Las niñas y los niños sí votan
Hace casi cuatro años escribíamos en estas mismas páginas, y también en un momento de grandes promesas electorales, una entrada que titulábamos Las niñas y los niños no votan. ¿Cuánto hemos avanzado en todo este tiempo?
La pobreza en España sigue teniendo cara de mujer y de niña, como vuelve a reflejar el último informe AROPE sobre la pobreza en nuestro país. Sin embargo, el cambio de gobierno del pasado mes de junio supuso una gran esperanza al situar la lucha contra la pobreza infantil en el nivel más alto de la organización del nuevo Gobierno, dedicando todo un Alto Comisionado para afrontar este reto. Esperemos que haya tiempo para al menos diseñar una estrategia clara que acabe con esta vergonzosa lacra. De esta nueva institución del Estado, esperamos mucho saber, mucha agilidad y sobre todo mucha acción. Por suerte algunas medidas dirigidas directamente a los niños, niñas y sus familias podrán comenzar a materializarse si se aprueban los nuevos presupuestos del Estado.
Hace unos meses se vino a vivir con nosotros el pianista británico James Rhodes. Este hombre, además de endulzarnos los oídos con su maravillosa música, está removiendo nuestras conciencias y sobre todo las de nuestros gobernantes sobre las graves carencias de nuestro sistema de protección a la infancia, haciendo llegar directamente al presidente del Gobierno su opinión y recordándonos nuestro cometido de forma contundente.
Sin duda, este debe ser uno de los primeros retos en materia de protección a la infancia. Afrontar de una vez por todas una ley que proteja a las niñas y los niños de la violencia que se sigue ejerciendo contra ellos. Sigue siendo terriblemente alarmante el número de niños y niñas que mueren o terminan con graves secuelas físicas o psicológicas a consecuencia de la violencia que algunos adultos ejercen contra ellos. Son demasiados los casos que terminan siendo archivados en sede judicial por imperfecciones de nuestro Código Penal, graves deficiencias del sistema judicial y desconocimiento de muchos de los agentes que intervienen en dicho sistema. Pero no debemos olvidar que en muchas ocasiones, demasiadas, las leyes se quedan en meras manifestaciones de buenas intenciones si no vienen acompañadas de un soporte económico, de recursos profesionales y de planificación a corto y medio plazo. Ya lo hemos visto con muchas otras leyes, como las de violencia contra la mujer, las leyes de educación o la misma ley de protección a la infancia.
Otro de nuestros retos presentes tiene que ver con las chicas y chicos, refugiados o inmigrantes, que diariamente llegan solos a nuestras costas. Es necesaria una planificación que implique a todas y cada una de las administraciones, desde las comunitarias hasta las locales, pasando por la solidaridad entre Comunidades Autónomas y que aborde el fenómeno en su totalidad. La situación de las niñas, niños y adolescentes migrantes y su tránsito inhumano adquiere unas dimensiones y una evolución que nos obliga a responder con justicia y ética. Es necesario profundizar en las causas de las causas y planificar las intervenciones desde su origen, en los países de procedencia. Evitar las situaciones de peligro derivadas de la forma de llegar, y mejorar nuestra primera acogida, pero sobre todo garantizar la posterior integración en nuestras comunidades. Necesitamos recordar que estos chicos y chicas son jóvenes de nuestra sociedad, nuevos ciudadanos que requieren de atención educativa, sanitaria, de vivienda, de empleo, de justicia, de cariño y de seguridad, como cualquier otra persona al principio del río de la vida. Es la mejor forma de garantizar una sociedad prospera.
Tampoco debemos olvidar los retos que ya planteaba la Ley de protección a la infancia de hace tres años y que implicaban garantizar entornos familiares, amigables, seguros y responsables para los niños y niñas que no puedan vivir con sus progenitores, tengan la edad que tengan y provengan de donde provengan. Así como seguir profundizando a todos los niveles en la participación de la infancia y adolescencia en todas las decisiones que les afectan, no solo individualmente, sino también como miembros activos de la sociedad y de las instituciones en donde se mueven.
De nuevo nos iremos acercando a las urnas. Y no, los niños y las niñas, aun no pueden votar en nuestro país -aunque ya hay países donde si lo hacen-. Quién sabe, quizás si votan, por medio de adultos dispuestos a colaborar; algo podremos decir aquellos y aquellas a los que nos preocupa la infancia y el futuro de nuestro país.
*Artículo escrito de forma conjunta con Mariano Hernán García, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública