante, me duelen los músculos y las articulaciones y ni siquiera puedo ir a hacer la compra en el súper del barrio por si acaso me da algo y necesito quedarme tirado en el suelo a mitad de camino. Me han visto muchos especialistas y ninguno ha logrado descifrar lo que me pasa y cómo solucionarlo. Y, encima, me toca vivir todo esto con el infernal sistema de ayudas a la discapacidad que tenemos en el Reino Unido.
Aunque cada vez se sabe más sobre los efectos de la covid-19 y sobre el futuro de la economía, apenas he visto nada sobre el problema real e inminente que suponen las secuelas del coronavirus en la vida sexual de la gente. Nadie habla de cómo el coronavirus está afectando a la actividad gratuita más divertida del mundo, y os puedo asegurar que si tenéis la mala suerte de sufrir la covid-19 de larga duración, ni siquiera la masturbación se escapa de sus secuelas.
Al principio estaba demasiado enfermo como para pensar siquiera en el sexo o en provocarme yo mismo un orgasmo. Mi libido estaba más muerta que el centro de mi ciudad en nochevieja. Pero el problema no es ese. Lo malo vino después, cuando volvió mi libido.
Para empezar, por muchas ganas que tuviera, ni siquiera podía mantener una erección. Algo muy frustrante, pero estas cosas pasan. Luego llegó la fatiga y la falta de aliento. En serio os digo que no hay nada peor que intentar darte amor propio y tener que parar porque te estás quedando sin aire.
Cuando por fin pudimos salir de casa y empezar a conocer gente, me comprometí a darlo todo. El resultado: dos días seguidos exhausto, con dolor de cabeza y deshidratado por mucho que bebiera. Fue entonces cuando me di cuenta de que ya no era posible disfrutar del sexo como lo hacía antes.
Nunca he sido especialmente macho, sobre todo en lo relativo al sexo. Al ser queer y no binario, mi visión del sexo no se limita a la penetración del pene en la vagina. Aunque durante años he animado a mis parejas sexuales a ser comunicativos en el sexo, ahora me estaba costando a mí.
Después de un largo proceso de acierto y error, creo que por fin empiezo a entender cómo funciono. Me he vuelto mucho más pasivo en el sexo penetrativo (e incluso eso me deja sin aliento ahora). El sexo oral sigue siendo muy complicado por la falta de aliento, así que utilizo mucho más las manos. En ese aspecto, la masturbación mutua me ha ayudado a recuperar mi vida sexual.
¿Y qué más? Juguetes. Juguetes, juguetes, juguetes. Mis parejas sexuales y yo siempre hemos utilizado juguetes, pero ahora son una pieza central de mis relaciones. Estamos menos obsesionados con el orgasmo y disfrutamos del proceso y no solo del final.
Entonces, ¿hay algún rayo de esperanza en toda esta historia? Por desgracia, la verdad es que no. Pero eso tampoco quiere decir que todo sea malo. Mi capacidad para comunicar mis deseos y necesidades en el sexo ha mejorado, y lo mismo sucede con mis parejas sexuales. En ocasiones, pueden surgir desacuerdos, pero, a la larga, vuestra conexión se fortalece y vuestra vida sexual sigue adelante, aunque sea muy diferente.
Ahora comprendo mucho mejor los problemas que sufren las personas con enfermedades crónicas y me he dado cuenta de lo mucho que dependemos de nuestros amigos, amantes e incluso desconocidos de nuestro entorno.
En el Reino Unido hay unas 300.000 personas sufriendo las secuelas del coronavirus de larga duración, y la cifra va a seguir aumentando a medida que avance la pandemia. Para nosotros, nuestra forma de hablar, concebir y practicar el sexo seguramente tendrá que cambiar, pero no tiene por qué ir todo a peor. En cuanto aceptemos los cambios y exploremos nuestros nuevos límites con el apoyo de nuestros amantes y nuestros amigos, quizás nos volvamos más atentos y comprensivos con los demás y con nosotros mismos.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.