Las ‘necesidades’, siempre a sotavento
La cerril oposición, que le lleva la contraria hasta a las leyes de la gravedad, no se rinde.
En julio de 1970 el director de Sansofé, una pequeña revista local de Gran Canaria donde trabajé un par de años, me mandó a cubrir la salida de unos veleros que iban a participar en la regata lustral de La Palma. Algo más de quinientas millas, con fuerte viento y mala mar, entre las tres etapas de ida y vuelta.
Al llegar al Real Club Náutico los balandros ya se estaban preparando. Uno de los patrones, Rafael del Castillo, tenía problemas para completar la tripulación, así que se fijó en mí y me propuso subir a la ‘Gran Canaria’, un candray de madera, ‘arretranco’ viejo y descuidado, que vino a parar a la isla como resultado, me parece, de un decomiso de la Armada. Así que me prestaron lo básico para la travesía, y subí a bordo. Allí, en la bañera, el capitán —lo era de la Marina Mercante— nos dio la primera lección; todo lo demás fue práctica de supervivencia. “Oigan pollos — dijo— si tienen que hacer sus necesidades, por la borda y a sotavento, bien agarrados al pasamanos o a los obenques, porque si lo hacen a barlovento le van a quedar las caras como la vasija de un retrete antes de tirar de la cadena”.
Hablando de vientos y calmas nos dio una lección “que les va a servir para la vida”: “No se puede navegar contra el viento, porque entonces vamos hacia atrás; si viene de proa, hay que dar bordos, navegar en zigzag, para irnos acercando a la meta. Ah, pero si sopla de popa, entonces ¡mucho cuidado!, es muy peligroso. Hay que estar atento a que una trasluchada de la botavara no haga ’zas` y nos parta la cabeza”.
De todo esto me acordaba al organizar las notas tomadas estos días sobre este
perpetuo espectáculo del ‘Celtiberia show’ escenificado por la tropilla que en la
actualidad es faro y guía del Partido Popular. Son tantos los problemas internos,
que vienen de viejo o que han sido reciclados y dejados como nuevos por la muy atrevida y chula ignorancia del grupo director, que no atienden a razones, ni a evidencias empíricas. Si hubieran leído al menos a Tsun Zu (o a Maquiavelo, o a Gracián… o al gallego Fraga en uno de sus conxuros de queimadas, al que tienen más a mano) habrían evitado tropezar torpe y tozudamente en la misma piedra. El que se oponga solo por llevarle la contraria al adversario aunque este esté en el lado correcto, terminará fracasando y siendo el hazmerreir de los “ya te lo decía yo…”.
Teodoro García Egea, por ejemplo, afeaba al comunista Alberto Garzón, cada vez con más pinta de despistado, que dijera en el extranjero que la carne de vaca española era de mala calidad, cosa que por otra parte no dijo. Y el ‘número 2’ de PP lo sabía, pero en estos tiempos la verdad no es la misma si la dice Agamenón o su porquero. Lo que dijo el ministro de Consumo es que la carne de las vacas de prado, es de mejor calidad que la carne de las vacas hacinadas en macrogranjas, que además crean un serio problema de contaminación con sus ‘purines’. Así que García Egea empezó a montar la gran patraña patriótica. Dios, ya se sabe, da sombrero incluso al que no tiene cabeza. El tic activó al coro de plañideras que denunciaron el daño de imagen y confianza que causa a la ‘marca España’ llevar los problemas españoles a foros internacionales.
No contentos con la trola, que muy pronto empezó a descuajeringarse en las redes sociales siendo objeto de muy sana y justa burla y cachondeo, el presidente del partido, Pablo Casado, cum laude en seriedad al decir una cosa y su contraria, da órdenes para que toda la abigarrada troupe pose en granjas, prados, carnicerías, asadores, McDonald’s y similares a defender los bistecs españoles de vacuno o porcino.
Y se llega al esperpento: desde granjas como las que defiende Garzón, tomadas
como decorado para la impostura, se acusa a Garzón de decir exactamente lo
contrario a lo que sostuvo. La vacuna contra la risa, hecha con porciones de
caradura, olvido y soberbia desde luego tiene efectos prodigiosos.
Lo grave, sin embargo, es la acusación de dañar la imagen de España hablando de estos temas en un periódico inglés. Lo asombroso es el cinismo: esos mismos días, y los anteriores días, semanas, meses, y años, Pablo Casado ha ido regando por la UE la semilla de la sospecha de que los fondos europeos van a ser objeto de corrupción, nepotismo, amiguismo y dispendio por el gobierno español.
A pesar de ello, de estas suposiciones sin pruebas ni indicios más o menos racionales o sólidos, todas las instituciones comunitarias concernidas han dado el visto bueno con notable o sobresaliente. Pero el santo y seña es ‘enredar’. La cerril oposición, que le lleva la contraria hasta a las leyes de la gravedad, no se rinde. La estrategia es la estrategia y los sondeos, tantas veces caja triste de sorpresas, sustituyen a la honorabilidad política y al interés nacional. No se revisan los resultados de la estrategia ni se corrige el norte magnético. Todo ese dislate con coreografía dramática y palmas de los cuentistas en redes o en diarios ‘dactilares’ en espera del maná que no quieren que la verdad les joda un titular.
“Están buenos para acusar a los demás de corrupción y de desprestigiar a España por el mundo…”, me comentaba una pensionista que a punto está de llevar un escapulario de Sánchez y de rezarle las letanías del rosario en latín. “Si los que son un peligro son ellos, que no se han arrepentido ni han reconocido sus culpas”, cuchichea mi habladora vecina de asiento en el bus. “¿ Y qué me dice del bloqueo al Consejo del Poder Judicial y a los tribunales.... para mangonear mejor...?”. La señora fue alta funcionaria de la Administración Local.
Como hay marejada, Isabel Díaz Ayuso no quiere quedarse atrás ni en las páginas de sucesos. Ya se sabe que hacer el bobilín o bobilina es un derecho constitucional. Y como los tuits son como son, lanza uno a modo de estoque aprovechando la corrida intensiva: ‘Una hora de Falcon produce las mismas emisiones que 16.000 vacas’. Genialidad caducada ipso facto por mayoría absoluta en las redes: ‘Acabo de preguntar al gobierno de la Comunidad de Madrid a cuántas vacas equivale en viajecito de la presidenta a Nueva York la semana pasada’. Si la Biblia dice que “quien tira una piedra a lo alto encima le cae”, esto es más moderno: quien tira un ‘Falcon’ a la cara recibe un ‘Airbus A400’. Por lo menos.
Acusar a los demás de los propios pecados es como la ómicron. O como aquel toro de Jesulín de Ubrique. Cuando el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida afea a Garzón que confunda el gobierno con su cargo en el PCE, él confunde su condición de portavoz del PP con la de alcalde de todos los madrileños y madrileñas y hasta de sus mascotas sintientes. Es más, cuando trató de justificar su recule con el nombramiento de Almudena Grandes como Hija Predilecta de la Ciudad, primero que nanay y luego que sí, claro, forzado por su pacto in extremis con los ex carmenistas, tras la rajada de VOX, que lo dejó colgado de la brocha gorda, desnudó su pequeñez: “Almudena Grandes no merece ser Hija Predilecta de la Ciudad, pero yo he sacado los presupuestos de 2022”.
O sea, reconoce que para sacar unos presupuestos “buenos para los madrileños” pacta con el diablo si hace falta. ¿No es eso de lo que acusan a Sánchez?, ¿no le afean mundo a través su alianza con Podemos y el PCE, o con ERC o el PNV, para gobernar, tener presupuestos, subir las pensiones, invertir ágilmente los fondos europeos según lleguen…? En cualquier caso es una enmienda a la totalidad a la estrategia de su líder y del argumentario parroquial: primero, el bienestar de las personas.
Mucho me temo, empero, que siga vigente en los corazones o en las carteras de la derecha de golpe de pecho aquella frase imperecedera de Cristóbal Montoro
cuando los castizos neoliberales pretendían votar contra los recortes y hacer caer al gobierno Zapatero en 2010, indecencia tantas veces documentada por la
diputada nacionalista canaria Ana Oramas: “Yo lo oí: que caiga España que ya la levantaremos nosotros”.
Miremos los banquillos… y veamos quiénes son los caídos.