Las muñecas que transmiten a las niñas que su cuerpo natural es un "desastre"
La pregunta que debemos hacernos es quién consume a quién: ¿las personas a la industria o la industria a las personas?
Se acerca la Navidad y con ella los catálogos de regalos infantiles cargaditos de bombas sexistas para limitar las posibilidades de nuestros niños y de nuestras niñas. Si alguien pensaba que el camino hacia la igualdad ya estaba medio allanado solo tiene que echar un vistazo a la industria del juguete para que todas sus ilusiones se vayan al traste: no solo no hemos avanzado nada, sino que estamos peor que antes. Colores diferenciados, pasillos diferenciados, tamaños diferenciados, lenguajes diferenciados, espacios diferenciados y roles diferenciados. En las 579 páginas de algunos catálogos (ni la enciclopedia Universal Ilustrada de Espasa Calpe era tan larga) todo está perfectamente maquinado. Mientras que la mayoría de juguetes rosas (y supuestamente dirigidos a las niñas) tratan temas de belleza, se desarrollan en espacios domésticos y sus nombres usan diminutivos, los juguetes para niños se basan en la acción violenta, tienen lugar en espacios abiertos y utilizan un lenguaje extremo y bélico.
Este año me ha sobrecogido especialmente una colección de muñecas llamadas “Fail Fix” (arregla el desastre) cuyo lema es “rescata mi imagen”. Nos hemos pasado años rescatando patitos de los estanques, princesas de edificios en llamas y torres encantadas, dinosaurios de la extinción y hasta utensilios que se había quedado dentro de un cuerpo humano tras una operación. Solo nos faltaba tener que rescatarnos a nosotras mismas de nuestro propio aspecto. En los paquetes se puede ver una especie de “antes y después” típico de las redes sociales, que presenta a una figura femenina antes y después de “arreglarse”. La figura de partida podría ser cualquier de nosotras recién levantadas de la cama, en bata, pelo alborotado y descalza, a no ser por la expresión sufriente y abatida de la muñeca que ya te alerta de que algo malo está pasando. Al lado hay unas “herramientas” como una mascarilla (o careta de cemento) para aplicársela en la cara. También hay ropa, collares, zapatos y un cepillo para el pelo.
El objetivo del juguete no es otro que solucionar el desastre inicial adecuando a la muñeca a las normas sociales: ponerle un vestido ajustado, soltar su larga melena y maquillarla. Algo debe ocurrir al ponerle esa careta-máscara ya que la expresión pasa de la congoja más absoluta a la seducción más cautivadora. Hasta las cejas cambian de lugar. Con este fenómeno paranormal Iker Jiménez ya puede ir pensando en recuperar su espacio habitual. Nada de alertar a las niñas sobre la necesidad de leer, de practicar deportes, de tener una profesión, de ser creativas o saber usar la tecnología. Para sobrevivir en nuestra sociedad las mujeres deben estar guapas y así lo dice el eslogan: ¡Sé tu miss fashion salvadora!
A través de los juguetes los niños y las niñas aprenden a socializar. Con ellos reconocen qué cosas se les premiará o, por el contrario, se les castigará. Es sobrecogedor comprobar la cantidad de juegos para niñas que se basan en la sexualización como forma de recompensa. La industria del juguete ya nos prepara desde niñas para ser consumidoras de productos de belleza el resto de nuestra vida. La pregunta que debemos hacernos es quién consume a quién: ¿las personas a la industria o la industria a las personas? ¿El producto es la muñeca que regalamos por Navidad o la niña que necesitará comprar toda clase de artefactos para paliar su inseguridad? Un sistema que se aprovecha de inculcarnos el miedo desde que somos pequeños es un sistema perverso. Los niños y las niñas no tienen una capacidad crítica que les permita elegir sus juguetes debidamente y está comprobado que las empresas no tienen ningún escrúpulo a la hora de fabricar juguetes estereotipados. Así que les toca a las personas que hacen los regalos estar alerta y pensar si, además de entretener, esos juguetes les están perjudicando.