Tres historias que habrían indignado a Pedro Zerolo
El Congreso toma en consideración este martes la Ley Zerolo, que pretende erradicar la discriminación y avanzar hacia una igualdad real.
Carmen, ciega y de 25 años, perdió en 2020 una plaza de trabajo a la que tenía derecho. Pablo, tras años en la calle y con 52 años, no cree que vaya a ser fácil encontrar un trabajo en el que le contraten. Consuelo, tras 18 años en España lucha por un país en el que las personas negras “no sean sospechosas” solo por su color de piel.
Son tres vidas muy diferentes con un nexo en común: conviven con la discriminación. Con el “no estás capacitada”, el “eres un delincuente si vives en la calle” o el “vete a tu país”. Casos como estos son los que pretende amparar la Ley Zerolo o Ley para la Igualdad de Trato, registrada por el grupo socialista y que este martes se toma en consideración en el pleno del Congreso.
La norma defiende el principio de igualdad total y no discriminación - por sexo, origen racial o étnico, discapacidad, edad, religión, orientación o identidad sexual o situación socioeconómica- y establece medidas en el trabajo, la educación, la sanidad o el acceso a la vivienda.
Discriminaciones que aún en 2021 son una realidad en España. Carmen se examinó para una plaza de residente en el turno de discapacidad, entregando un certificado que explicaba el tipo de capacidad que sufre. Pero, tras aprobar el examen, todo fueron porblemas. Solicitó una plaza en un hospital de Bilbao, en el que el jefe “empezó a poner pegas para todo”, sin escuchar alternativas. Allí llegó a reunirse con los informáticos y se encontró con que, a pesar de ser un hospital público, los programas eran totalmente inaccesibles para ella.
Sin rendirse, Carmen lo intentó hospital Ramón y Cajal de Madrid. “Al menos había hecho prácticas allí y sabía que tenían programas accesibles. Pero la actitud fue parecida”, lamenta. Se siente impotente porque “ni siquiera” le han dado “la oportunidad de estar 24 horas en un laboratorio y demostrar qué puedo hacer”. Una pregunta clave rondaba su cabeza: ¿Por qué había oferta de plazas específicas de discapacidad en el BIR si luego no iban a contratarla en ningún sitio? Pidió al Ministerio de Sanidad que desbloquease la situación y exigió la plaza a la que tenía derecho.
Pero en septiembre de 2020 la joven recibió una carta: había perdido los derechos de la plaza porque no había tomado posesión. “Yo tenía que resolver antes todo lo que pasaba”, se justifica. Interpuso un recurso, pero Sanidad le ha comunicado que la resolución es firme y la va a defender. Carmen ha pasado por todo este periplo únicamente para poder trabajar. “Estoy decepcionada, porque no me esperaba esta falta de inclusión desde la administración pública”, denuncia.
Luchar y luchar por un trabajo. Pablo (nombre ficticio) comparte la impotencia de Carmen. Con 52 años y tras más de una década viviendo en la calle, trata de reinsertarse y rehabilitarse con ayuda de asociaciones como HogarSí, pero sabe que conseguir un trabajo no será fácil en tiempos de covid. Menos aún teniendo que explicar ese vacío temporal.
Pablo fue agredido verbal y físicamente en varias ocasiones. Pero la vida en la calle no solo implica exponerse a que “te den una paliza para robarte un bocadillo o el saco de dormir o a que te orinen al lado mientras duermes”, también significa vivir con un estigma: “Se nos ha tratado como a delincuentes sin serlo, se nos ha negado tomar un café en restaurantes o se nos ha echado de espacios públicos”.
“Ellos sólo buscan una forma de sobrevivir”, explica Gonzalo Caro, responsable de relaciones institucionales de HogarSí, quien denuncia que incluso hay ordenanzas municipales que permiten que se tiren a la basura todos los enseres de las personas que duermen en la calle. Cree que con la Ley Zerolo se avanzará en el trato a las personas sin hogar y en la erradicación de la aporofobia - el rechazo a la pobreza-. Aunque persistirá el problema capital de este colectivo: no tener un techo bajo el que vivir.
La política y activista Consuelo Cruz celebra la llegada de esta ley porque trata de erradicar problemas a los que ella misma se ha enfrentado: redadas aleatorias, insultos y gritos por parte de las autoridades y toda suerte de problemas por su color de piel.
Ahora lucha para que la generación de sus hijas no tenga que vivir lo mismo. Aunque ya han tenido algún que otro encontronazo: “En el metro las han dicho que se vayan a su país, que vienen aquí a joder”.
No hace falta que Consuelo tire de recuerdos. Acaba de sufrir otro episodio de discriminación: “He entrado al H&M de Gran Vía y he notado cómo el vigilante me seguía a todas las secciones. No es un cliché, esto pasa: la gente te ve y aprieta el bolso, aunque no sepan que puede que tú lleves incluso más dinero”. “Yo soy sospechosa sólo por mi color de piel”, lamenta.
Estos días se acuerda con cariño de su compañero Pedro Zerolo, fallecido en 2015 a causa del cáncer, “que tanto luchó por la Igualdad y tanto se empeñó en sacar adelante esta ley justo para eso, para que el ‘negro de mierda, vete a tu país’ no salga gratis. Es una ley que nos acerca a la España que él quería y que yo quiero”. En definitiva, una España más “justa”.